—¡No puede ser!— exclamo América, mientras sonreía. Empujo la puerta de vidrio hacia un costado, dejando que la chica pasara primero. El recibidor del edificio los sorprendió con una agradable brisa fresca. Por lo menos, el aire acondicionado funcionaba. (T/N) sonrió y suspiro, para luego comenzar a caminar al elevador.
—¡Claro que puede ser! Es decir, es extremadamente perfecto y yo no le digo eso a cualquiera— comento, elevando sus hombros. Abrió las puertas del ascensor, y, luego de que el hombre pasara, las cerro. Marco el numero "25" y con un movimiento algo bruco, la maquina comenzó su trayecto con lentitud.
—¡Ah! Y ahora eso, me voy a poner celoso— menciono el rubio, desviando su mirada d ela muchacha, para contemplar el extremo del lugar. La muchacha rio levemente y se acerco a el. Paso sus brazos por el cuello del mayor y recargo todo su peso sobre le ser ajeno. El hombre no le envolvió como siempre lo hacía, pero su corazón comenzó a palpitar de manera salvaje. Ella siempre provocaba eso y, mucho más ahora, cuando había desarrollado o se podía notar una actitud más descarada de su parte.
—Tony Stark podrá ser genio, millonario, playboy y filántropo; pero tu eres real— dijo, tratando de calmar las cosas. Se coloco de puntitas y repartió suaves besos por el hueso de la mandíbula, escuchando como su acompañante soltaba un suspiro. ¿Cómo ignorar esas suaves acciones? No se podía y, como tal, Alfred termino cayendo. Rodeo cintura de la menor en sus brazos y beso sus labios. (T/N), contenta de que había logrado su cometido, sonrió entre aquel mimo, para luego morder el labial inferior del contrario, haciendo que, de inmediato, una danza de lenguas se desarrollara entre ellos. Olvidando, por un momento, en el lugar que estaban, el rubio la presiono contra uno de los muros, al mismo tiempo que jugaba con el cordón de la larga falda color celeste que la mujer llevaba. Estaba a punto de quitarla, cuando el elevador se detuvo. Rápidamente se separaron, pensando que alguien los habia visto en aquella comprometida escena, pero, al ver que habían llegado al correspondiente piso, suspiraron.
—Aun creo que el Capitán América es mucho mejor que Iron Man— comento, la nación, sonriendo, al mismo tiempo que salía del cubículo. Ella sonrió y camino con el por el pasillo donde se encontraban variadas puertas. Sus ojos se deslizaron, rápidamente, hasta donde se encontraba al entrada de su apartamento, pero su corazón se detuvo al ver la escena.
—Oh no— murmuro y corrió los metros que faltaban. La madera se encontraba forzada en el área de la cerradura y la misma estaba en el piso. Estaba a punto de pasar a su hogar, cuando el país la detuvo. Con una seña le indico que caminara detrás suyo y, así, entraron. La muchacha no pudo reprimir un jadeo cuando vio sus cosas regadas por todas partes, algunas de ellas rotas. Los muebles de la sala y la cocina se encontraban astillados y abiertos, sin el contenido correspondiente, dentro. El sofá individual presentaba una puñalada y el relleno se salía, como si fuera sangre. Los variados cuadros que le habían regalado estaban rotos, al igual que algunos libros.
—Al parecer no hay nadie— la voz de su protector la tranquilizo y comenzó a andar a su cuarto. Las paredes estaban pintadas con garabatos y frases, algunas de amor, otras de desprecio. Al entrar a su habitación, pudo ver que el colchón había sido blanco de varios cuchillos que se encontraban clavados en el. La cama estaba rota y el armario revuelto. Su ropa también se encontraba destruida, en su mayoría lo que había adquirido en la ciudad y lo que le habían regalado. Sus prendas interiores no estaban. Con rapidez, corrió hasta un rincón y observo, casi con placer, que su peluche estaba en el mismo lugar que antes. "Elizabeth", la coneja blanca, casi del tamaño correspondiente a medio cuerpo suyo, se encontraba oculta y algo aplastada por unos cajones que pertenecían a su armario. Se la había regalado Arthur y aun recordaba la emoción de sus ojos cuando le dijo que le pondría el nombre de la reina virgen. Tomo entre sus brazos el muñeco, como si quisiera protegerse y se arrastro, nuevamente hacia la sala. Como una máquina, comenzó a acomodar el desastre. Aun no podía creer que esto le estuviera pasando a ella. ¿Por qué? Era buena chica, ayudaba a las ancianitas a cruzar la calle, no solía decir palabrotas y hacia sus deberes a tiempo. ¿Entonces? Trago fuertemente, sintiendo un nudo en la garganta cuando vio la carpeta de la universidad hecha pedazos. Las hojas estaban rotas y manchadas, ya no había forma de recuperarlas. Con dedos temblorosos trato de unirlos, pero nada funciono. America, al ver esto, se trago su furia y se dejo caer a su lado.
—Hey, hey, tranquila, es imposible— le susurro, tomando las extremidades superiores de la menor. Ella desistió de su tarea, quedándose inmóvil, para, mas tarde, observarlo. Al país se le partió el corazón cuando vio como lagrimas y lagrimas se derramaban por sus mejillas.
—¿Y... ¿Y ahora qué hago?— balbuceo la muchacha, deseando una ayuda, por mas mínima que fuera. No sabía como reaccionar. Creía que nadie sabría como reaccionar ante eso, pero, en lo más profundo de su ser, una voz le reprochaba que si no se hubiera vuelto tan mimada por ellos, sabría poner las cosas en orden. El rubio tomo el mentón de la mujer y depósito un suave beso en los labios ajenos.
—Vamos, Kitten...— murmuro y se incorporo. Tiro, levemente de su acompañante y, sin demasiado esfuerzo, logro levantarla. La chica se dejaba conducir, recordando las imágenes de lo que había sido su apartamento y de lo que ahora era. Trago fuertemente y, antes de salir, tomo la coneja, como si fuera un cable a tierra.
—Fue Federik— menciono, cuando volvieron a entrar en el auto. El país no dijo nada—. Estoy segura, pero jamás había llegado a tanto— aquello ultimo lo dijo para ella, al mismo tiempo que abrazaba, compulsivamente, su peluche. No se sentía segura, ni siquiera al lado de uno de sus protectores. ¿Cómo podía estarlo cuando su santuario, su hogar, había sido ultrajado? ¡Y de qué manera! Ante el inusual silencio de su acompañante, cerró los ojos, tratando de tranquilizarse. Minutos más tarde, la respiración, lenta y suave, de la chica, le indico a la nación, que se encontraba durmiendo. Sin dejar de conducir, saco su celular y marco el número de Italia.
—Buenas tardes— lo saludo, la voz tranquila y apacible del latino, aunque sabía, muy bien, que esto solo era por unos pocos segundos.
—Ni tan buenos. ¿Qué tal vas con la investigación del tipo?—
—Hijo no reconocido de una familia muy adinerada, la cual posee bastantes propiedades y empresas por todo el mundo. Su padre lo envió al campo junto con su abuelo materno y allí se quedo. Notas mediocres, algunos cargos por beber en la vía pública, pero nada más. Estuvo trabajando en el pueblo rural como cajero del supermercado hasta hace unas semanas, justo cuando la ataco— relato el hombre.
—El departamento de Kitten está destruido. Sabe que fue el...— no pudo seguir hablando porque, del otro lado, se escucho variados golpes y sonidos de objetos rompiéndose. De lejos, se podía oir la voz del latino maldiciendo en su idioma.
—Esos inútiles buenos para nada...— murmuro, mas para si mismo.
—Yo me encargare del silencio de los vecinos, tu encuéntralo lo más pronto posible— se escucho una respuesta positiva del otro lado y, cuando estaban a punto de colgar, América agrego— Italia, no lo mates. No aun—
Acelero la velocidad de su vehículo y, finalmente las verjas negras se abrieron, dándole paso a una gran mansión. Enseguida, se vio rodeado de sus empleados, quienes observaban con ojos curiosos la muchacha que estaba en el asiento del copiloto. (T/N) ya había ido a la casa de América, pero los sirvientes hablaban de que no duraría más que las anteriores, pero se habían equivocado. Al parecer su señor estaba encaprichado. Negando cualquier tipo de ayuda, saco a la mujer del auto y entro a la casa. Prudentemente los demás, dejaron al país solo.
—Mi amada (T/N). Mi cielo, mis estrellas. No debes preocuparte, aquí estoy yo... siempre estaré para ti. Prometo que nada te pasara. Juro protegerte de todo... Incluso de tus huesos desgastados por el paso del tiempo, de la piel arrugada que tanto les preocupa a los mujeres, de tus ojos cansados, de tus manos temblorosas. Quédate conmigo, amor mío...— susurro, mientras la dejaba sobre la cama de la habitación principal— Se mi Estado más hermoso—
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¿Daddy? (Hetalia x Lectora)
FanfictionLos países vieron la duda plasmada en los ojos de la niña. Si, aquello podría ser considerado extorsión... Finalmente, la muchacha se mordió el labio inferior y, con un gran rubor en sus mejillas, asintió con su cabeza. -Acepтo, dαddy...- Nadie dij...