❁63

1.5K 129 19
                                    

La basílica de Santa Sofía, ese día, estaba cerrada al público. La increíble construcción solo albergaba a dos figuras, que caminaban con lentitud por la estancia. El calor de afuera, pro suerte, no lograba entrar en la silenciosa y fría Iglesia, que era único testigo de lo que sucedía allí adentro.

Sadik había logrado convencer a (T/N) de que lo acompañara, no sin antes pasar por el scaner de mirada de Japón. Aquella mirada tan vacía le resultaba espeluznante, pero, al final, las demás naciones habían dejado a la chica ir con él, bajo el juramento que no la tocaría (había cruzado los dedos detrás de su espalda). Nada le costó cerrar aquella construcción solo para ellos y el rostro, asombrado de la chica, valía toda la pena del mundo.

—¿Qué paso luego de que ella... Murió?— pregunto la chica. No podía acostumbrarse a llamarse por si misma. No sentía que eran la misma persona. En sus visiones, Romania era una mujer de armas tomar, fiera y directa, sin miedo al dolor. Definitivamente, eran diferentes personas.

—Mehmed II hizo de Constantinopla, mi capital. Más tarde, la llamaron Estambul— comento, algo distraído, recordando aquel momento en el cual, solo, quería desaparecer. El silencio volvió a invadirlos, al mismo tiempo que caminaba por la construcción. No le daba abasto los ojos, de hecho le dolían un poco, para poder mirar todas las pinturas que allí adentro habían. Su vista aterrizo en un glorioso mural, pero, de repente...

—¡¿Le quitaron los marcos?! ¡Eran mis favoritos, Sadik!— exclamo, cambiando ligeramente el tono. El hombre, casi, sufrió un infarto al escucharla. Se oía igual de mandona que Bizancio— ¡Mierda, no se te puede dejar nada, mocoso irresponsable!— siguió diciendo la mujer. Si, sin lugar a dudas había recordado aquella madera tallada que tanto le había gustado. Turquía soltó un suspiro. ¿Cómo es que la había soportado tantos siglos?

Si quería extenderme, había que detener a los persas, que seguían en la frontera oriental. Nada más placentero, para mí, que verle la cara a mi gran amigo, Balto.

(T/N) se bajo del caballo, sin despegar la vista del Imperio Sasanido, quien, al verse encontrado, comenzó a correr. No sería justo, ni mucho menor divertido, atraparlo si viajaba encima del animal. Sin poder evitarlo, sonrió, lanzándose a su persecución. La adrenalina corría, impávida, por sus venas, haciéndola estremecer. Hacía rato no se sentía tan bien. Con facilidad esquivo a los inmortales, los soldados persas.

—¡Balto!— le canto, en voz alta. Lo estaba persiguiendo por las calles de la desprotegida y abandonada ciudad. Apenas si veía la espalda del muchacho. Corría rápido el muy cobarde—. ¡Déjate atrapar, cariño!— le grito, para luego soltar una carcajada. Le observo doblar, varios metros mas allá, sin embargo, no lo siguió. Se detuvo a recuperar el aliento y observo el magnífico atardecer. Era realmente bonito. Inspiro fuertemente y se adentro en uno de los callejones. Si mal no lo planeaba, el Imperio Sasanido debería estar...

—¡Aléjate de mi, (T/N)!— exclamo el chico, quien estaba siendo acorralado en un callejón. Ella arqueo una de sus cejas y negó con su cabeza.

—Cállate, se hombre— le gruño—. Tu y tus "guerreros inmortales", me están cansando. Retírate de una vez y terminemos con esto..— y, diciendo aquello, se giro. Lentamente comenzó a dar varios pasos hacia la salida, sin embargo, se giro, para tomar la muñeca derecha del chico, quien le apuntaba con un arma y arrojarlo estrepitosamente al suelo—. Que predecible...— murmuro. Se subió encima de el y coloco sus manos en el cuello del hombre. Este, rápidamente, comenzó a arañar las femeninas, pero fuertes, manos ajenas, tratando de que ella se apartara.

—¡R-romania!— bramo, sintiendo como el aire le faltaba.

—Escúchame bien. Se que no vas a morir, no hoy, tal vez dentro de unos siglos, así que dejemos esto por las buenas, porque podría torturar tu cuerpo todo el día sin siquiera sudar— la voz de la chica era, mas grave, haciendo que el muchacho, temblara bajo ella—. ¿Lo harás querido? Retira tus tropas y dejemos esto aquí— menciono, para luego soltarlo. Persia inspiro profundamente, luego de toser.

¿Daddy? (Hetalia x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora