Capitulo 39: Amigos que se encuentran

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Thiser. 20 de enero del 880 d.d

La situación se mostraba desfavorable para los Citoyen, obligándoles a comenzar un lento retroceso en dirección al centro de la aldea. Héraut observaba con impotencia como sus hombres eran masacrados a diestra y siniestra, después de todo ese tiempo creyéndose invencibles les llegaba la hora de bajarse de las nubes y afrontar la cruda realidad, no eran más que simples campesinos con un entrenamiento militar mínimo. El líder rebelde comenzaba a darse cuenta de que la mayoría de sus acciones anteriores no eran más que suerte, aquella noche del asalto al almacén contaban con algo tan importante como lo es el factor sorpresa, lo mismo ocurría la jornada en que el Fuerte Proclamation fue destruido.

No, se dijo a sí mismo, haber vencido a los Chevaler no ha sido ni por asomo un golpe de suerte, nosotros poseemos la inteligencia suficiente para formar estrategias, y eso es exactamente lo que haremos ahora, si nos organizamos de buena manera de seguro que expulsaremos a los asaltantes.

Un hombre se abalanzo contra el con la espada todo lo alto que su brazo le permitía, fue un movimiento rápido, tan fugaz como un rayo en medio de la tormenta. Héraut esquivo a la misma velocidad, lanzándose a la izquierda mientras el acero bajaba peligrosamente contra su cabeza. Se giró sobre sí mismo para tomar un mejor ángulo ofensivo y ya en posición sujetó a su adversario por la extremidad que antes usase para atacar, tiro con tanta fuerza que su enemigo voló por los aires, cayendo de bruces contra el suelo. El soldado se giró para cerciorarse de que no le atacarían por la espalda, Héraut se acercaba con su espada desenvainada. Ya a una distancia suficiente alzo sus manos al cielo mientras el acero apuntaba hacia abajo, directo contra el pecho del militar. Su golpe fue tan poderoso que la coraza se rompió alrededor del área impactada por el arma, clavándose contra las carnes que le rodeaban.

El gigante no se tomó el tiempo para cerciorarse si su enemigo se encontraba muerto o tan solo herido, se convenció a si mismo que la zona afectada era tan delicada como para que solo una estocada fuese suficiente. Corrió un par de metros para alcanzar el caballo de su anterior contrincante, la batalla había comenzado de manera tan apresurada que apenas si tuvo tiempo para vestirse y colgarse la espada del cinto, al igual que la mayoría de sus compañeros se perdió la ocasión de correr a los establos en su busca de su montura habitual.

Ya a lomos del corcel se llevó una mano sobre la frente, tras fregarse un par de segundos noto como su palma se alejaba completamente sudada. A esas alturas del combate las llamas asediaban contra buena parte de Thiser, ganando terreno tan rápido como sus causantes, de la misma manera estas aun no llegaban hasta el centro de la aldea, razón por la cual varios arqueros se encontraban disparando desde los tejados al menos hasta que las lenguas de fuego les diesen alcance. Héraut sintió lastima por las gentes que allí residían, sin importar el resultado de la contienda ellos serían los máximos perdedores, sus preciadas pertenencias arderían hasta las cenizas, tantos años de esfuerzos y penas se verían destruidos en solo cuestión de horas. Imploro a los Hacedores para que al menos los residentes salvasen la vida, después de todo ellos no habían matada a nadie, su único pecado fue darles alojamiento a personas que compartían sus ideales en contra del gobierno y los poderes militares.

Fue entonces cuando la batalla pareció detenerse por unos momentos, la gran mayoría de los allí presentes fue capaz de escuchar un atronador ruido de extraña procedencia. Algunos miraron a su alrededor buscando el lugar de origen, el resto volvió a la batalla de inmediato, sin darle más importancia. Pero Héraut, que se encontraba a buena distancia de la primera línea, con miedo vio como la iglesia comenzaba a derrumbarse a pocos metros de los combatientes, quienes apenabas prestaban atención al encontrarse enfrascados en sus luchas personales. Lo primero en caer ante las inclemencias de las llamas fue la zona destinada para las oraciones de los fieles, bastante más antigua a comparación de otras zonas como las dependencias de los sacerdotes o el gran campanario con vistas a la calle. Pocos después la alta torre de la campana comenzó a bambolearse suavemente sobre la cabeza de los hombres, moviéndose adelante y atrás como si aún no decidiese donde terminar sus largos años de servicios ante la fe.

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