Capitulo 37: Fuego y sangre

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Ciudad Capital. 20 de enero del 880 d.d

Raven observaba en silencio como los hombres a su cargo comenzaban a tomar posiciones frente a él, deteniéndose en el lugar exacto que se le asignara horas atrás durante la formación de instrucción ordenaba por Bardien. Las armaduras recién lustradas resplandecían tanto como el sol bajo la atenta mirada del astro, espadas recién afiladas aguardaban pacientes a que alguien les retirase de la vaina con el fin de inaugurar su acero en las cálidas carnes del enemigo, los corceles se mostraban agitados cada vez que sus dueños tiraban de las bridas para darles ordenes, como si los animales presintiesen el baño de sangre que estaba a punto de derramarse.

Tras pocos minutos cada hombre se encontraba en su lugar establecido, aguardando pacientes el momento en que Raven diese la orden de partir. Varios sirvientes despreocupados se encontraban recostados contra los muros de palacio, junto a estos algunas pilas de madera finamente preparada aguardaban para ser entregadas a sus respectivos dueños. Raven miraba atento a los lacayos con la esperanza de que alguno de ellos cayera en la cuenta de que el joven capitán les esperaba para que los artefactos fueran repartidos, no se encontraba para nada acostumbrado a repartir ordenes luego de toda una vida recibiéndolas por parte de sus superiores en las levas de Vaargler, pero la situación comenzaba a tomar más tiempo del necesario y era hora de que al menos alguien impartiera algo de liderazgo entre aquellos perezosos.

‒ ¡A este paso terminaremos por convertirnos en esqueletos montados! ‒Grito lo más fuerte que pudo, un leve sentimiento de vergüenza se apoderaba de su garganta con cada palabra pronunciada. Pero las exclamaciones cumplieron con su cometido, al menos uno de los sirvientes le miro con atención esperando a que continuase.‒ ¡Entregad las antorchas!

El hombre, que parecía ser el líder de aquel grupo, comenzó a dar codazos y palmadas en espaldas para que el resto espabilara y comenzara con la repartición de aquel elemento tan simple pero importante al momento de un asalto por sorpresa. Cada uno de ellos se encargaba de tomar dos o tres de las teas antes de partir presurosos en dirección a alguno de aquellos soldados que ya comenzaban a impacientarse debido a su demora, los militares recibían las entregas con total indiferencia para luego proceder a guardarlas en un pequeño saco de cuero colgado en alguno de los extremos de sus sillas.

Pasaron varios minutos antes de que los sirvientes terminasen con su tarea.

‒ ¡Retiraos! ‒Ordeno Raven, superando en parte a la vergüenza inicial, eso de dar órdenes era algo a lo que se acostumbraba con rapidez.‒ Y para la próxima mostraos más atentos.

A medido que los lacayos se retiraban Bardien se acercaba a pie.

‒ Posees a doscientos hombres para hostigarles por cuarenta minutos, una cifra más que suficiente para resistir hasta nuestra llegada si tomas en cuenta de que contáis con el factor sorpresa. ‒Le dijo una vez a su lado.

‒ Ya me he encontrado en batallas antes. ‒Contesto de manera fría, el hecho de que aquel hombre se hubiese ganado el puesto mediante sobornos lo convertía en alguien no grato para sus ojos.‒ No es necesario que me expliques como proceder.

‒ Y según tengo entendido vuestra emboscada de aquella vez termino en sorpresa para los tuyos. ‒Raven le lanzo una mirada cargada de odio y sorpresa, no se imaginaba que el comandante en jefe tuviese conocimientos de algo como aquello.‒ Que te digo, me encargo de investigar bien a los que deben luchar a mi lado. Después de todo tengo que estar seguro de la persona en quien confió mi espalda. ‒Añadió para picarle aún más

‒ No es necesario que te preocupes, cuando llegues te darás cuenta de que ni siquiera necesitare de tu presencia. ‒El hijo de Barguer sonrió con malicia.

Padres e hijosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora