❁52

1.7K 163 16
                                    

—¿Hola?— murmuro la muchacha, al mismo tiempo que se sentaba, lentamente, sobre la cama. La llamada le había tomado por sorpresa en mitad de su religiosa siesta.

—¡(T/N), lo siento!— una voz conocida, llego a sus oídos, haciéndola despabilarse. Lo había estado evitando por semanas, pero, al parecer, el no se rendía. Sopeso el hecho de cortarle la llamada en ese momento, pero le pareció de mala educación, aun después de lo que había hecho.

—Ethan... ¿Podrías dejar de llamarme cada día? Recibo, mínima veinte llamadas tuyas en el día— susurro, tratando de no caer dormida de nuevo.

—No, no puedo ni quiero— la voz firme de su familiar le hizo soltar un bufido. Pero que terco—. ¡Quería que me respondieras! ¡Necesitaba oírte, (T/N)!— exclamo, haciendo que tuviera que apartar, un poco, el móvil de su oído.

—Está bien, ya hablamos, ya me escuchaste, creo que será mejor que cort...—

—¡No, aun no! ¡Solo espera!— medio grito, haciéndola sobresaltar. Espero unos momentos, sintiendo unas largas respiraciones. Al parecer estaba tomando valor—. Lo siento, realmente fui un idiota...—

—Si, realmente fuiste un idiota— asintió con su cabeza.

—Lamento haberte gritado, lamento haberte dicho esas cosas, lamento que te hayas tenido que ir asi de casa...—

—¿También lamentas haberle dicho a papa?— por un momento, se sorprendió de la frialdad en su tono de voz. Jamás podría haber pensado en hablarle así a su hermanito. Un silencio se hizo al otro lado de la línea, incluso llego a pensar que el había cortado.

—Si— dijo, finalmente, al mismo tiempo que exhalaba el aire—. Me di cuenta de que, mientras no dañes tu salud física ni mental, son problemas tuyos— aquello hizo que la chica sonriera.

—Que bueno que lo digas... ¿También te arrepientes del beso?— no era que le gustara recordarlo, pero no podía evitarlo.

—No— la respuesta de su hermano fue corta y contundente.

—¿N-No?—

—No, pero necesito hablarte de ello. Quiero aclarar las cosas y que ninguno sufra mas tarde. ¿Estarás en tu casa la semana que viene?— pregunto Ethan, haciendo que (T/N) dudara.

—Si, te mandare la dirección luego— asintió. ¿Qué más daba? ¿Qué mas podría pasar entre ellos? Era mejor arreglar las cosas cuanto antes.

—Muy bien. Hasta entonces... Fea— la tensión se había roto con aquella palabra, logrando que la chica soltara una carcajada.

—Hasta luego, pequeña mierdecilla— y, luego de eso, corto la llamada. Soltó un profundo suspiro y, sin cuidado alguno, volvió a acostarse sobre la cama. Aquella corta comunicaciones le había hecho recordar demasiadas cosas. Cosas que no quería volver a mirar hacia atrás. Cerro sus ojos, tratando de no pensar en mas nada, que no sea el frescor de la habitación, mas todo cambio cuando su atención se poso en la puerta que se abrió. Volteo su vista hacia allí, observando como Japón, entraba por allí. Al parecer llegaba del trabajo, puesto que tenía un traje puesto y no las ropas que, usualmente llevaba. El hombre se movía lentamente, pero al echarle una primera mirada y observar que estaba despierta, sonrió. Cerró la puerta de la habitación, dejando fuera un Julio Cesar bastante enfadado, que no hizo más que gruñir y rascar la barrera de madera. (T/N) pensó que, cuando fuera más grande, ya nada se le resistiría y tirar una puerta abajo no le sería muy difícil.

—Pensé que dormías— musito el país, al mismo tiempo que se dirigía hasta la cama, en el centro de la habitación. Ella asintió con su cabeza, volviendo a cerrar sus ojos. La presencia del mayor la tranquilizaba de sobremanera. Era, algo asi, como un adormecedor.

—Lo hacia hasta recién, pero llamo Ethan— murmuro, tratando de no romper la atmósfera de somnolencia. El contrario, retuvo las ganas de bufar que tenia. Se habían descuidado. Normalmente, cada que aquel hombre llamaba, ella estaba con alguno de ellos para que pudieran distraerla y así no atender la llamada. Al parecer, se confiaron demasiado. No le gustaba ese tipo. Vaya, se encontró pensando como un padre con su hija. No le gustaba, no solo porque se robaba la atención de Ichigo, además de los otros siete, si no porque, según palabras de China, la había hecho llorar. Nadie, ni nada, podía hacerla llorar, a menos que sea su muerte, pero, para eso, faltaba demasiado.

—¿No crees que deberías dejar de ponerle tanta atención?—pregunto, al mismo tiempo que se sentaba en la cama. Hubiera querido decirle que dejara a aquel vulgar hombre de lado, pero no podía ser tan cruel, no aun. Estiro una de sus manos y acaricio, con cuidado, la mejilla ajena, disfrutando de la suavidad de la piel de la menor. (T/N) suspiro y lo observo.

—Pero es mi hermano, casi, digamos, como mi hijo—

—Ah, cría cuervo y te sacaran los ojos, dicen— aquello lo susurro, al mismo tiempo que esbozaba una amarga sonrisa. A la muchacha no le gusta, para nada, aquella versión del japonés. Si bien aún mantenía su expresión tranquila, aquella misma tranquilidad parecía cortar como hielo.

—El no es malo, señor Kiku. Tiene un trabajo, está terminando la escuela y el año que viene se mudara a la ciudad para comenzar a estudiar. No hay nada malo en un muchacho asi— menciono, molesta, al mismo tiempo que se incorporaba, apartando la extremidad del contrario. El país asiático se alarmo ante aquel dato. ¿Se mudaría a la ciudad? Y, lo mas probable, es que quisiera vivir con ella. No, nada de eso.

—La hizo llorar, (T/N)— respondió, con firmeza. Sus ojos café, siempre suaves, ahora se clavaban, con fiereza en el cuerpo y mente de la chica—. No hay ser más horrible que aquel que daña a la mujer que lo crio—

—¿(T/N)? ¿Qué paso con Ichigo?— pregunto, al mismo tiempo que arqueaba una de sus cejas. Había ignorado olímpicamente que Japón tenía un punto a favor con ese razonamiento. El hombre desvió su mirada. Le había dolido mas a él, que a ella, decirle así; pero no pudo evitarlo, no le gustaba que lo defendiera, así como tampoco le gustaba que defendiera a los demás, pero, claro, el resto eran países y no quería llevarse mal con ellos, no cuando debería verlos por cientos de años más.

Ichigo es aquella dulce niña que siempre me hace caso o me trata de sobornar— hablo—. (T/N) es quien desafía mi persona y quien debe atenerse a las consecuencias—

—¿Ichigo, también, es esa chica con la cual tuvo sexo en el receso de una conferencia mundial?— pregunto, clavando su vista en aquel hombre. Ella también podía jugar al juego de las frialdades. El país, al escucharla, sintió sus mejillas arder, no se la había visto venir. Soltó un suspiro, tratando de calmarse y asintió, con una sonrisa que había ensayado par varios siglos.

—Claro que si. Una niña un poco traviesa, pero si— comento, tratando de mantener su compostura.

—¿Si? Pues que bien por ella, pero debo recordarte que fue (T/N) quien le intereso. Ichigo vino después— menciono. Japón no dijo más nada, porque, realmente, estaba pensando que podría decirle. Tenía toda la razón, no podía refutar nada. ¿Para que servían tantos años si no podía contra los sentimientos? Hubiera mentido descaradamente, pero su moral no le dejaba. Finalmente soltó un suspiro y asintió con su cabeza.

—Ah, si, tiene toda la razón. No puedo mentirle—susurro, dispuesto a irse. Al parecer, el destino solo quería jugarle una tonta pasada. Soltó un suspiro y, estaba a punto de levantarse de la cama, cuando sintió algo que tiraba del borde su traje. Al bajar su vista, observo que era ella quien le sostenía, mientras le observaba, con un leve puchero en su rostro. Definitivamente le gustaban las cosas lindas y ternas, pero esto sobrepasaba su limite.

—No se vaya. No quiero que nos pelemos por cosas tontas— balbuceo. No podía evitarlo. La mención de su hermano le había hecho reaccionar mal y sin pensarlo. Era uno de esos días donde o mataba a medio mundo o lloraba. Días complicados—. No quiero que mi tranquilidad se vaya con usted— susurro, sintiendo una gran opresión en su pecho. El país la observo unos segundos mas, hasta que asintió, al mismo tiempo que soltaba una risita. Asi la quería, loca. Tenia una locura preciosa. ¿Quién no perdería la cabeza por ella? Se inclino y beso sus labios con cuidado, al mismo tiempo que ella rodeaba el cuello ajeno con sus manos.

—Aquí me quedare, siempre, Ichigo

¿Daddy? (Hetalia x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora