Capítulo 29 ✝ Calor ✝

6.5K 600 218
                                        

Narra ___:

No quería pensar en que fuera posible lo que L había inferido antes. No iba a darle más vueltas o me volvería loca.  L, mi L, no habría estado jamás con otra persona. ¿Y qué si me creía muerta? Si decía la verdad, era como admitir su traición. No podía imaginarlo de esa forma con nadie. Para todos los demás, L solo era una máquina pensante que resolvía casos y nunca perdía la paciencia. No sentía afecto, ni deseo. No sucumbiría a los placeres del sexo o lo que fuera. Admitir que quizá tuviera experiencia respecto a eso era admitir que no lo conocía tan bien como creí siempre.

El detective entró a mi habitación a mitad de la tarde, llevando un cuenco repleto de nieve de limón (semiderretida debido al calor) entre las manos. Me dije que era su ofrenda de paz, por haberme torturado con esas ideas desagradables por tantas horas.

-¿Interrumpí algo importante?- preguntó de inmediato, y sus ojos recorrieron lentamente el libro en francés que llevaba entre las manos.

-Estoy por terminarlo.- Dije. Se trataba de un libro para niños, más específicamente de "Le petit prince" de Saint-Exupéry, aunque hacían años que no lo leía en su idioma original.

Estaba bastante oxidada.

L avanzó y se sentó a lado mío en la cama, mirando las ilustraciones como un niño pequeño.

-¿Piensas compartirlo conmigo?- pregunté al cabo de un rato mirando el tazón con nieve derretida. No había comido nada desde hacía como una hora, y a mi glotonería inata esto no parecía agradarle.

L sonrió de lado. -Quizás.-

-¿Quizas?-

-Termina tu libro, _____-san.- indicó.

Yo detestaba que me dieran ordenes, no obstante volví a fijar mis ojos en las páginas, olvidándome de la presencia del pelinegro hasta que hube concluido la lectura y sentí como algo tremendamente frío y húmedo se deslizaba por mi hombro desnudo.

Abrí los ojos como platos al darme cuenta de que L era el causante, pues había ladeado el cuenco, logrando que un par de pedacitos de nieve resbalaran y se convirtieran en líquido debido al contacto con mi cálida piel.

-¿L?-

Antes de que yo pudiese decir cualquier otra cosa, este ya se había inclinado para limpiar el estropicio con su lengua. Me puse roja de inmediato, y mi corazón amenazó con salirseme por la garganta.

-¡¿Pero qué haces?!- me aparte vertiginosamente de él, poniéndome en pie y retrocediendo hasta chocar con la pared más cercana.

-Cobro venganza.- murmuró sonriendo de forma seductora, y levantándose también, caminó como una fiera al acecho hasta quedar a pocos centímetros de mi. -A decir verdad, no me has dejado alternativa...-

Me fue imposible evitar sonrojarme, esos ojos grises y dilatados tenían ese efecto en mi, sobre todo cuando me miraban con tal profundidad. Como si quisiesen devorarme.

Apenas tuve tiempo de hacer cualquier movimiento, pues el detective pronto formó una barrera con uno de sus brazos contra la pared y el otro sosteniendo el cuenco con nieve a una distancia peligrosa de mi cuerpo.

Volvió a derramar una pequeña cantidad del contenido del recipiente, esta vez sobre mi clavícula, cada vez más cerca del inicio del reducido escote de mi blusa. Mi corazón martilleó fuertemente sobre mi pecho, dejando tras de si una sensación dolorosa.

L no se hizo esperar y saboreó con su boca el gélido manjar, degustando despacio, de una forma exquisita y erótica que envió una descarga eléctrica por todas mis terminaciones nerviosas. Lo peor del caso: me gustaba. Me gustaba de una forma que no podía ser decente. Me gustaba que recorriera mi cuello, mis hombros, mi clavícula con sus suaves labios. Y me gustaba él, en su totalidad.

El frío y húmedo postre contribuía a volver mi piel más sensible, como si tuviese un solo propósito y ese fuera estimularme. Tal vez lo fuera.

Yo apenas si lograba salir del estado de conmoción en que me había sumergido. Cada vez la habitación me parecía más íntima, más calurosa, mas pequeña.

-E-Esta bien, L. Tu ganas. Lo... Lo siento. Ya d-detente.- traté de que mi voz sonara lo más autoritaria posible, no obstante, no pude evitar soltar un gemido cuando los dientes del pelinegro se cerraron juguetonamente sobre la sensible piel de mi cuello.

-¡Ah~!

-Shhhh, ____. Estas a salvo conmigo. Yo no hago esa clase de cosas ¿cierto?-
Su tono era demasiado aterciopelado, demasiado cálido y seductor. Me costaba creer que fuese el L que conocí desde mi más tierna infancia, pero... aun así me estaba volviendo loca por él. -Yo soy un buen tipo.-

Para coronar esta última frase, L me dedicó otra de sus hipnóticas sonrisas, logrando incrementar con ello mis latidos ya de por si desbocados.
¡Por todos los cielos? ¿Desde cuando L había adoptado este otra cara tan irresistible, tan galante, tan... ¡Oh! ¡Tan esto!

Mientras pensaba esto, el pelinegro me tomó por la cintura y depositó el cuenco sobre un escritorio lleno de papeles que teníamos a lado. Luego procedió a extraer con dos dedos una pequeña cantidad de la nieve de limón, y acercándolos a mi escote, dejó que el postre se deslizara lentamente hacia abajo hasta el valle de mis senos.

Se me puso la piel de gallina.

No. No va a hacerlo. No se atrevería...

Me obligué a mi misma a contener un jadeo cuando sus labios bajaron hasta el sitio por donde había desaparecido el postre, y se ayudó con las manos para halar hacia abajo la tela de mi blusa.

-L...- jadee acalorada. -Detén.... Detén esto. No es divertido.-

Me apretó más contra su cuerpo haciendo caso omiso a mis ruegos, y me susurró suavemente contra la oreja.

-¿Por que querrías que me detuviese? Parece gustarte.- me provocó con una voz malévola, y me sorprendí al descubrir que estaba aferrada fuertemente a su playera. Temblando. -Dejame escucharte en ese tono.-

-¡Yo nunca voy a ... ¡Ah~!- gemí nuevamente, debido al ágil movimiento con el que L tiró de mi para obligarme a sentarme en el escritorio, manteniendo mis piernas abiertas y su cuerpo entre ellas en una comprometida posición.

-Buena chica.- dijo suavemente, acariciandome la mejilla, y por algún motivo me quedé embobada ante sus palabras.

-L...

-¿Que es lo que quieres, ___? Puedes pedirme cualquier cosa. Lo sabes ¿No?-

Con cada palabra que el detective pronunciaba me sentía caer más y más en sus redes. Si trataba de seducirme, ya lo había logrado. Habría hecho cualquier cosa por él. No tenía armas para defenderme de su juego, ni intenciones de hacerlo. Me puse en sus manos. Era suya.

-Te quiero a ti.- dije sin aliento, cubierta de rubor, y un instante después estampó sus labios con los míos con tanta intensidad que no podría haberse considerado otra cosa que un pecado.




¡Bang! ¡Bang! You're deadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora