Capitulo 21: El líder de la revolucion

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Ciudad Capital. 19 de noviembre del 879 d.d

Habían pasado ya diez minutos desde que el alboroto exterior se extinguiera de la misma manera que comenzara, con gran velocidad y en medio de pisadas por los tejados. La primera vela volvió a encenderse tras el primera cuarto de hora, con las primeras luces Raven pudo ver como el lugar era un desastre, por todos lados se encontraban desperdigados cuchillos, mesas sillas, copas, jarras, platos y restos de comida esparcidos durante los confusos instantes en que las personas del interior se encontraban levantando barricadas por sobre las posibles entradas. Los daños en cuanto al inmueble eran bastantes, pero no algo que la herencia de su padre no fuera capaz de llegar a cubrir, estos no eran su culpa ni mucho menos parte de su responsabilidad, pero quería ayudar en algo, después de todo usar sillas y mesas como trabas había sido idea suya, así como también la de usar las patas de estas como objetos de defensa personal, mismos que gracias a los hacedores no fue necesario utilizar.

La segunda vela se encendió. Miro en todas las direcciones asegurándose de que las personas se encontrasen en buen estado, la dependienta ayuda a levantarse a un grupo de personas que tras el estallido se habían acurrucado en un rincón. Otros tantos comenzaban a recoger los objetos del suelo, reponiendo el orden, confiadas ya de que no existía peligro alguno que los acechara. Alexandra no se encontraba por ningún lado.

-Muy bien, es momento de ordenar el lugar. –Dijo Raven mientras se posicionaba en medio de todos. El ambiente volvía a estar calmo e iluminado tal como lo era antes de la batalla.

-Yo me voy, no aguanto más estar aquí.- Dijo un hombre aun nervioso, las manos le sudaban.

-La puerta trasera se encuentra libre, pueden salir por ahí mientras yo me encargo del lugar.- Dijo la dueña apuntando a cierto sector, el hombre inicio su camino de inmediato.

-Podéis iros si lo deseáis. –Dijo Raven, el hombre estuvo a punto de detenerse, pero decidió no darle importancia y continuar.- Aun así me veo en la obligación de recordaros que hemos sido nosotros mismos quienes han destrozado el lugar en favor de nuestra propia seguridad, lo mínimo que podemos hacer por esta mujer es poner las cosas en orden.

El hombre se detuvo en seco, aquel joven tenía razón.

-Algo que no puedo negar, le debo al menos esto. –Dijo mientras se acercaba.

-Procurad quitar las trabas con cuidado, aún no sabemos a ciencia cierta si las cosas han terminado allá afuera. Que otros se encarguen de ordenar y recoger las cosas que se encuentran por todas partes. –Se acercó a la dueña de la posada.- Yo pagare todos los daños, no quedara nada sin reponer. –Le dijo mientras la sujetaba por ambas manos.

-No es necesario. –Respondió ella de inmediato con sorpresa en el rostro.

-Tiene razón, no lo es, pero yo así lo quiero. –Concluyo el con una sonrisa en el rostro, acto seguido le soltó las manos para de inmediato darle la espalda.- Si me lo permite subiré para saber sobre Alexandra, no la veo desde hace un rato y me preocupa.

-Por supuesto, ha de estar con su hermano. –Respondió la dueña mirando las escaleras.- Es la última habitación, la que da a la calle.

-Gracias.

Dijo mientras caminaba en dirección a los escalones, mismos que crujían bajo su peso mientras ascendía a la segunda planta, allí se encontró con un amplia pasillo surcado por varias puertas cerradas, solo una de ellas se encontraba abierta en aquellos minutos, misma que le indicara la mujer.

Padres e hijosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora