❁America

1.1K 134 33
                                    

Turquía no se sorprendió, cuando tropas estadounidenses invadieron Estambul. Durante años, había recibido variadas amenazas del rubio para que desalojara la ciudad y el, claro, siempre se negaba. Sabía que la muerte de (T/N) y su hijo, lo habían afectado demasiado, pero no sabía que era para tanto. Le dolió saber que, nuevamente, Bizancio se le había escurrido de las manos, pero, a la vez, comenzó a buscarla por todo el mundo, sin ningún resultado.

—Quiero que avancen a como dé lugar, ¿entendieron?— la voz de mando de Alfred, resonó por la oficina, haciendo temblar a varios de los mejores comandantes de las milicias. Jamás, nadie, lo habían visto así. Usualmente estaban acostumbrados al chico sonriente, incluso en las peores situaciones, pero, ahora, era cualquier otra cosa menos eso—. Debemos librarnos de los habitantes para poder llegar a la Basílica de Santa Sofía, de lo contrario, dudo que algo de lo que hayamos hecho, funcione.

Así fue dicho y, así fue hecho. Al igual que en la Primera Cruzada, la sangre de los moros, llegaban a los talones de aquel ejercito. Sadik intento resistirse todo lo posible, sintiendo que la historia contra el volvía a repetirse, pero poco y nada pudo hacer.


América movió su cabeza de lado a lado, sintiendo un molesto picor en su nuca. Ya sabía, claramente, de que se trataba.

"Qué asco me das"

—Cállate, tú no sabes lo que siento— le gruño a la voz.

"¿Qué no lo es? Amigo, somos la misma persona, solo que yo estoy cuerdo y tu no"

—Cuando tenga a (T/N), de nuevo, volveré a estar cuerdo.

"¿Y si no es a quien esperas?"

—Desaparece, tengo cosas mejores para hacer, que escucharte, Allen.

"Siempre es lo mismo. Luego no te arrepientas"


Cuando la nación rubia entro, lo hizo acompañado del turco, quien, ya sabía a lo que apuntaba todo y, la verdad, estaba horrorizado.

—Camina, Sadik, y esto será más fácil para todos— menciono Alfred, al mismo tiempo que colocaba una pistola sobre la espalda ajena. El moreno soltó un suspiro, observando, de reojo, la inmensa cantidad de oficiales que se encontraba a su alrededor. No había forma de escapar. Asintió con su cabeza y comenzó el recorrido.

No hablaba nadie. Todos se limitaban a pasar por los estrechos pasillos del sótano de la Basílica. El olor a humedad y a polvo, hacia que, a América, le picara la nariz. Estaba a punto de preguntar cuánto más faltaba, cuando el mayor se detuvo frente a una adornada puerta de madera.

—No tengo idea de lo que esperas encontrar allí dentro, América, pero aun puedes retr...— comenzó, pero fue interrumpido por el joven.

—He llegado hasta aquí. Arrepentirse es de humanos. ¡Tírenla abajo!— exclamo a sus hombres. A los pocos minutos, las pesadas tablas de madera, cayeron como dos viejos centinelas. Una nube de polvo hizo que les lloraran los ojos, pero, cuando pudieron ver, todos quedaron maravillados.

Una mujer se encontraba sentada sobre un costoso trono, con los ojos cerrados, como si estuviera descansando. Vestía una túnica blanca, con bordados de oro y una capa, sostenida con una fíbula. Sus pies, descalzos, rozaban el suelo con dulzura. A su lado, variadas flores crecían con lentitud, llenando la habitación con su perfume.

—Bizancio...— susurro Sadik, sintiendo que el alma se le escapaba del cuerpo. No la recordaba tan hermosa y pacífica. Estaba tan embobado, que no se dio cuenta de la presencia del rubio, hasta que el se acerco, cargando el pesado tocado, mas representativo de la mujer. Con cuidado, lo coloco sobre la cabeza ajena, escuchando el tintinear de las perlas contra las joyas. El ambiente tenso y silencioso, fue rosto por un susurro de Alfred.

—Todo está bien, dear. Esta tierra, volver a ser de cristianos, todo acabo.

Por un momento, pensaron que no funcionaria. El corazón de ambos países estaba a punto de estallar.

Y, de repente, ella abrió sus ojos.

¿Daddy? (Hetalia x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora