Thiser. 21 de enero del 880 d.d
Era un edificio mediano, lo suficientemente grande como para a los poco más de cien aldeanos refugiados, de fachada muy antigua y desgastada por las inclemencias del tiempo, aquel lugar pedía a gritos una restauración o al menos una nueva capa de pintura. Con amargura, Roy pensó que nada de aquello sería necesario, después de todo, lo más probable era que antes del amanecer Thiser ya hubiese dejado de existir.
Se encontraba a punto de entrar cuando pudo escuchar unas apresuradas pisadas, como si alguien corriese a toda prisa en su dirección. Miro en todas direcciones temeroso de fuesen hombres del rey, si habían conseguido llegar hasta allí solo podía significar una cosa: la destrucción de las defensas comandadas por su hermano, un escalofrió recorrió su espalda al pensar que Héraut pudiese haber muerto al otro extremo de aldea.
Estuvo a punto de desenvainar su espada, oprimía con fuerza el pomo, listo para comenzar la lucha en cualquier momento. Pero entonces observo con mayor detenimiento, quienes se aproximaban no eran lealistas ni nada parecido, teniéndolos mas cerca pudo notar la carecían de armadura que estos poseían, eran Citoyen.
Soltó su arma y se les acerco con calma, confiando en obtener algo de información acerca de la situación en el campo de batalla.
‒ ¡Roy! ‒Exclamo el primero en reconocerle, sorprendido de encontrárselo tan alejado de la lucha.
El joven no respondió, continuaba aproximándose en silencio.
‒ ¿Qué ha sucedido? ¿Por qué no estáis allá? ‒Pregunto desesperado una vez se encontraron cara a cara. Sujetaba a uno de ellos desde los hombres, aferrándose con fuerza en busca de respuestas.
‒ Cálmate. ‒Respondió uno de los hombres intentando liberar a su compañero, le sorprendía la reacción del muchacho.
Forcejaron durante unos segundos que parecieron eternos, al final, a Roy no le quedo más opción que calmarse, era imposible que midiese sus fuerzas contra tantos hombres.
‒ Lo siento. ‒Se lamentó una vez los ánimos se hubieron calmado.‒ Todo esto me está pasando la cuenta. ‒Agrego, recordando la mirada de su hermano.
‒ Tranquilo. ‒Le respondió el que poco antes se veía acosado.‒ Las cosas están demasiado tensas y es normal que más de alguno pierda la compostura. Pero aun así no entiendo que haces aquí, te imaginaba en el campo de batalla.
Roy miro en la dirección que ambos bandos luchaban, el cielo brillaba con una apocalíptica tonalidad rojiza.
‒ Tengo un deber con los aldeanos, me encontraba a punto de reunirme con ellos. ‒Respondió con pesadez, lo que más deseaba en aquellos momentos era luchar y quizás morir en compañía de su hermano.‒ ¿Y vosotros?
El joven capitán cayó en la cuenta de cómo iban aquellos hombres: llevaban la ropa hecha jirones y desgarrada en muchas cortes, ligeros cortes adornaban alguna parte de sus cuerpos, la sangre aun fresca les empapaba. Era obvio que hasta hacia poco se encontraban luchando en alguna parte de la aldea.
‒ Nos ha enviado Deces.
Los ojos de Roy se abrieron de par en par, consideraba al hombre muerto tras recordar que el capitán se encontraba celebrando con otros tantos en la granja de Teur.
‒ ¿Aun vive? ‒No cabía en sí de emoción.‒ Creí que sería de los primeros en caer al encontrarse tan cerca de donde los lealistas han salido.
‒ Fueron demasiados confiados, al vernos celebrando y medio borrachos enviaron a un grupo muy disminuido. No tardaron en darse cuenta de su error, poseíamos la ventaja de los números.
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Padres e hijos
AksiPadres hijos nos cuenta dos historias distintas pero a la vez muy relacionadas entre si. Teniendo como protagonistas a dos hombres de la misma aldea que son buenos amigos pero que se irán separando y volviendo a unir a medida que transcurre la hist...