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El sonido de la puerta cerrándose, cruzo el ambiente, cortando el momento de tensión que se había originado por la "cercanía", del francés hacia aquella mujer. Nadie hablaba, nadie se movía. Todos seguían aturdidos por la reciente aparición.

—Así que ella es la que huele a flores— comento el ruso, mientras sonreía. Tomo asiento en su respectivo lugar, notando como los demás países parecieron salir de su estado de aturdimiento. Su mirada violeta se poso sobre el centro de la mesa, donde reposaba un pequeño adorno. Encima de el, una delicada bolsita que desprendía un delicioso aroma a flora, el cual perfumaba todo el lugar.

—Demasiado embriagante— fue lo único que contesto Inglaterra, al mismo tiempo que ordenaba sus papeles. Nadie le creyó, si realmente le desagradaba el aroma de la chica, ni siquiera hubiera respondido a aquel comentario.

—Yo creo que es perfecto para una señorita como ella— menciono, Japón, esbozando una leve sonrisa.

—Ve... Pero seria mejor que oliera... ¡a casero!—

—¿Casero, Italia? ¿Que estas diciendo?— pregunto Alemania, enarcando una ceja. Aquello lo había dejado perplejo... ¿Seria alguna nueva jerga italiana?

—Ya sabes, Alemania, ¡casero!— el italiano, obviamente, no sabia como explicarle a su amigo lo que había querido decir con ello, cosa que frustro, y bastante, al rubio.

—Creo... Creo que se refiere a la comida, aru, ¿verdad?. Como... como huelen las madres o amas de casa, a comida casera y un perfume suave— China trato de dar en el clavo y, sorprendentemente. lo hizo, porque el italiano asintió con su cabeza, muy emocionado.

—¿Pasa algo, América?— la pregunta Francia, saco a los países de sus cavilaciones, haciendo que dirigieran su atencion sobre el mas joven. Era extraño que el rubio no interrumpiera la conversación con alguna de sus estruendosas risas o que aportara alguna de sus ganes frases. En ese instante se encontraba callado, sin comida en la boca, algo mucho mas extraño, con la mirada perdida en algún punto de aquella cálida habitación. El aludido apenas si dio señales de haber escuchado al mayor. Chasqueo su lengua, como si algo le enfadara y concentro, al menos trato, su atencion en los papeles. Debían tratar varios temas antes de la llegada del mediodía.

—Solo pasemos a lo nuestro, ¿quieren?— fue su única respuesta. Los países se observaron entre ellos, para luego mandarle una mirada a Inglaterra. Si a América le sucedía algo, este, seguro, lo sabría, no en vano lo había criado. Pero, para sorpresa de todos, el ingles, simplemente negó con su cabeza, mientras se encogía de hombros.

—Sera un placer, América-san— fue el japones quien irrumpió el silencio. A continuación, la sala se lleno de palabras de los informes.


—Que tipos mas raros— susurro, (T/N), mientras se sentaba sobre el banco. Su mente no podía, al parecer, dejar de pasar aquellas miles de imágenes de lo sucedido en la sala. Novio, de un lado a otro la cabeza, como tratando de quitar aquellos pensamientos y se despojo de su camisa de trabajo. Se coloco una blusa holgada y luego tomo su mochila. Antes de salir, observo la rosa, no muy decidida a que hacer con ella. No quería dejarla, era la segunda vez que le regalaban una, pero la primera vez que un hombre, que no fuera su padre o hermano, se la entregaba. De cierta forma, aunque fuera bastante anónima, hacia especial a aquella flor. Se mordió el labio inferior y, sacando unas hojas del cuaderno borrados, la envolvió. Cuando llegara a casa, la colocaría en agua, al menos hasta que comenzara marchitarse, luego la pondría en un libro.

Suspiro y se despidió de sus compañeros, los cuales debía cumplir mas horario que el de ella. Al ser estudiante, su contrato estaba hecho por tres horas diarias, algo que agradecía muchísimo. (T/N) estudiaba en la Universidad de Bellas Artes. Cualquiera podría decir que era una carrera fácil, pero, al contrario, le llevaba muchas horas de estudio y, claro, practica. Agradecía que vivía sola, ya que no podría concentrarse con la presencia de su hermano gritándole al televisor con cada partido, o a su padre, el cual se ponía a re modelar la casa los sábados a las seis de la mañana.

—¿Ya estas llegando, (T/N)? ¿Podemos comenzar sin ti?— la voz de su amiga en el teléfono le saco de sus pensamientos, luego de atender la llamada.

—Si, claro, pueden comenzar sin mi. Lo siento, el trabajo me retraso. Nos vemos allí. ¡Bye!— fue todo lo que dijo, al mismo tiempo que salia del edificio, sin darse cuenta de que varios pares e ojos la seguían.

¿Daddy? (Hetalia x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora