1

1.2K 23 0
                                    

Si habláramos de filosofía ideal, contemplaríamos dos aspectos: primero, considerar a Dios como creador del genero humano y, segundo, reconocer los fines que Él ha dictado para el hombre. No se necesitaría nada más, pues con base en esto solamente, el hombre sería capaz de establecer reglas de conducta para orientarse en el camino de la vida.

Pero uno podría preguntarse: ¿Qué pasaría si, conforme el hombre recorre ese camino, comprobara que cada una de las reglas estuviera equivocada? ¿Qué tal si esas reglas suyas —aunque se hubieran concebido muy lógicamente— lo llevaran por entre zarzales y espinos, en tanto que los hombres que las desobedecieran caminaran felices sobre pétalos de rosas? Si eso sucediera ¿no se justificaría el abandono de esas reglas?, ¿el nadar como va la corriente, en lugar de luchar contra ella?

No. Hay que cuidarse de tales razonamientos erróneos. En la base de la filosofía radica la verdad  el plan infinito de Dios, no debemos culparlo a Él, sino a nuestra poca inteligencia.

Por tanto, la finalidad de la obra que comenzamos será demostrar que la virtud, presentada a un alma expuesta a la corrupción mundana, pero que todavía conserva los lineamientos de la verdad, llevará de nuevo a esa alma por el camino de la justicia y el bien.

Por desgracia, para lograr este propósito, tendremos que narra una gran cantidad de maldades que abruman a una bella joven de carácter tierno, y describiremos los goces y deleites frecuentes de quienes la atormentan. También nos veremos en la necesidad de poner en las bocas de los personajes diabólicamente falsos, filosofías y ataques monstruosos a todos los valores que son tal apreciados por los hombres de bien. No obstante, puesto que tal presentación es esencial para demostrar la verdad, el lector no podrá dejar de perdonarla, como tampoco dejará de beneficiarse al ver los falsos razonamientos del infierno mostrados de manera tan franca...

JUSTINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora