Los viernes, los países, junto con su niña, cenaban en la casa de alguno de los primeros. Era un ambiente festivo, suave, en el que América y Rusia olvidaban sus diferencias, en el que Arthur le contaba historias a (T/N), mientras Francis acotaba detalles e Italia preparaba la cena; en el que Japón llenaba la memoria de la cámara con cientos y cientos de fotos y videos de todos los allí presentes, pero, sobre todo, de su pequeñita; en el que China la tenia sentada en sus piernas, al mismo tiempo que Alemania peinaba su cabello. Era, de hecho, lo más cercano a una familia que la chica podía recordar. Hoy por hoy, aquellas situaciones no se estaban dando.
La espalda de Alfred choco contra la pared, haciéndolo soltar un quejido de dolor, que, rápidamente, fue apagado, por una mano en su garganta. El rubio abrió los ojos para llegar a ver a Italia, sosteniéndolo por su cuello. Ya no había nada de aquellos amables ojos café, solo eran dos rendijas que lo observaran como si, en cualquier momento, lo fuera a devorar.
—Dime, exactamente, porque razón tardaste tanto en recogerla— susurro, casi de manera dulce, si no fuera por la amenaza de muerte que llevaba impresa. Antes de que América pudiera defenderse, se escucho la voz del ingles.
—Que la ira no te ciegue, Italia, no ganaras nada con lastimar su cuerpo. No seas idiota—
—Déjalo que se desquite, Inglaterra. Cualquiera lo haría— lo defendió, Yao, mientras se removía en los sillones, de manera perezosa, aunque, la verdad, estaba demasiado nervioso. El rubio de lentes volteo a ver el cuadro que se extendía por la sala: Francis estaba observando la calle, desde la ventana, sin dar muestras de estar escuchando el revuelo de la sala; Alemania, quien siempre trataba de hacer más llevaderas las cosas se encontraba con los ojos fijos en el pasillo, ignorando a su compañero; China e Inglaterra estaban sentados en los sillones individuales, el primero haciendo girar entre sus largos dedos una pipa, y el otro con un libro en sus rodillas, pero cualquiera hubiera captado que no había pasado pagina desde hacía, ya, veinte minutos; e Italia, bueno, el estaba amenazando con asfixiarlo si no hablaba.
—Tal vez... me distraje viendo la televisión— murmuro. No iba a decirles que había estado viendo un programa de talentos, claro que no, pensaba que sería mejor si ellos pensaban que estaría viendo el noticiero o cosas importantes y relativamente aburridas. Un gruñido salió de la garganta del latino, quien, sorpresivamente, apretó el agarre con solo una de sus manos y, con la otra, hizo aparecer un cuchillo de mango rojo, haciendo que al rubio se le pusieran los pelos de punta. Sabía que se lo merecía, pero, no por nada, ambos Italias eran los representantes de la mafia a nivel mundial. Estaba por pedir ayuda, pero, del pasillo, la figura de Ivan apareció. De inmediato, los individuos giraron su vista hacia él. A pesar de que tener esa característica sonrisa suya, sus ojos parecían cansados, como si la eternidad volviera a atormentarlo.
—Kukla esta despierta y ya curada, si quieren pueden pasar a verla— ofreció. Nadie dijo mas nada, pero todos se encaminaron estrepitosamente por el pasillo, en dirección a la habitación que Francia le había asignado a la muchacha, ya que estaban en su casa. Japón se encontraba parado frente a la entrada y los detuvo con la mirada.
—Ichigo está consciente, sus heridas no son de gravedad, pero, por favor, les recomiendo que no reacciones ante sus moratones que son variados. Nada de gritos, nada de peleas dentro de la habitación, nada de frases hirientes, nada de preguntas— ordeno, con tono firme. Al ver que, algunos asentían, y otros solo se quedaban en silencio, suspiro y abrió la puerta.
(T/N) vio aparecer a sus protectores, en la habitación, de manera silenciosa y calmada. Les sonrió, al mismo tiempo que se intentaba acomodar entre los variados almohadones de todas las formas y colores. Rusia le ayudo, sosteniéndole como si ella fuera una muñeca de porcelana, algo irónico, pensando en que había resistido a lo pasado hacia una hora. Cuando logro quedar en una posición cómoda para poder verlos a todos, suspiro. Le dolía demasiado el golpe en el lado izquierdo de su cuerpo, pero Japón había asegurado que no había nada roto, aunque el musculo de su gemelo presentaba un pequeño esguince, pero nada de qué preocuparse, al menos no para ella. ¿Cómo comenzar contando todo lo que, sentía, debía vomitar? Era una historia muy larga, pero para nada complicada. Estaba a punto de hablar, cuando Feliciano se acerco y, sentándose en el borde de la cama, beso su frente. En el proceso, ella pudo ver como escondía algo bajo la manga, algo que produjo un destello metálico. Su corazón se acelero, pero no dijo nada.
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¿Daddy? (Hetalia x Lectora)
FanfictionLos países vieron la duda plasmada en los ojos de la niña. Si, aquello podría ser considerado extorsión... Finalmente, la muchacha se mordió el labio inferior y, con un gran rubor en sus mejillas, asintió con su cabeza. -Acepтo, dαddy...- Nadie dij...