CAP 14: Wildlings

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Rodeamos a los salvajes silenciosamente y fruncí el ceño, recordando lo que estos putos me hicieron hacerle a Zard. Saqué mi cuchillo y apunté a uno de ellos. Giré para ver a uno de mis compañeros y asintió. Él colocó una flecha en su arco y disparó a uno de los salvajes, dándole en el hombro. Gruñí y lancé mi cuchillo, clavándoselo en el ojo, y acabando con su miserable vida.

Desenvainé mi espada y corrí junto a los demás a atacar a los salvajes. Comencé a chocar armas con uno de ellos, pero finalmente le clavé mi espada en la yugular, y continué peleando con los demás.

Cuando terminamos con los salvajes, vi que Jon sostenía a una salvaje y la apuntaba con su espada en el cuello. Fruncí el ceño y miré a Jon, quien miraba a Qhorin.

–Una chica. –Dijo Jon.

–Una salvaje. –Respondió Qhorin.- Dale media oportunidad y te clavará un hacha en la cabeza.

–¿Cómo te llamas? –Preguntó Jon.

–Ygritte. –Respondió la salvaje. Era pelirroja de ojos azules.- Ya te di mi nombre.

–Jon Snow. –Dijo Jon.

–Bien. Ya se conocieron. –Dije, furiosa tomando mi espada con ambas manos.- ¡Ahora púdrete en el séptimo infierno! –Gruñí, dirigiéndome hacia la asquerosa salvaje para partirle el cráneo en dos.

–¡Espera! –Qhorin me detuvo. Fruncí el ceño y él se dirigió a la salvaje.- ¿Cuántos de ustedes hay más allá?

–Cientos y miles. –Respondió la pelirroja.- Más de los que has visto jamás, cuervo.

–¿Por qué vienen a las montañas? ¿Marcharán sobre el muro?

La salvaje se mantuvo callada y fruncí el ceño. Qhorin sacó su pequeño cuchillo y miró a la pelirroja.

–No podemos prescindir de un hombre para vigilarla. Hay que matarla. ¿Lo hago yo? –Preguntó Qhorin.

–No. –Dijo Jon.- Lo haré yo.

–Bien. Te esperaremos en la cima. Andando. –Dijo Qhorin, y comenzó a caminar, seguido de los otros tres hombres.

Miré a la pelirroja con desprecio y ella me miró con la boca entreabierta, para después dirigir su mirada a Jon. Fruncí el ceño y miré a Jon.

–No tardes, Snow. –Gruñí, caminando detrás de Qhorin y los demás.

Llegué a la cima de la montaña y me senté a esperar a Jon. Luego de al menos media hora, me levanté y miré a Qhorin, preocupada.

–Ya ha tardado mucho. –Dije.

–¿Crees que él sea capaz de matarla? –Preguntó Qhorin. Negué.- Vamos a buscarlo. –Ordenó.

Fui la primera en bajar corriendo hasta el lugar en el que debían estar. No estaba ahí. Fruncí el ceño y me dispuse a rastrear sus huellas. Los seguí, hasta que sus huellas dejaron de ser visibles. Fruncí el ceño y busqué a Jon con la mirada por todas partes, pero no había señales de él.

–¡Jon! –Grité, preocupada.- ¡Jon!

–No grites, Baratheon. Si hay más salvajes cerca, estaremos en peligro. –Dijo Qhorin.

–No voy a dejar que esa salvaje hiera a Jon. –Gruñí.

–Vamos a encontrarlo. –Trató de calmarme, pero fruncí el ceño y continué caminando, buscándolo por todas partes. El sol estaba por ponerse, y aún no lo habíamos encontrado.- Debemos regresar al puño de los primeros hombres.

–No. Aún no encontramos a Jon. No regresaré hasta que sepa que él está bien. –Dije de mala gana.

–Vamos a seguir buscando mañana. Los caminantes blancos son más activos en la noche, Sisabella.

A regañadientes asentí, y regresamos al puño de los primeros hombres. Yo ignoré a todo aquel que se me acercara y me senté apartada de todo y de todos.

–¿Qué le pasa a Sisa? –Oí que preguntó Edd.

–¿Y dónde está Jon? –Preguntó Sam.

Los ignoré y caí dormida, pensando en qué cosas les haría a la perra de Ygritte y a sus salvajes compañeros si se atrevían a dañar a Jon.

–Princesa. Hey, Princesa. –Sentí que me movían y abrí los ojos poco a poco, encontrándome con los verdes ojos de mi mejor amigo.

–¿Qué quieres, Hornwood? –Gruñí, levantándome. Me estiré y me puse de pie, buscando a Qhorin con la mirada.

–Ni siquiera intentes buscarlo, se fueron al amanecer. –Dijo.

–¿¡Qué!? –Gruñí, alterándome.- ¿¡El idiota de Qhorin se fue sin mí!?

–Se llevó a diez hombres para buscar a Jon. –Explicó.- Nos prohibió despertarte hasta que estuviera lo suficientemente lejos. Quería que tú estuvieras a salvo.

–¿¡Me estás jodiendo!? –Grité, furiosa.- ¿¡Cómo carajos quiere que me quede aquí mientras Jon está en peligro!? ¡A la mierda! ¡Iré a buscarlo yo sola! –Lo empujé y comencé a caminar lejos de todos.

Un brazo me detuvo y giré, encontrándome con Sam, quien me miraba nervioso. Fruncí el ceño, y entonces él habló.

–Sisa, ninguno de nosotros quiere ponerte en peligro. –Dijo.- Mientras dormías hicimos una votación, y todos, TODOS, votamos por que te quedaras con nosotros.

–Gracias por la confianza en mí. –Me liberé de su agarre y me alejé de todos, sentándome sobre una roca alejada.

Estuve prácticamente todo el día ahí sentada, pues no tenía ganas de nada mientras no supiera que Jon y Qhorin estuvieran bien. Sentí a alguien detrás de mí y bufé.

–¿Y ahora qué? –Gruñí, de mala gana.

–Sabemos que estás enfadada... –La voz de Edd habló.

–...y que no podemos hacer nada para animarte... –Continuó la voz de Sam.

–...pero eres parte de nuestra familia, y vamos a hacerte compañía aunque no lo quieras. –Finalizó la voz de Grenn.

–Gracias, chicos. –Sonreí de lado y giré para verlos.- No sé qué hice para merecer amigos como ustedes, en serio.

–Bueno, te ganaste nuestro amor. –Rió Grenn.- Es extraño decir eso.

–Sip, bastante extraño. –Dije, y los cuatro carcajeamos.- Bueno, chicos, yo quiero decirles que...

Se oyó en ese instante el sonido del cuerno. Me puse de pie rápidamente. El cuerno se tocó una segunda vez.

–¡Salvajes! –Gritó Grenn, y él, Edd y yo desenvainamos nuestras espadas, listos para pelear.

Fue entonces cuando se oyó el cuerno sonar por tercera vez.

Mierda.

The Crow Girl (Jon Snow)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora