Capitulo 32: Emily

124 24 36
                                    



Cuartel de las levas, Vaargler. 15 de enero del 880 d.d

De vuelta ya en las tierras de su facción Yazir se encontró con varios grupos de hombres que se hallaban listos para salir en la búsqueda de Emily, todos con sus armaduras sobre el cuerpo y las espadas al cinto en caso de tener que enfrentarse a alguna clase de peligro capaz de surgir durante el curso de los acontecimientos. Entre los ya preparados se encontraban dos figuras conocidas para el muchacho: Jerim y Akers, ambos listos para partir cuanto antes tras el rastro de la chica.

El capitán de la leva se acercó al grupo de Bael al percatarse de que estos se adentraban en los límites de su pequeña guarida. Yazir pudo notar como en el patio del cuartel solo se encontraban soldados listos para salir, de sus compañeros reclutas no quedaba ni rastro.

‒ Sois los últimos en llegar, solo les esperábamos a ustedes para enviar al resto. ‒Comento Jerim a la vez que se acercaba, Akers caminaba en silencio detrás de él.

‒ Lamento mucho la demora, terminamos por adentrarnos demasiado en la espesura. ‒Se excusó Bael, los otros dos solo se dedicaron a mantener el silencio.

‒ No hay de qué preocuparse, habéis hecho un buen trabajo. ‒Les dijo, después dirigió su mirada al joven recluta.‒ Te has ganado un merecido descanso, muchacho.

‒ Precisamente de eso queríamos hablarle. ‒Pronuncio Balasthar, deseoso de terminar con aquello para descansar en su lecho.

‒ ¿Ocurre algo? ‒Pregunto el capitán observando a Bael, el encargado de aquel grupo.

Yazir dirigió su mirada al suelo, avergonzado sin razón.

‒ Creo que debería ser el chico quien os lo diga. ‒Propuso el líder.

‒ ¿Y bien? ‒El capitán comenzaba a mostrarse impaciente, esa conversación estaba retrasando la salida del próximo grupo.

‒ No quiero descansar. ‒Dijo Yazir mirándole directo a los ojos. Jerim no respondió, esperaba que el muchacho continuara.‒ Mas bien, no pienso hacerlo hasta que encontremos a Emily.

El hombre le miro sorprendido, jamás había visto tanta energía en un recluta, menos aun después de que este se pasara toda una noche en el frio y húmedo interior del bosque. Le dedico una sonrisa, comprendiendo de inmediato que el joven no desistiría en su deseo de continuar, la decisión reflejada en sus ojos se lo demostraba.

‒ Entonces te insertare en algún grupo. ‒Miro en derredor.‒ ¿Qué te parece el mío?

Yazir abrió los ojos de par en par, le emocionaba la idea de trabajar en conjunto con el mismísimo capitán, se trataba del momento propicio para aprender de él y las levas.

‒ ¡Sería un honor! ‒Exclamo con una sonrisa en su rostro.


Casa de Edregan, Vaargler. 15 de enero del 880 d.d

Fuertes golpes sobre su puerta le arrancaron del mundo de los sueños. Lo último que deseaba en aquel momento era aquello, luego de una alcoholizada noche no poseía los ánimos suficientes como para levantarse y recibir a alguien en su hogar. Los golpes volvieron a escucharse, esta vez con mayor fuerza. No le quedaba más opción, si aquella persona insistía tanto era porque se trataba de algo urgente y de seguro ya había esperado suficiente en lo que él se demoraba en abrir los ojos.

Estiro los brazos en un intento por desperezarse, en esos momentos le parecía que su cuerpo pesaba el doble que la jornada anterior. Casi sin ánimos utilizo sus pocas fuerzas para separar la espalda del colchón, ya sentado se tomó un tiempo para bostezar mientras volvía a estirarse, una incómoda rigidez predominaba sobre su grueso cuello. Miro en todas direcciones buscando su ropa sin resultado alguno, tal parecía que no se había desvestido en la habitación, para su mala suerte no recordaba mucho de lo acontecido luego de llegar a su hogar; los recuerdos más nítidos nacían y morían dentro de la casa de Raven, después de eso todo se encontraba cubierto de una frágil película, impidiéndole ver más allá.

Padres e hijosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora