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Aquella noche, alrededor de una fogata en el bosque de Chantilly, la pandilla revisaba el botín que había obtenido con el asalto de aquella mañana. De repente, escucharon el cabalgar de un jinete en la lejanía.

-¡A las armas! -gritó Corazón de Hierro, y los hombres entraron en acción. Unos momentos después, llevaban un jinete al campamento. Mientras uno de los bandidos lo amenazaba con una pistola, Corazón de Hierro vaciaba los bolsillos del hombre y de su maletín de grupa. Entonces la Dubois lo empujó contra un árbol y le pidió que dijera quién era.

El hombre dijo llamarse Saint-Florent, y estar en camino hacia Lyon desde Flandes, donde había estado arreglando la venta de algunos propietarios. Su bolsa y sus alforjas contenían medio millón de luises en títulos pagaderos al portador en cualquier banco, junto con algunas joyas y cien luises en efectivo; el fin, era una víctima con bastante riqueza.

-Pues bien, amigo mío -le dijo Corazón de Hierro levantando su pistola hasta la sien de Saint-Florent- ya sabes que no podemos dejarte vivo después de asaltarte.

Cuando escuchó eso, el viajero desdichado palideció de miedo, y comenzó a suplicar apasionadamente que lo dejaran vivir: La bondadosa Justina, embargada de lástima, intervino en su favor; de igual modo hizo otro de los bandidos, aunque por otras razones, pues sugirió que la pandilla siguiera a Saint-Florent hasta Lyon y rovara la caja de caudales que tenía en su casa. Pero madame Dubois, cuya decisión era la más importante, se negó a dejarse distraer por tales motivos.

-No vale la pena correr ese riesgo y dejar vivo al hombre -dijo con frialdad-. Tenemos que matarlo por el bien de nuestra seguridad. -Luego, dirigiéndose a la víctima, prosiguió-: No es que tengamos algo en contra de ti personalmente. Es más bien culpa de la legislación injusta. Puesto que los asaltantes y los ladrones reciben una condena a muerte igual que los asesinos, to tiene ningún caso dejar con vida al sujeto robado-; de cualquier manera, la vida no puede perderse más de una ocasión ¿verdad?

Después de expresar lo que pensaba, hizo una señal a Corazón de Hierro, que volvió a levantar la pistola. Pero antes de que el malvado bandido pudiera disparar, la dulce Justina se colocó frente al arma.

-¡Oh, señor! -gritó-. Te suplico que no me des la bienvenida a tu pandilla con un espectáculo tan horrible como éste. Concédeme la primera súplica que te hago, y permite que este hombre conserve la vida. -Entonces, para poder justificar el interés que tenía en salvar la vida del prisionero, se inclinó hacia Corazón de Hierro y, a sabiendas de que iba a mentir, le susurró-: El nombre que ha dado Saint-Florent me hace creer que conozco a su familia. Es de las más ricas de Lyon: Tiene millones y millones de luises en títulos y tierras. Ese dinero podría ser tuyo y mío, querido... no tendríamos que compartirlo con nadie... sólo tenemos que ser muy listos para escaparnos con él esta noche y abandonar a la pandilla.

-Por lo visto eres más lista de lo que hubiera creído, Justina -contestó Corazón de Hierro sonriendo satisfecho-. Me queda muy claro que esta mañana te he enseñado algo más que la simple apreciación de los impulsos naturales.

-Mucho más, amor mío -mintió con dulzura Justina, mientras besaba con pasión la oreja de Corazón de Hierro.

-Siendo así, haré lo que dices -respondió él alejándose de ella. Y dirigiéndose al resto de la pandilla, declaró-: Nuestra recluta, la hermosa Justina, me ha sugerido que conservemos al prisionero como rehén durante uno o dos días; esto nos ayudará a escapar hasta un lugar que conozcamos mejor, y podremos matarlo cuando queramos si en el intervalo intenta escapar. ¿Qué opinan?
Dos de los bandidos no estaban muy conformes, pero madame Dubois aceptó de buen agrado la propuesta de Corazón de Hierro.

-Amárralo a ese árbol -ordenó-. Nos lo llevaremos con nosotros por la mañana. -Después, al mirar que se habían ejecutado sus instrucciones, dijo-: Continuaremos la marcha en cuanto amanezca, así que apaguen ahora la fogata, y vamos a dormir todos un poco.

Cuando se apagó la fogata, y todos los miembros de la pandilla se habían acomodado para dormir, Corazón de Hierro se arrastró hasta Justina.

-Mi niña querida -le dijo, encerrando suavemente uno de sus senos con la mano enorme-, estoy sorprendido contento con la forma en que has cambiado. Lo único que deseo es casarme contigo y que viajemos juntos, robando y asaltando por todas partes, y viviendo de lo robado como reyes.

-Eso me gustaría mucho, amor mío -contestó entonces Justina, y para que no dudara de su sinceridad, acercó los labios a los de él.

Sin esperar más, Corazón de Hierro se subió sobre ella, besándola con brusquedad y acariciándola con pasión. Sus rodillas expertas pronto abrieron las piernas de ella y, mientras le susurraba palabras de amor al oído, su mano fuerte encontró el camino por debajo del vestido, y comenzó a acariciar suave y hábilmente sobre la curva de los muslos de seda.

-Oh, querido mío -musitó con debilidad Justina, a punto de vacilar bajo la pasión del embate-, te deseo tanto... pero no pongamos nuestro plan en peligro ahora por un exceso de vehemencia. Regresa a tu cobija al otro lado de la fogata, y yo te despertaré antes del amanecer; después de nuestro escape tendremos todo el tiempo que queramos para amarnos con libertad.

Gustoso por el cambio que parecía haber sufrido la hermosa chiquilla, Corazón de Hierro aceptó lo que ella le dijo y se retiró sin hacer ruido. Una hora después la astuta Justina, luego de asegurarse de que estaba profundamente dormido, se arrastró hasta el árbol en donde estaba amarrado Saint-Florent. Despertando al sorprendido prisionero, llevó a la práctica la segunda fase de su plan para malograr los planes de la pandilla.

-Señor -le susurró rápidamente a Saint-Florent- me he visto obligada a aceptar la compañía de estos bandidos por una desdichada cadena de acontecimientos, pero no soy una mala mujer. Los aborrezco a ellos y a todo lo que representan. Permítame que me ponga bajo su protección, y escapemos juntos en este momento...

JUSTINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora