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Era viernes y, ese día, no había clases en su universidad. Su cuerpo rogaba un descanso, pero su mente le recordaba los múltiples trabajos que debía de hacer. Bostezo, tratando de mantener los ojos abiertos y comenzó a caminar por la calle. Hubiera podido quedarse en la tina, tomando un largo baño, pero, en vez de eso, se había duchado rápidamente, para luego ponerse una falda junto a un suéter y encaminarse a la biblioteca. De verdad deberían darle un premio a la mejor voluntad. En su bolso, llevaba su carpeta con los múltiples trabajos que debía realizar y una lista de los libros en donde podría sacar la información. Habia escuchado que en Internet estaba todo, siempre esta todo en Internet, pero como podía pagar, a penas, la cuenta del celular, no pensaba en instalar ese servicio... Ademas que tampoco tenia computadora, claro.

Subio varios escalones de la biblioteca municipal y entro en la misma. Al instante, el calor azoto su rostro, haciéndola temblar ligeramente por el cambio de temperatura. Dio unos cuantos pasos, mientras se quitaba la bufanda y lo guantes. Se detuvo a admirar los ornamentos que embellecían el largo pasillo, sintiéndose en una época diferente a la que estaba. Por un momento se imagino con un amplio vestido, lleno de moños y volados, tal vez acompañada de un caballero, o no. Ante aquella imagen, soltó una leve risilla y siguió su camino hasta dar con un gran salón. Aquel lugar tenia dos pisos con las paredes repletas de libros, mas varias estanterías en el centro del recinto. Algunas discretas mesas se distribuían por aquí y por allá, acentuando la imagen de laberinto. Suspiro y se dirigió hasta una mesa donde, sobre la silla, dejo su cartera y abrigo. Luego tomo la lista y comenzó a dar vueltas por los diferentes estantes.

Arthur levanto la mirada del octogenario libro, cuando escucho el ruido de catones sobre el suelo de madera pulida. No era a bibliotecaria, la señora Benett no usaba tacos y, en ese momento, no se encontraba alli. Le era extraño escuchar la presencia de alguien mas porque casi nadie asistía a aquella biblioteca. Con suerte se mantenia con la mantecion del estado y con un gran aporte que el realizaba cada mes. No podia dejar que ese santuario se cayera a pedazos, tenia una coneccion muy profunda con ese lugar. Solto un suspiro, mientras se levantaba de su asiento, dispuesto a decirle a quien hiciera ese insistente sonido, que se detuviera, que no dejaba concentrarle. Apenas hoy habia tenido dos reuniones, America se comportaba de manera extraña, Rusia se comportaba de manera extraña... ¡Lo estaban volviendo loco! ¡Tenia derecho a relajarse en su biblioteca favorita! Finalmente, luego de unos minutos de busqueda, se encontro con aquella persona.

—Niña deja de hacer tanto ruido, algunos intent...— habia enmudecido, al elevar la mirada. Una muchacha, de no mas de viente años de edad, estaba subida a la pequeña escalera movil, rebuscando entre polvorosos textos, siendo tan descuidada que, desde ese angulo, se podia ver parte de sus bragas. Por un momento, penso que su corazon se iba a salir del pecho... ¡Eran de encaje! ¡De su color preferido!

—Ah... Mil disculpas, señor— menciono la chica, apartando su vista de los encuadernados. Con quien menos esperaba encontrarse era con aquel hombre de cejas gruesas. ¿Es que estaba destinada a cruzarse con cada sujeto que habia conocido aquella vez? Tal vez el Universo le estaba deseando decir algo. Si era asi, que por favor lo gritara, ella no era buena para las indirectas. Observo como el bajaba la mirada rapidamente, aunque pudo ver un gran sonrojo, que iba desde las mejillas y llegaba hasta las oreja sy, estaba segura, cuello tambien.

—C-como sea. I-intenta hacer menos ruido— diciendo esto, Inglaterra se retiro del campo de vision de la chica, pero solo para colocarse detras de una estanteria. ¡Diablos! ¿Debai ir a decirle que sea mas cuidadosa con respecto a su ropa interior? No, claramente, el, quedaria como un pervertido... Era un pervertido, las epocas de pirata habian contribuido en gran parte a eso, pero, tambein, era un caballero y debia comportarse. Se mordio el labio inferior, mientras la imagen de aquel trozo de tela cubriendo parte de las nalgas de la mujer se repetian una y otra vez en su mente. ¿Porque justo ella? ¿Porque no una de sus "amigas" que instian en ponerse esos finos hilos que no eran nada atractivos a sus ojos? Obviamente estaba siendo castigado por alguna fuerza por burlarse de Francia... Seguro era eso. Con cuidado, volvio a verle, asegurandose que ella no lo viera, pero, la mujer, seguia tan ensimismada como antes.

—Este no es.... El otro...— murmuraba, leyendo los nombres de los tomos. Inglaterra suspiro y se masajeo las cienes. Apostaba que, debajo de ese holgado suéter, tenia un cuerpo firme y suave, pero... ¿Porque tenia tanta cara de niña? ¡Le hacia sentirse un pedofilo!

—¿Que esta buscando señorita? ¿Podria ayudarla?— se ofrecio, casis in pensarlo, apareciendo tan de repente que (T/N) sufrio un leve sobresalto.

—Y-yo busco "El Mito de Sisifo", de Camus, señor— menciono, observandolo. Inglaterra estaba llorando sangre para no verle las bragas de nuevo, puesto que ella no se bajaba de su lugar.

—Eso no lo encontraras aqui, esta en la seccion de filosofia, en el segundo pasillo. Puedo ayudarla a buscar... N-no lo hago por ti, solo quiero regresar a mi lectura— aquello ultimo lo murmuro, pero, a la jovencita no le importo. Se bajo rapidamente y le sonrio, asintiendo con su cabeza.

—¡Claro, por favor, señor!— exclamo. Arthur, antes de que le viera el sonrojo que le provoco tal acto, se giro y comenzo a andar. Encontrar el dichoso libro fue bastante facil, ya, en la seccion correcta. La niña, practicamente, saltaba de felicidad, alegando haber encontrado el material para sus informes. El pais se sento sobre una de las sillas, mientras ella volvia a consultar la lista.

—¿No tienes internet? Usualmente nos chicos lo utilizan para hacer estos trabajos— menciono el rubio, sacando de sus ideas ala muchacha. Esta nego con su cabeza y suspiro.

—Lamentablemente no, mi presupuesto no da para mas. Es genial tener el alcance del mundo a un click, pero tambein es genial venir aqui. Cada vez que paso por la puerta me siento... ¡Como una dama en el siglo XVII!— le confeso, sonriendo— Ademas, me encanta el aroma a libro... Es especial...—

Inglaterra no pudo evitar imaginarsela con esos grandes vestido que a el tanto le gustaba, y le siguen gustando. Sin duda era una persona de lo mas interesante. Sonrio y apoyo el codo en el apoyabrazo de la silla, para luego apoyar su menton en aquella mano.

—¿Como se llama, señorita?— pregunto, esta vez, con mayor confianza. Ya no era una "niña", ahora habia pasado a ser una señorita interesante a sus ojos y a las señoritas interesantes se podia dar el lujo de tocarlas y dejarlas jadeando, suspirando su nombre, con el cabello revuelto y con los labios hinchado luego de una noche de pasion.

—Me llamo (T/N) (T/A), señor. ¿Usted?— pregunto la muchacha, observandole. Tenia un aire galante y maduro, como si hubiera atravesado varios siglos... aunque seguro solo eran desvarios de ella. El rubio se coloco de pie y se inclino, sujetando su mano con delicadeza, para luego rozarla con sus labios.

—Arthur Kirkland, para servirle—

(T/N) no se dio cuenta de que la punta de la lengua del pais se paseaba lujuriosamente por sus labios, pensando una y mil maneras de hacerla estremecer.

¿Daddy? (Hetalia x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora