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Nuevamente lunes. Nuevamente se encontraba limpiando aquella sala, tratando de cumplir con el tiempo que le habían puesto. Cerro las ventanas y acomodo las cortinas a los costados, para que la luz natural entrara en la habitación. Tomo el ambientador y comenzó a rociarlo por todo el lugar, para luego dejarlo dentro de un carrito de limpieza. Como hoy había tenido que asear por debajo de las alfombras, el trabajo había sido mayor, pero, por suerte, ya había terminado. Con rapidez, guió sus ojos hasta el reloj en su muñeca izquierda. Bien, faltaban unos cuantos minutos para que aquellos hombres llegaran y ella no quería estar cuando lo hicieran. No porque les hubieran caído mal, pero, simplemente, se sentía... intimidada. Se incorporo y observo toda la sala, asegurándose que no se olvidaba nada. No, todo había quedado perfecto. Suspiro y tiro del carrito, avanzando para salir de allí, cuando, de improvisto, la puerta se abrió.

"No otra vez...", pensó (T/N).

—¡Hola!— exclamo el hombre rubio. Si mal no recordaba, lo había visto la vez anterior, si, definitivamente era así, esa sonrisa no se podía confundir. La muchacha pudo observar como apretaba la pantalla del móvil, acallando una llamada.

—Buenos días. Lamento la demora, pero la sala ya esta lista, señor— comento, mientras apuntaba detrás suyo— Si me disculpa. Que tenga un buen día...— le dedico una sonrisa y, comenzó a empujar el carrito. Alfred, en ese momento, se encontraba algo pasmado. ¿Le incomodaba estar con el a solas? Habia venido, exclusivamente, mas temprano que los demás países para poder verla. Desde el encuentro de las semanas anteriores, no la había podido sacar de su cabeza. Una y otra vez, se imaginaba pequeñas conversaciones con aquella señorita. Tal vez le había impresionado que le siguiera el juego a Francis, cuando una chica cualquiera le golpearía... mínimo. O... tal vez eran esas bolsas moradas debajo de sus ojos. ¿Cuantos años podría tener? No mas de veinte, estaba seguro. ¿Que chica, tan pequeña, tiene ese tipo de coloración? ¿Que chica no se preocupa por su rostro? Ademas de... ¿Que chica se colocaba esas camisas tan amplias? Si bien era de la empresa de limpieza, estaba seguro de que podría haber conseguido algo mas entallado a su cuerpo. Su cuerpo... ¿Como seria? ¿Tendría lunares por toda su espalda? ¿Tendría una marca de nacimiento graciosa o en algún lugar comprometedor? ¿Sus pies serian delicados? ¿Su cuello seria sensible? Porque si, en ese momento quería morder su cuello, morderlo y dejar la marca de sus dientes sobre aquella piel.

—¿Porque Rusia no para de hablar de ti?— fue la pregunta que rompió el silencio y que hizo que se detuviera. Observo como la muchacha se giraba sobre sus talones, observándolo, curioso.

—¿Rusia?— murmuro. ¡Diablos! Habia olvidado que no debían de mostrarse como países. Rápidamente negó con su cabeza y tiro, nerviosamente, su cabello hacia atrás. Debía de ser cuidadoso.

—Ehh... Hablo de Ivan Bransky— al momento en el que lo dijo, la joven sonrió, recordando las, varias, horas, que pasaron en el auto hasta que termino el embotellamiento. De mas esta decir que no asistió a la universidad y recompenso al ruso con café y unos bombones de chocolate hechos por ella misma. Aquella mueca de felicidad, a América, no le gusto nada. ¿Que había pasado entre ellos? Sabia que el podría distorsionar la realidad, solo para molestarlo.

—El señor Braginsky fue muy amable al llevarme hasta mi casa el día... viernes, de la semana pasada. Es una peros na muy agradable, ¿no lo cree?— nuevamente, no le había gustado nada. ¿Le gustaba Ivan? Bueno, nada que no pudiera remediarse... aun. Soltó una pequeña risilla, sacando de sus pensamientos a la muchacha.

—Normalmente... es alguien bastante terrorífico. Parece que le agradaste... mucho mas de lo que esperaba...— aquello ultimo, lo murmuro, casi para si. (T/N), se encogió de hombros. Sabia que le agradaba a Ivan, no por nada se habia ofrecido llevarla a casa.

—Yo creo que solo intimida por su tamaño, señor...—

—¡Alfed! Mi nombre es Alfred Jones— se apresuro a presentarse. Rayos, estaba pensando en acercarse a ella cuando la mujer ni sabia su nombre. Realmente estar frente a la chiquilla le afectaba seriamente. No podía soltar esas frases que calmaban el ambiente, o, por lo menos, lo volvían festivo. Solo quería estrujar algo para sacarse los nervios. (T/N) asintió ante la presentación y le sonrió.

—Un placer señor, Jones, yo soy la chica que limpia y que atiende las mesas...— aquello le hizo soltar una risilla—. O simplemente (T/n)—

—¿Atender las mesas?— aquello había sido un dato muy interesante para el país que, ahora, le observaba curioso.

—Si, trabajo como mesera en el restaurante "Vitel". ¿Lo conoce?—

—¿Como no voy a conocerlo? Hacen las mejores patatas fritas, ademas que su carne es excelente— comento, alegremente. Si, solía salir de su dieta a base de hamburguesas y malteadas, no siempre, pero lo hacia y, al parecer, de ahora en mas, visitiaria ese lugar mas seguido. La chica asintió con su cabeza, alegre de saber que el contrario reconocía el lugar.

—Si, así es, al menos eso es lo que escuche— el ambiente se había relajado mucho mas a comparación de hacia unos minutos y la chica ya no se sentía tan intimidada como antes. Alfred podría aparentar su edad... pero tenia algo mas que le hacia verse... mas maduro que el resto de los chicos. Un aura de extraño misterio, la cual envolvía, también, al señor Ivan y Yao.

Pasare mas seguido por allí, entonces... Pero debes prometer que tendré un trato especial, belleza— aquella ultima palabra había salido de su boca sin pensarlo. Por un momento, se sintió en los años sesenta, cuando seducía a mujeres en los barrios bajos. Penso que ella se sonrojaría o balbucearía, pero (T/N), soltó una pequeña carcajada.

—De verdad creo que necesita aumento, señor Jones. Bueno, fue un placer conocerlo, pero ya debo retirarme. Con su permiso— se despidió y, antes de que el rubio pudiera evitarlo, ella se habai marchado de la habitación. Una sonrisa se formo en sus labios, mientras se apoyaba en el borde de la mesa. Aquella risa había hecho temblar todo su ser. Si con, solo, eso, lograba tales cosas... ¿Que pasaría si la escuchaba gemir? Apostaba que su sola voz lo haría llegar al clímax cual niño que, claramente, no era. ¿Su tono seria mas agudo? ¿Soltaría sollozos? ¿Gritaría su nombre mientras arañaba su espalda? ¿Cuan sensible seria? ¿Que se animaría a hacer? Esas y otras preguntas se arremolinaban en su cabeza, haciéndolo soltar suspiros.

Y así paso la reunión habitual, sin demasiado que aportar. Todos los países notaron que los cristalinos ojos de América estaban turbios como el océano en tempestad.

¿Daddy? (Hetalia x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora