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—¿Entonces? Tienes mucho para explicar— murmuro, Marina, observando el alto techo de la nueva casa de su amiga. (T/N) asintió con su cabeza, al mismo tiempo que soltaba un suspiro. Claro que tenía mucho que contarle.

—De acuerdo, pero vayamos a mi cuarto, ver la casa tan sola hace que me ponga nerviosa— menciono, tomando la bandeja. Comenzó a caminar por los pasillos, tratando de no perderse. N es que tuviera mal sentido de la orientación, si no que, apenas llevaba en esa construcción unas tres horas y era demasiado grande para su gusto. Cuando finalmente pudo divisar una puerta blanca, suspiro. Si, al menos sabia donde quedaba su lugar. Su amiga abrió la puerta, al menos una de las hojas, haciendo que ella entrara primero. La muchacha le sonrió y dejo la bandeja en la cama.

—Por Peter Pan, ahí entran cuatro personas— comento la rubia, al mismo tiempo que se acercaba. Por un momento, (T/N) se sintió algo cohibida por todo lo que la habitación presentaba. El lugar era tan, o más, grande de lo que había sido su antiguo departamento. Se encontraba iluminado con un gran ventanal con balcón y con ventanas más pequeñas a los costados. Las paredes se encontraban pintadas de colores claros, como si fueran manchones de pinturas y el suelo era de madera. El ambiente se veía demasiado vacio, pero es que no había tenido tiempo, ni ganas, de acomodar sus libros en las estanterías, junto con la escasa ropa que le habían comprado, luego del incidente, en el armario de la habitación contigua. Por ahora, solo estaba aquella simple, pero enorme, cama con dosel blanco y su coneja blanca. Ambas se sentaron en la cama, compartiendo un silencio que a (T/N) le hacía sentir bien. Marina tomo su vaso con jugo de fruta y comenzó a beberlo, mientras que la contraria movía el popote de un lado a otro.

—Soy una prostituta— soltó sin más.

—Lo sabía, amor— le respondió la contraria, sin inmutarse, para luego beber otra trago. (T/N) suspiro, bien, todo había comenzado y no recibía malas caras, eso era buena señal. Un poco más animada, dio un sorbo a su bebida.

—Vendo mi cuerpo por mis estudios pagados y millones de regalos— murmuro.

—Lo supuse, cariño—

—Soy exclusiva de ocho hombres— con aquello había logrado captar la atención de su amiga, quien mostraba un gesto sorprendido.

—¿Ocho?— la pregunta hizo que (T/N) asintiera, resignada a que su condición se agravara— ¡Eso es genial!— exclamo, haciendo que se sorprendiera. La mujer levanto una de sus cejas, observando a su compañera rubia. ¿Se había vuelto loca?

—¿Has escuchado bien? Te estoy diciendo que soy una mujer de la "mala vida", ¿y tu dices eso?— Marina se encogió de hombros.

—¿Qué tiene que ver eso? Ni las princesas tiene ochos pretendientes dándole vueltas alrededor. ¡Ah! Que daría yo por un harem de ocho mujeres— aquello ultimo lo dijo para sí misma.

—Ellos no son pretendientes, Marina, son mis compradores. Solo soy mercancía— susurro, logrando que, esta vez, su amiga la mirara casi como si quisiera pegarle una bofetada.

—Déjame decirte que, en parte, tienes razón, pero también la tengo yo. Piensa, (T/N), ¿Qué compradores se preocuparían tanto por ti? Las prostitutas obtiene dinero, pero tu obtienes eso y atenciones, porque no me digas que irte a buscar a la universidad no es una atención. ¿Es que acaso ellos te dejan tirada luego del sexo?— pregunto, logrando que la mente de la joven comenzara a repasar los sucesos anteriores. Cada vez que tenían relaciones, la acompañaban por un par de minutos, a veces todos los que ella quisiera, abrazados, tratando de regular sus respiraciones. A veces le dedicaban palabras en su propio idioma, logrando que la chica se preguntara qué demonios significaba eso.

—Bueno, no...— murmuro, aun recordando.

—¿Es que acaso ellos tiran dinero luego de que le des lo que quieres?—

—¡No! Ellos jamás harían algo así— exclamo. La sola idea de imaginarlos de esa manera le causaba escalofríos. No podía reemplazar los tiernos ojos de Feliciano en una mascara de superioridad, mientras le arrojaba una manojo de billetes.

—¿Es que acaso ellos solo recurren a ti cuando te necesitan?— las palabras de Marina eran certeras, causando que miles y miles de recuerdos hicieran estragos en la mente de (T/N). La muchacha negó, lentamente, con su cabeza, recordando y recordando. Ellos estaban siempre con ella, ya sea todos juntos o solo tres, o a veces era uno solo, pero siempre había una de sus presencias revoloteando a su alrededor.

—No, siempre me ayudan con mis tareas—

—¿Es que acaso ellos te toman sin procurar tu propio placer?— aquello había sido demasiado. La pobre muchacha sintió que los colores se le subían al rostro. Impresionada por las palabras de la contraria, alzo su vista.

—¿Cómo sabes que yo disfruto? Puede que lo aborrezca— dijo, aun sabiendo que era mentira. La rubia sonrió y tomo, lo último que quedaba de su refresco, para luego tirar su corto cabello hacia atrás.

—¿Has comparado como te veías cuando comenzaste el año? Cuando te vi eran una chica, si bien bonita, pero no sobresalías demasiado. Tu postura era terrible, ibas con los hombros hacia adelante casi tomo el tiempo, como si quisieras ocultarte. Tus ojeras eran inmensas y tu ropa... digamos no era la más atractiva. No recuerdo muy bien cuando fue, puede que casi terminando el invierno, comenzaste a incorporarte mas derecha, tus ojos lucían distintos, tenían un toque de picardía, (T/N), como los de una mujer que recibe un buen orgasmo cada semana— (T/N) se sentía desfallecer ante las palabras de su amiga—. Además te habían crecido las tetas y el cu...—

—Ya entendí, gracias— la corto. Marina soltó una risilla y se recostó sobre la cama, cerrando, por un momento sus ojos.

—Entonces, ¿qué? ¿Son o no pretendientes?— pregunto.

—No lo es, Marina. Hay tantas cosas que no se de ellos que no se si se podrían considerar como pretendientes—

—Tú no eres la que tiene que saber de ellos. Si no ellos de ti y, apuesto que saben mucho— diciendo esto, señalo un cuadro que estaba apoyado contra la pared. (T/N) suspiro, asintiendo. Si, muy bien, al parecer todo lo que decía la rubia la dejaba sin argumentos.

—Puede ser...— murmuro, recostándose al lado de ella. Por varios minutos, permanecieron en silencio, cada una en sus pensamientos, con la vista clavada en algún punto de la habitación. Lentamente, Marian se giro, hasta terminar recostada sobre uno de sus costados, dándole la cara a su amiga.

—¿Por qué no aceptas la idea de que puede haber un interés amoroso en ellos?— pregunto, haciéndola estremecer. Allí estaba la cuestión.

—Tengo miedo, Marina. Tengo miedo de enamorarme tan locamente y luego tener que chocar contra una pared blanca al darme cuenta de que nada era como yo pensaba— murmuro, observando los ojos café de su acompañante—. ¿Qué pasa si vuelvo a amar con todos los pedazos de mi corazón y luego vuelvo a cortarme con ellos? Lo siento, pero soy muy sentimental para eso—

—Debe ser terrible, si, tienes razón. No puedo comprenderte porque jamás me han roto el corazón, ya sabes que no me enamoro fácil. Pero estamos aquí por algo. Algunos se destacan por el conocimiento de las matematicas, otros por prestar su oído a quien más lo necesitan, otros por solucionar diversos problemas. ¿Qué tal si tu razón de estar aquí es para amar? Tal vez estas destinada a ser de esas madres rechonchas, con las mejillas rojas, imponiendo orden a seis niños, mientras esperas a tu esposo... O, ¿Por qué no? ¿Mientras esperas a ocho esposos?— la propuesta de su amiga le aterro.

—¡Que terrible suena eso! ¡La Edad Media quedo en el olvido, Marina!— sus palabras hicieron a la rubia reír—. No sé, jamás quise seguir esa vida impuesta... Quiero salir del molde y ser famosa por mis buenas obras y...—

—¡Olvida eso! ¡Se famosa por ser la mujer con un gran harem!— exclamo, logrando sacarle variadas risas a la chica. Dijeron mas y mas tonterías, haciendo que las carcajadas no acabaran nunca. Cuando por fin pudieron respirar sin que les duele el estomago, volvieron a mirarse.

—¿Tu que dices?— murmuro, (T/N).

—Que seas menos fría y te abras un poco más. No le tengas miedo a caerte, porque significa que lo has intentado. Qué triste es seguir con una vida monótona, sin riesgos, solo porque has seguido a tu cerebro. Aun eres joven, enamórate y desenamórate. Vuelve a enamorarte, llora, grita, patalea... Cualquier cosa, aquí tienes a alguien que te ayudara a enterrar un cadáver... U ocho— menciono Marina. 

Y volvieron a reír.

¿Daddy? (Hetalia x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora