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Pasó una semana. Como otras muchachas, Justina tuvo que tomar parte en dos orgías a la hora de la cena. Sin embargo, estuvo a salvo -por lo menos temporalmente- de la tortura que significaba ser Muchacha de Servicio.

Las demás compañeras del dormitorio eran muy amables. Cuando terminó la semana Justina se había hecho muy amiga de algunas de ellas. Pero un lugar especial estaba reservado en su corazón para su primera compañera en el horrible sumidero de los frailes, Onfalia, y su cariño hacia ella aumentaba de día en día.

Una tarde, mientras descansaban en espera de que regresaran los frailes de la iglesia, Onfalia y Justina juraron que si una de ellas escapaba o llegaba a "graduarse" primero, no descansaría hasta conseguir el rescate de la otra. Como coincidencia, al ser Oficial de Guardia el padre Jerónimo, anunció que los frailes habían adquirido una nueva muchacha, y que ocuparía el lugar de Onfalia, que iba a "graduarse" aquella misma noche.
De pie fuera del dormitorio en espera del sacerdote que había de "graduarla", Onfalia besó con afecto la mejilla de Justina, y reiteró su juramento de rescatarla. Entonces, compartiendo sentimientos de dicha, ensombrecida por el hecho de que no sabían en realidad si la "graduación" equivaldría a la muerte, las dos muchachas se despidieron con un abrazo.

JUSTINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora