Capítulo 64:"Reuniones y secretos"

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La herida vuelve a abrirse. El ambiente está lleno de gritos de dolor y sollozos de lamento. Melphy se retira el sudor de la frente con el dorso de la mano y vuelve a enhebrar la aguja. Con pulso firme termina de coser una herida poco profunda a la altura del muslo de un hombre que está inconsciente postrado en la cama. Aún tiene muchas más heridas abiertas y las vendas se tiñen de rojo y negro a medida que se siguen abriendo. Alguien grita algo, pero lo ignora. En ese momento solo están ella y él, sus manos y sus heridas, su vida. Una camilla pasa por su lado: Otro más. No dejan de llegar heridos. Algunos sobrevivirán, muchos tendrán heridas permanentes. Termina de coser la herida, unos puntos de sutura impecables. Entonces pasa a la siguiente herida: Un corte a la altura de la rodilla. Podía verse el tendón blanco como la nieve entre los  músculos enrojecidos y sangrantes. Estaba seccionado. "Este hombre tendrá cojera de por vida si sobrevive" Pensó mientras empezaba a tratar una posible septicemia. ¿Cuánto tiempo había pasado? Había rechazado con tono brusco al curandero de relevo para que pudiera descansar. Sentía la espalda dolorida y sentía los ojos pesados por la falta de sueño. Sí, la guerra había terminado, pero los heridos seguían llegando. Era absurdo preguntar si habían ganado o perdido. En la guerra siempre se pierde, incluso cuando se gana la contienda. ¿Cuánto tiempo? Quizá más de treinta horas, quizá más de cuarenta horas. En la Casa de la Noche no hay ventanas, y de tanto en cuando miraba hacia la puerta para fijarse en si era de día o de noche. Pero hacía tiempo que no podía permitirse el lujo de mirar hacia otro lado. "Bien, este salvará la pierna pese a no poder moverla. Tendrá rigidez, tendrá picor y dolor de por vida, pero salvará la pierna"... Procedía a enhebrar la aguja de nuevo cuando alguien dijo algo. Lo ignoró y siguió trabajando. Entonces alguien le dio un golpe en el hombro. Lo ignoró de nuevo:

-Melphylia... -Finalmente la voz llegó a sus oídos. Era Marcus-... Melphylia, necesito que me escuches un momento. 

-Ahora no, Marcus. Estoy ocupada... -Lo cortó tajante y afilada como un bisturí. 

Marcus no llevaba su armadura plateada de león. Llevaba una simple camisa ajustada de lana gruesa de color gris y unos pantalones negros de cuero curtido. Llevaba el cabello cano retirado hacia atrás y su ojo izquierdo siempre herido daba un aire amenazador. Se había recortado la barba, lo cual era extraño. Tenía el brazo izquierdo vendado y el brazo derecho entabillado. Allí de pié, el gigante Marcus desentonaba tanto como un elefante en una misa. Sus más de dos metros de altura y sus espaldas anchas como un muro dificultaban el paso a las camillas de los heridos:

-Se que estás ocupada, pero el consejo ha reunido a la compañía del león. Nos quieren a todos.

-Yo no he participado en esta contienda, déjame en paz... -Dijo mientras terminaba de coser la herida y empezaba a calentar agua en un pequeño fogón. 

-Pero eres de la compañía, y como tal debes presentarte. No empezarán hasta que estemos todos. Es preciso que insista... -Su voz, normalmente dura como un trueno, sonaba suave y tierna. Aquello más que nada hizo que Melphy reconsiderase la situación. La pequeña levantó la cabeza e hizo un gesto con la mano para que viniese un curandero de reemplazo. Le dio instrucciones rápidas con lo que debía hacer y el estado en el que se encontraba aquel hombre malherido. Se retiró hacia atrás y se tambaleó. 

"¿Cuánto tiempo llevo parada en el mismo sitio?"

Llevaba la oscura melena recogida en una enorme y pesada trenza que caía por su espalda hasta casi su cintura. Marcus agradeció en silencio el gesto de Melphy:

-¿Se lo dirás tú a Dante?... -Dijo Marcus mirando hacia el fondo de la estancia, donde Dante velaba sentado junto a la cama en la que estaba postrada Eylinn. 

Melphy se limpió las manos en la bata y miró también hacia el fondo de la sala:

-Yo se lo diré... -Repuso-... Puedes irte, ahora iremos nosotros. 

El Bosque EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora