CAP 23: Little cousin

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Me quedé en mi habitación encerrada. No quería salir por ningún motivo. Probablemente hayan pasado horas desde que me encerré aquí, pero a mí no me importaba nada. Estaba destrozada. Habían matado a Pyp, mi primer beso. Habían matado a Grenn, un gran amigo que siempre me sacaba una sonrisa. Y habían matado a Tim, alguien con quien podía contar siempre.

¿Qué acaso los dioses me odiaban? 

Oh, claro.

De seguro este es mi castigo por haber quebrado las reglas de la guardia de la noche.

Comencé a oír caballos y más voces de lo habitual, y, admito que sentía curiosidad por saber qué mierda sucedía, pero estaba muy destrozada como para salir y ver la cara a cualquiera.

Alguien golpeó mi puerta tres veces. Fruncí el ceño y no respondí. Volvieron a tocar la puerta.

–Sisa. –Era la voz de Hornwood.- Stannis Baratheon está aquí.

Abrí los ojos como platos y me levanté rápidamente. Me limpié las lágrimas y abrí mi puerta. Hornwood y yo caminamos por el patio de entrenamiento, donde noté que Jon se encontraba hablando con él.

Fruncí el ceño y me alejé. Bajé a la biblioteca, pues sabía que nadie estaría allí, porque realmente poco les interesa saber sobre historia y demás cosas.

Cuando llegué, vi a una niña de cabello rubio, y noté que mitad de su cara estaba... cómo decirlo, con "cicatrices" o algo así. Los ojos claros de la niña se posaron en mí y sonrió.

–¡Hola! –Saludó, con una sonrisa.

–Hola, pequeña. –Le devolví la sonrisa de igual manera.- ¿Cómo te llamas?

–Shireen. –Respondió, sonriente.- ¿Y tú?

–¿Shireen? ¿Shireen Baratheon? –Pregunté, incrédula.- ¡O por dios! ¡Shireen! ¡Eres tú! –Corrí hacia la pequeña y le di un gran abrazo.- ¡Quizá no me recuerdes, pero soy tu prima! ¡Sisabella Baratheon!

–No, no te recuerdo. –Soltó una leve risa.- ¡Pero es bueno conocer a un familiar!

–Claro que no ibas a recordarme. –Sonreí, separándome de la pequeña rubia.- La última vez que te vi, eras tan solo una pequeña bebé de dos o tres meses de edad. Estás hermosa, Shireen.

–Gracias, tú también eres una mujer hermosa. –Sonrió.- ¿Cómo es que terminaste en el muro?

–Bueno, es una historia larga y aburrida. –Dije, divertida.

–Me gustan las historias largas y aburridas. –Dijo ella, sonriendo.

–¿Qué edad tienes? –Pregunté.

–Catorce. –Respondió ella, sonriendo de lado.

–Está bien. –Sonreí y me senté a su lado.- Bueno, cuando yo tenía solamente catorce años, así como tú, desperté una mañana soleada y decidí pasear por el castillo... –Comencé a contar, y, al saber que ella ya sabía cómo venían los bebés al mundo, no omití ni un solo detalle.- ...y bueno, así terminé aquí, donde estoy ahora.

–Cersei Lannister es una mala madre. –Dijo ella, al terminar mi historia.

–No del todo. –Comenté.- Ella amaba a mi hermano Joffrey y ama a mis hermanos Tommen y Myrcella más que a nada en el mundo. Creo que cuando yo no nací rubia, mi madre notó que yo era hija de tu tío Robert y nunca me trató del modo en que trata a Tom y a Cella. –Suspiré.- De todos modos, estoy mejor aquí.

–Lástima que Cersei sea tan tonta. –Comentó ella.

–Sisabella. –La voz de Edd me llamó desde las escaleras.- Stannis mandó llamarte.

–Voy. –Dije, levantándome.- Después nos vemos, Shireen. –Besé la cabeza de la pequeña y fui tras Edd.

Caminé hasta un lugar alto, donde mi tío Stannis se encontraba. Al verme, me observó de arriba abajo y se quedó serio, sin decir nada.

–Sobrina, has crecido. –Dijo él, sin expresión alguna.- ¿Qué es lo que haces en el muro?

–Quise alejarme de todo lo que tenía que ver con política. –Mentí. Mi tío me asustaba y sabía que no era de fiar.- Oí que tú te proclamas como legítimo rey.

–Sí. Tengo derecho de sangre. –Dijo él.

–Lo sé. Y te deseo suerte conquistando los siete reinos. –Dije.- Realmente espero que ganes el trono de hierro.

–Y lo haré. –Dijo.

Asentí y me retiré sigilosamente sin decir más, pues no tenía ganas de lidiar con mis familiares con problemas ahora mismo. Solamente quería encerrarme en mi cuarto y no hacer nada, pero decidí dar una larga caminata por lo alto del muro.

Cuando me di cuenta, ya había anochecido, así que bajé por el mismo ascensor y me sorprendí al ver madera colocada de buena manera para una hoguera.

Fruncí el ceño y, cuando lo noté, vi a los guardias de mi tío Stannis llevarse a Mance hasta la hoguera, y vi cómo lo ataron de brazos al gran palo, para que se quemara.

No pude evitar dibujar una mini sonrisa en mis labios. Si moría el líder de los salvajes, todas las deudas estarían pagadas. Todas las muertes de mis seres queridos habrían sido vengadas y podría estar tranquila, sabiendo que descansarían en paz.

Grenn.

Tim.

Qhorin.

Pyp.

Zard.

Todos serían vengados por las llamas del fuego, y mi odio desaparecería. Todas las deudas estarían pagadas.

Una mujer de cabello color rojo tomó una antorcha en llamas y prendió la hoguera, que pronto comenzó a arder. Mance quiso hacerse al fuerte al principio, aguantando el ardiente calor del fuego que consumía todo a su paso.

Pronto entró en desesperación y comenzó a moverse y a gritar desesperadamente. Vi a Jon alejarse y rodé los ojos. Le había tomado cariño al viejo ese.

Mance gritaba y vi cómo muchos bajaron la mirada. Mi sonrisa se borró cuando mis ojos chocaron un mini segundo con los del rey de los salvajes. Noté que realmente dolía, y realmente estaba sufriendo.

Y entonces olvidé mi odio, pues en mi corazón, sentí que mis seres queridos ya habían sido vengados. Y el salvaje este, no merecía sufrir más.

Saqué mi pequeño cuchillo de mi bota, y, luego de suspirar y contar hasta tres, lancé mi cuchillo hacia él, con precisión. El cuchillo se le clavó en la garganta y comenzó a sangrar. Luego vi que una flecha le llegó al pecho, donde se encontraba el corazón, y Mance murió.

Giré para ver a quien había lanzado la flecha, y noté que había sido Jon. Claro que había sido Jon. Era obvio.

Suspiré y me fui de allí, mientras varios me miraban por lo que había hecho. Jon y yo habíamos sacado a Mance de su miseria, porque nadie merecía morir consumido por el fuego. No le deseaba eso ni a mi peor enemigo.

Caminé hasta mi habitación y, para mi sorpresa, Jon estaba apoyado en mi puerta. Arrugué mi nariz y bufé. No quería enfrentarlo ahora.

–¿Qué quieres, Jon? –Dije, seria.

–Lo sacaste de su miseria. –Dijo él.

–No fui la única.

–¿Por qué lo hiciste?

–Vi el dolor en sus ojos. Nadie merece morir así, ¿sabes? –Dije, mirándolo seria.

–¿Por qué has comenzado a odiarme? –Preguntó, mirándome con sus ojos color tormenta que reflejaban dolor. ¿Acaso le dolía que yo estuviera enfadada con él?

–Nunca podría odiarte, Snow. –Suspiré, mirándolo.- Debería hacerlo, pero no puedo. Siento de todo por ti, menos odio.

–¿Qué? –Preguntó.

Mierda. ¿Por qué dije eso?

Sin pensarlo dos veces lo empujé y entré a mi habitación, trancando con seguro la puerta. 

The Crow Girl (Jon Snow)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora