Capítulo 34- Vacaciones

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La ciudad de Yoroido, que es a donde L y yo vamos a vacacionar, es pequeña y esta llena de residencias de gente rica. Todos, o al menos casi todos visten con coloridos kimonos, y como las casas están tan separadas las unas de las otras, no hay vecinos problemáticos, quejas, ni nada por el estilo.

Eso es lo que asegura el coronel, (a quien L salvó en su juventud de morir asesinado en un complot en contra suya) mientras nos señala el paisaje, los árboles de cerezo, la nieve en las faldas de las montañas y las estatuas de piedra con figuras extrañas.

-En verdad, casi había perdido las esperanzas de que alguna vez aceptaras mi invitación, L...-

-Por favor, llámame Ryuzaki.- lo corrige el pelinegro de inmediato.

-Bien, Ryuzaki. Como te decía, creí que insistía en vano, y cuando supe que traerías a esta encantadora señorita contigo... Bueno, me volví loco de alegría.- Se trataba de un tipo gallardo, con bigote rubio y poblado, que tenía esa clase de mirada paternal que hacia sentir a todos cómodos. -En verdad fue un gusto conocerte, ____-san. Nunca creí que Ryuzaki pudiese tener una novia tan guapa.-

Me sonrojo ligeramente. ¿Soy la novia de L? Más bien, creo que no. Nunca me lo ha intentado pedir siquiera, a pesar de que sabe que le diría que si al instante.

El detective no lo saca de su error.

-¿Estamos cerca?- es lo único que pregunta. Y a mi me dan unas ganas inmensas de propinarle un codazo en las costillas por ser tan grosero, no obstante quiero seguir siendo la "encantadora señorita" que ha descrito el coronel así que reprimo este impulso.

-¡Oh! ¡Por supuesto! ¡No más de cinco minutos! Mi casa es una de las más grandes de por aquí, solo compitiendo con la de los Aoyama, y los Suoh, un kilometro mas lejos que la mía.- se explica el hombre -Ahora que recuerdo, hace poco unos ladrones entraron a la residencia de estos últimos, batieron los cajones y se robaron un espejo de latón, un alajero y un telescopio viejo.-

-Hmm.- comenta el detective, encogiendo los hombros. -¿Y aun no se les encuentra?-

El coronel sigue manejando, sin distraerse.

-No. Ha sido uno de tantos robos que se cometen por estos lares. No vale la pena que eminencias como ustedes se vean involucrados.-

-Para ya.- interrumpo las divagaciones de mi amigo, poniendo una mano sobre la suya y dejándola ahí tan solo un instante -Dijimos que vendriamos a vacacionar, solo a eso. Ya lo has oido, no es nada fuera de lo común.-

Este asiente resignado y me devuelve el apretón, dejando al coronel cambiar la conversación por temas menos truculentos.

La cabaña a la que llegamos es del tamaño de una cancha de fútbol, con tres pisos y quien sabe cuantas habitaciones. Todo huele a madera, y esta iluminado por cálidas luces amarillas, además de que tiene un aspecto rustico que te hace pensar en algún cuento de hadas. En la parte trasera, además, están unos preciosos pozos de aguas termales.

-¡Oh! ¡Pero si es bellísimo! - declaro emocionada. L lleva mis maletas en una mano, mientras que con la otra acarrea la suya (miles de veces más liviana) y se encuentra conmigo para mirarlo todo.

-¡Me alegra que les guste!- dice el coronel a nuestras espaldas. -Pueden ocupar toda la planta alta si así lo desean, yo no les molestare en lo absoluto. No obstante, si necesitan cualquier otra cosa no duden en llamarme.- le entrega a L una copia de las llaves de la cabaña, en caso de emergencia y después se despide de nosotros con la excusa de que irá a comprar algo para cenar al pueblo.

Asentimos, quedándonos solos nuevamente.

Una vez en la tercera planta, elijo sin dudarlo una habitación con vista a las montañas, pero cuando me doy cuenta de que el pelinegro me ha seguido, mi sorpresa no es poca al verlo dejar sus maletas en uno de los inmensos armarios.

-¿Se puede saber que pretendes?- le pregunto. -Esta habitación ya esta ocupada, por si no te has enterado.-

L rehuye mi mirada.
-¿Puedo dormir contigo, _____-san?-

Me pongo tiesa al escucharlo. No. No. No. Y no.

-¿Por que querrías dormir conmigo cuando tienes como diez habitaciones más que puedes elegir?- le echo en cara, consiente de que me porto demasiado a la defensiva cuando de contacto entre ambos se trata. (Aunque en mi defensa, es culpa suya)

El pelinegro se encoge de hombros como si estuviera avergonzado. -Lo lamento, _____-san. Buscaré otro sitio-

Escucharlo decir esto me rompe el corazón, aunque no reacciono hasta que veo que se hace con su maleta y se dirige a la puerta.

¡Estupida, estupida _____!
Quiere quedarse contigo por que detesta estar solo, lo detesta desde que Watari murió.

¿Como puedo ser tan insensible? ¡Quedarse solo en un sitio como este debe de ser para él una pesadilla!

-¡Espera! Puedes... Puedes quedarte.- murmuro interponiendome entre él y el umbral de salida. -Tan solo... bueno... Manten las manos quietas toda la noche ¿entendido?-

Parece haberse librado de un gran peso cuando asiente, y vuelve a dejar sus cosas, esta vez en una silla vacía.

-Te lo agradezco.- suspira.

Diganme ¿Es posible no quererlo?

¡Bang! ¡Bang! You're deadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora