2

301 6 0
                                    

Al despertar, Justina estaba acostada entre las sábanas almidonadas de una cama grande y confortable. Había dos enfermeras a su lado, que le ofrecieron un tazón con sopa de cebollas, espesa y nutritiva. Después de que la tomó le preguntaron si creía poder comer algo de carne; su respuesta afirmativa hizo a parecer al momento un gran filete de carne, gruesa y jugosa, que comió con deleite.

Cuando terminó de comer las enfermeras se retiraron, y apareció el conde de Gernande. Se sentó con cuidado en un sillón que estaba junto a la cama, sonrió amablemente y estrechó con afecto una de las manos de Justina.

-Hija mía -expresó-. No te llamaré muy seguido para que participes en actividades del tipo que presenciaste ayer. Sin embargo, consideré como muy importante que te enteraras cuanto antes de la naturaleza de mis aficiones; también he querido advertirte del destino que te espera si decides traicionarme en el futuro.

-Señor -dijo Justina-, le diré desde ahora que tanto sus aficiones como sus amenazas me parecen repugnantes. Además, no me dejaré intimidar.

-Di lo que quieras -repuso Gernande-, ya estás advertida, y estoy preparado a cumplir lo dicho. Una vez establecido esto, te explicaré cómo pienso utilizarte en los días siguientes.

>>Tus labores aquí, como se te ha dicho, son las de una doncella. La mujer a quien atenderás es mi esposa. Tal vez te interese saber que es la cuarta que tengo; todas sus antecesoras se desangraron hasta morir; lo mismo pasará con ella en determinado momento, y no cabe duda de que también con sus sucesoras. Verás: mi norma consiste en sacar de mis esposas dos palanganas de sangre cada noventa y seis horas; sangradas a ese ritmo, no es posible pensar que vivan mucho tiempo.

>>Yo creo que te preguntarás qué me induce a tener conducta tan sanguinaria. Te puedo asegurar que no actúo por venganza, ni desprecio, ni sentimiento alguno de odio o agresividad. Se trata más bien de una pasión; no hay cosa que me agrade más que ver brotar la sangre. Por otra parte, nada me trastorna menos que la pérdida de una esposa... Hay tantas mujeres por ahí, como sabes, y la variedad es el sabor de la vida. De esa manera, la que me posee es una pasión agradable, y me las arreglo para vivir muy contento con ella. Muy contento.

Al terminar de hablar, Gernande apretó otra vez la mano de Justina con afecto, le dijo adiós y salió de la habitación.

JUSTINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora