Capítulo 50:"Crónicas de un culpable"

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Después del desagradable encuentro con el cadáver de Auro en los desagües, Arnold llevó a Viento de vuelta a las habitaciones. El joven no opuso resistencia alguna, no hizo preguntas. Se dejó guiar por las calles iluminadas de Abadía como si fuera un títere. Ya era de noche, el cielo invernal estaba nublado y el frío hacía que el aliento se condensara en nubes blanquecinas. Aquella noche, de los cuatro integrantes del grupo que salieron de Trincheras, sólo tres disfrutarían de una cena amarga. 

Cuando llegaron a la habitación, Layla ya estaba allí. Fue la última en enterarse de la noticia. La máscara que solía llevar puesta, una máscara que  la hacía aparentar que nada le importaba, se resquebrajó como un cristal golpeado por un martillo. Simplemente no supo encajar el golpe y se derrumbó. Arnold no se sorprendió ante su reacción. La dejó marchar cuando ella salió por la puerta dando un portazo. Nadie sabe a donde fue, quizá así fuera mejor. Por su parte Viento luchaba con una incógnita dentro de sí mismo: "¿Por qué?". La idea de que Auro hubiera muerto por su culpa lo aterrorizaba: "De nuevo es por mi culpa, siempre es por mi culpa" Su vida era como las crónicas de un culpable. Apenas cruzó palabras con Arnold, que parecía tan distante del este mundo, que la muerte de Auro le resultaba indiferente. Pero él también llevaba una máscara, una muy refinada y pulida con el paso de los años. Una máscara con grietas que dejaban ver que él era el que peor había encajado el golpe de los tres. 

La comida de reyes no pudo saber más a plato de campesino. Ambos, Viento y Arnold comieron en la enorme mesa de roble pulido, uno en cada extremo, con la habitación casi en penumbra total de no ser por un par de tímidas velas que arrojaban luz anaranjada y centelleante. La ternera jugosa y blanda bien podría haber sido sustituida por una rata mal cocinada, hubiera sido indiferente a sus paladares. El vino caliente y especiado sabía a meado de burro, y el pan tierno y recién horneado apenas recibió un par de pequeños mordiscos antes de acabar intacto en la bandeja de plata mate:

-Mañana, a primera hora de la mañana, iremos a la corte de Narve. Los tres. Intenta dormir para estar descansado... -La voz de Arnold hablaba a Viento, pero él no podría haber estado más lejos de allí .

-He dormido demasiado tiempo, estoy bien... -Cortó Viento tajante. Él tampoco estaba de humor. 

Arnold masticó otro trozo de ternera sin ganas mientras paseaba la vista por la habitación que ahora parecía serle extraña. Después clavó sus ojos en Viento, unos ojos que hacía unos meses habían sido los protagonistas de un sin fin de pesadillas:

-Y... ¿Qué tal estás?¿Recuerdas algo sobre los que nos atacaron?

Viento negó con la cabeza:

-Sólo siluetas borrosas y dolor y... Una voz de mujer... -Viento se sorprendió a sí mismo recordando más cosas de las que había visualizado la primera vez. 

-Siluetas, mujeres y dolor. Esa descripción encaja con cualquier mujer del bosque. ¿Tu otro yo no sabe nada?

Ahora que lo mentaba, Viento había intentado hablar con Calma un par de veces, pero por alguna extraña razón que no comprendía, le era imposible hablar con él. No estaba en lo más profundo del lago. No era la primera vez que desaparecía de esa forma, así que no le dio muchas más vueltas. "Cuando quiera volver, que vuelva":

-Cuando despierte le preguntaré... -Se retiró hacia atrás arrastrando la silla-... No tengo apetito. Necesito caminar un poco. 

Antes de que abriera la puerta de la habitación, Arnold lo detuvo con la voz:

-Es peligroso que salgas a la calle por la noche. 

-También es peligroso que me quede encerrado en esta habitación contigo en tu estado. No, prefiero caminar, sentir el frío de la noche, y dejarte espacio para llorar en soledad. 

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