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—¿Y bien? ¿Que es lo que haremos?—pregunto, América, en tono bajo. Los demás países le observaron, algunos con la ceja levantada, otros con la duda plasmada en el rostro.

—¿Haremos? No podemos hacer absolutamente nada— comento el ingles, mientras sostenía la taza de te en sus manos, para luego sorber un poco de la infusión. Se escucho un bufido en la sala, proveniente del americano.

—Piensa, América, ¿crees que la petite va a dejar que la ayudemos?— una sonrisa,a sin una pizca de gracia se formo en el rostro del galo.

—Ella me hablo de su padre, una tarde, dijo que no deseaba preocuparlo mas. Tal vez por eso tiene tantos trabajos— la voz de Rusia, sonó dulce para tan tremenda realidad.

—Es, realmente, admirable—

—Lo es, Japón, pero con tantas cosas para hacer, ya no se puede divertir... ¡Hace tanto que no tomamos el te, aru!— se quejo China, haciendo un leve mohin.

—¿Alguien mas piensa que esta dejando de alimentarse?— Italia hecho una rápida mirada al pasillo, asegurándose de que ella no estuviera cerca.

—Sera... ¿Que no tiene para comer?— la pregunta de Alemania les cayo como un baldazo de agua fría. Nadie dijo absolutamente nada, pero todos concordaban en la misma idea.

—Recuerdo haber visto un recibo de su Universidad. Ya sabes, prueba de que pago el mes y la cuota... Bueno, digamos que no era para cualquiera— Italia volvió a hablar, teniendo en a mente, la tarde, antes de que todo aquello comenzaba, en la que la pasaron en su casa, escuchando música, hablando y, ocasionalmente, ayudándola con una tarea. Algunos suspiraron, mirando las tazas que tenían frente a ellos o en sus manos. Era viernes noche y, para cualquiera que tenia un trabajo los cinco días de la semana, era un día de fiestas, de ausencia de preocupaciones... De tirar la casa por la ventana; pero allí estaban ellos, conversando, medio a escondidas, para que (T/N), no los escuchara.

Luego del encuentro esa tarde, en la librería, la mujer había desistido de ir a sus clases y asistir a al cena en al casa de Feliciano. Trataba de calmar su conciencia diciendo que solo se perdía dos horas de clase de una materia en la que sacaba, siempre, nueve o diez. Al final, llego a la casa, bastante culpable, pero cuando sus demás amigos la recibieron, se olvido de todo. Se olvido de sus tres trabajos, se olvido de que estaba pasando mas hambre que la salubre para poder pagar la matricula, se olvido que debía comprar costosos materiales para sus próximos proyectos, se olvido que no llegaría a pagar la boleta del gas. Se olvido absolutamente de todo. El aroma a salsa, a vino y a los perfumes masculinos que ella tanto adoraba, sobretodo el del señor Yao -aun no lograba tutearlo-, la envolvieron y la hicieron reír como hacia rato que no lo hacia. Tal vez no era el grupo de personas mas unidas, o las mas silenciosas, o las mas tranquilas, pero eran sus amigos y ella los adoraba. Tenerlos todos juntos, en un ambiente tan cálido, le hacia sentirse como una niña en su cumpleaños perfecto. Luego de la cena se ofreció a lavar los platos, junto con Alfred a quien, prácticamente, obligo y al final, termino cediendo cuando ella le dijo "Los héroes siempre ayudan, Alfred. ¿Me ayudaras?, ¿seras mi héroe?", con esa simple frase, provoco un tremendo sonrojo por parte del rubio, pero unos gruñidos por parte de algunos países. En el proceso, América le tiro un poco de espuma y allí se desato la guerra. Entre risas y gritos, terminaron llenos de jabón, al igual que la cocina, que, luego, tuvieron que limpiar, aguantandose los regaños de Inglaterra y los "Pudieron haberse lastimado", de Alemania y Japón. Le había pedido una camisa a Italia, para poder reponer la parte mas afectada de su vestuario y, en ese momento, se estaba cambiando en el baño. Al pobre América le dejaron las ropas húmedas, a pesar de sus repetidas quejas.

—Han dicho que ella no aceptaría a cambio que de algo, ¿verdad?— Inglaterra interrumpió el silencio en la sala, haciendo que todos los presentes miraran en su dirección.

¿Daddy? (Hetalia x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora