Especial No.4

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Una cita. Watari había insistido en que una cita le sentaría bien. Incluso le había obligado a peinarse, y a llevarle a la chica en cuestión un ramo de flores.

¿Para qué flores? L no lo entendía. Se morirían pronto, y perderían todo su encanto.

Su nombre era Cosette, y aunque no era muy bonita, tampoco era del todo fea. Tenía ojos pequeños, pero se veían grandes detrás de los lentes de botella, y aunque su boca era delgada y fina, el que estuviese hablando todo el tiempo lo compensaba. Y es que hablaba hasta por los codos, y era más enérgica que la mayoría, aunque claro, no era _____.

No tenía esa mirada que parecía significar que sabía algo que tu no, ni tampoco malas intenciones. Su inteligencia era bastante básica y predecible, y a L nunca le había perecido un reto.

Pero Watari aseguraba que estaba deprimido, y que salir con alguien podía ser le de utilidad... L no creía estar deprimido, claro, ya no lloraba cada noche, no se olvidaba de comer, ni gritaba y se ponía a romper cosas. Ahora estaba controlado.

Tenía que estarlo, tomando en cuenta que habían pasado casi tres años desde que... Bueno.

De pie, con el ramo de rosas en la mano, tocó inseguro la puerta de la habitación de Cosette. Esta abrió de inmediato.

-¡Oh, L! ¡Rosas! ¡No tenías que haberte molestado!- dijo la chica entusiasta, y tomando el ramo que le tendían, lo abrazo contra su pecho.

Este se encogió de hombros incómodo. -Vamos.- murmuró y comenzó a avanzar sin esperarla.

Fueron a un pequeño restaurante cerca del Wammys, en donde Watari se había encargado de las reservaciones, y se sentaron en una de las mesas cercanas a la calle, por donde los autos transitaban de forma fluida.

-¿Sabes? Nunca creí que aceptaras salir conmigo. Siempre parecías tan ausente que creí que las chicas no te interesaban. Tampoco los chicos. A decir verdad me planteé que no te gustara nada en lo absoluto.-

L parpadeó estupefacto. -Nadie era lo suficientemente inteligente para tentarme.-

La chica tomó esto como un cumplido y se sonrojó con violencia. -¡oh, L! ¿Que cosas dices?- y rió con una risita tonta que le puso al pelinegro los pelos de punta.

Tragó saliva.

-Pero hubo alguien, ¿no es cierto?- continuó Cosette -Todos me lo han dicho desde que llegué al Wammys hace dos años. Solo que nunca me he puesto a indagar al respecto.-

-Ah... Ella...- dijo L robotizado.

-Si, ella. ¿Te molestaría hablarme de ella? Como nunca la he visto me gustaría...-

-Ella esta muerta.-

Hubo un corto silencio y luego:

-¡Ay no! ¡No puede ser! ¡En verdad lo siento! ¡Soy una tonta!- exclamó su cita, empalideciendo.

-No importa.- dijo L con voz seca, aunque pensaba lo mismo.

El resto de la cita fue igual de incómodo. Comieron en silencio, con la excepción de las ocasionales preguntas que hacía Cosette y que el joven contestaba con monosílabos cortantes. Y cuando finalmente se dirigieron de vuelta al Wammys, esta se quedó de pie en la puerta de su cuarto dudando para entrar.

-¿L?-

-¿sí?-

-¿Podrías cerrar los ojos?-

Este mostró un semblante desconcertado, más recordando el consejo que le había dado Watari, no cuestionó a la chica para no irritarla.

Cerró los ojos, y de pronto, sintió unos suaves labios presionándose contra los suyos tímidamente.

Se aparto con rapidez.

-¿Qué se supone que haces?- le echó en cara al instante, olvidándose de cualquier otro inútil consejo que Watari le hubiese dado esa mañana.

-L-Lo siento. Creí que...-

-Pues te has equivocado.-

-E-En verdad lo siento, L... No pensé que fuera a... a molestarte tanto.- la pobre chica estaba al borde del llanto, pero L no estaba cerca de dejarlo ir.

-Lo mejor será que no volvamos a vernos.- sentenció monótono.

Ella asintió y dejo escapar un sollozo antes de entrar como una ráfaga en su habitación.

L caminó en silencio a su propio cuarto, encontrándose en el transcurso con Watari, que lo esperaba sonriente.

-¿Y bien?- cuestionó.

-Agradecería que me dejaras solo por ahora- fue lo único que dijo el pelinegro antes de encerrarse en su recamara.

Una vez ahí lanzó patadas, gritó y se desgañitó arrojando cosas por los aires, y sollozando como un niño pequeño en una rabieta. Finalmente miró uno de los estantes, en donde reposaba Agnes, la muñeca de _____, y resoplando con odio, la sacó de su vitrina y la lanzó con todas sus fuerzas contra una de las paredes.

Comprendió de inmediato lo que había hecho.

No. No. No.

Corrió hacia la muñeca y al descubrir que se había roto, la tomó entre sus brazos y se abrazó a ella como un naufrago a un madero sin dejar de llorar e hipear como un niño.

Se dejo caer de rodillas, derrotado

-Mira lo que me has hecho, _____. Mira en lo que me has convertido...- jadeó con tristeza -¿Como se supone que siga viviendo cuando tu no estas aquí para compartir la vida conmigo?-

¡Bang! ¡Bang! You're deadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora