A la noche siguiente, todo sucedió como se había previsto, y la misma mano de Dios que había hecho padecer a Justina con anterioridad, sufriendo en pago de su virtud, permitió que tal atrocidad se llevara a cabo para protegerla. El incendio fue horrible, y veintiún prisioneras encontraron la muerte en el mismo, pero Justina y la Dubois escaparon sanas y salvas y, con la colaboración de cuatro cómplices, pudieron refugiarse aquella misma noche en un escondite del Bosque de Bondy.
—Veamos Justina —dijo la Dubois cuando estuvieron todos sentados alrededor de una vela en el escondrijo, y entraban en calor con un tazón de caldo—, ya eres libre otra vez. Espero que no vayas a cometer los mismos errores que en el pasado, y permitas que la virtud te lleve por el camino de la ruina. Un crimen espantoso te ha salvado del patíbulo en el último momento, y por poco dejas pasar la ocasión para escapar. Puede ser que la próxima vez no tengas a nadie que organice tu fuga; por tanto te conviene aprovechar esta experiencia.
>>Eres joven y muy bonita, muchacha; si sigues mis consejos podrías hacer fortuna en unas cuantos años, pero no seas tan ingenua como para pensar que te voy a guiar hasta ese tesoro por el camino de la rectitud; para alcanzar ese propósito deberás estar dispuesta a sacrificarlo todo y a todos, sólo por tu propia conveniencia.
—¡Oh, mi querida madame Dubois! —contestó la dulce chiquilla—, siempre le estaré agradecida por lo que ha hecho para ayudarme. Pero aun así prefiero el difícil camino de la rectitud en lugar del camino cubierto de flores del pecado. Si Dios desea probarme con otros sufrimientos, le estaré agradecida, porque sólo padeciendo en esta vida se puede merecer un verdadero gozo en el más allá.
—¡Qué tontería! —exclamó la Dubois frunciendo el entrecejo—. Ésas son ideas que los ricos endurecidos les han enseñado a los pobres, sólo para estar seguros de que siempre tendrán bien protegidos sus intereses sórdidos. —Y sonriendo con burla, agregó—: Me fascina oír a esos aristócratas cuando platican, a esos comerciantes enriquecidos, a esos sacerdotes ostentosos. Es mucho más sencillo condenar el robo cuando se tiene más comida de la que se podría llegar a ingerir; es muy fácil decir la verdad cuando no se ganaría nada diciendo mentiras; es completamente innecesario planear un asesinato cuando sólo lo rodean a uno adoradores y papanatas que nunca te ofenden, y que pueden manejarse a voluntad con facilidad. Pero Justina, nosotras, nosotras que somos objeto de desprecio porque carecemos de riquezas, dominadas porque somos débiles, explotadas porque no tenemos armas para defendernos... no nos podemos dar el lujo de tener principios tan nobles. Debemos quedarnos en silencio, mintiendo y planeando, matando y robando, pues nos arrastrará la marea si no lo hacemos así.
>>Mencionas a Dios, querida niña, pero ese Dios a quien consideras el autor de tus principios por fuerza tiene que ser un asno o un tirano, pues sería imposible que Dios permitiera riquezas sin fin para unos, y sufrimientos sin límite para otros, sin ofrecer alguna manera de arreglar la situación... y no un remedio para un más allá espiritual, sino para la vida material que tenemos actualmente.
>>Es igual a lo que me contaste que decía tu amigo Harpin: el robo es indispensable para restablecer el equilibrio de la naturaleza. El que intenta componer el equilibrio no puede ser más culpable que el que lo trastorna; y en un último análisis nadie es culpable de nada en realidad, porque si hay un Dios, puedes estar tranquila de que, al ponernos en una situación en la que el mal es más útil y darnos los medios para realizarla, lo hace esperando que lo logremos.
La voluptuosa mujer hablaba bien y con gran persuasión. No cabe duda de que si algo hubiera sido capaz de incitar a la dulce Justina a apartarse de la senda del bien, habría sido precisamente la detestable falsedad expresada en la cálida voz de la madame. Pero la hermosa Justina prefirió hacerle caso a otra voz: la de su propio corazón.
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JUSTINA
Teen FictionHABLAR sobre el Marqués de Sade es hablar del lado oscuro que todos tenemos en el inconsciente. Es hablar de una sexualidad "desviada" hacia la perversidad, hacia el placer sensual proporcionado por el dolor ajeno. Al leer sus obras nos encontramo...