Casa de Edregan. 16 de octubre del 879 d.d
Antes de ver a su hija necesitaba cambiarse aquellas ropas imbuidas en la sangre de los bandidos muertos poco tiempo atrás, era más que obvio el hecho de que Lyra pudiera horrorizarse si le encontraba con aquellas pintas, tintado del rojo que solo el líquido vital puede producir. Por esta sencilla razón se había separado de su amigo en cierta sección del camino, Gazva en vez de acompañarlo continuo su rumbo hacia la única iglesia de la aldea, una vez allí podría iniciar la planificación de los funerales de Olyra en conjunto con el Primer Sacerdote de Vaargler.
Edregan se encontró con Alina sentada sobre el suelo junto a la entrada de su propia casa, el claro vestido se había manchado del marrón de la tierra sobre la cual reposaba. Sorprendido ante tal situación camino en dirección a la mujer, quien tenía la mirada perdida en algún punto hacia el interior del bosque, como si se encontrara buscando algo en el eterno verdor.
Ya una vez frente a ella dejo caer su mano sobre el hombro de ella, intentando llevar a cabo la acción con la mayor delicadeza posible para no asustarla. Al sentir el peso de aquella fuerte extremidad ella volvió su rostro con lentitud para encontrarse con la sonrisa de Edregan, la cual aunque alegre, demostraba una profunda tristeza y melancolía.
-¿Qué haces aquí? –Le dijo mientras la ayudaba a levantarse.
-Lyra escapo de casa durante la noche. –Explico ella a la vez que se sacudía la tierra de la parte trasera de su vestido.- Dorfal supo de inmediato que la encontraríamos aquí.
-¿Y dónde está ella?
-Adentro. Dorfal le hace compañía.
El arrepentido padre hizo un leve gesto con la cabeza antes de iniciar el corto trayecto que le dirigía al interior de su vivienda, recordando que varias horas antes había entrado de la misma manera al enterarse de lo ocurrido con su esposa, pero aquellos eran recuerdos que ahora no necesitaba, en esos minutos solo debía pensar en palabras que pudieran reconfortar a su hija, frases que le ayudaran a comprender lo que sucediera durante el transcurso de las horas recién pasadas.
Se encontró con ambos niños casi en el mismo lugar en donde antes reposaba el cadáver de Olyra. Dorfal se encontraba con la espalda afirmada en contra de un mueble manchado de sangre, con las piernas juntas y extendidas para que la niña las usara de almohada, pues esta dormitaba tranquila con su cabeza recostada en el regazo de su amigo. El niño acariciaba el cabello de ella con una triste sonrisa en sus labios.
-¿Qué será de ti ahora que no está tu madre? –Pregunto el niño al viento, consciente de que nadie le respondería.
-Pues aún tiene un padre que la protegerá con aun más fuerza.
Al levantar la cabeza se encontró a Edregan hincado a pocos pasos, el hombre dejo caer la mano sobre su cráneo para luego revolverle el cabello a la vez que le dedicaba una sonrisa.
-Has sido un muy buen chico. –Le dijo mientras deslizaba sus fuertes brazos bajo el frágil cuerpo de la niña, pocos segundos después la levanto tan ligeramente como si de una pluma se tratase.- Estuviste todo este tiempo con ella y te lo agradezco muchísimo.
-No es nada. –Contesto el niño, caminando junto a él en dirección a la salida.
-Ahora es momento de que yo me encargue de ella y le pida perdón por mis errores. –Susurro.
-Usted no ha cometido ningún error.
-¿Tú crees?
-Solo ha hecho lo que cualquier otro hubiera podido. Busco a los culpables y les entrego su merecido castigo.
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Padres e hijos
AksiPadres hijos nos cuenta dos historias distintas pero a la vez muy relacionadas entre si. Teniendo como protagonistas a dos hombres de la misma aldea que son buenos amigos pero que se irán separando y volviendo a unir a medida que transcurre la hist...