Padres e hijos

Capitulo 38: Una promesa

Thiser. 20 de enero del 880 d.d

Cientos de soldados leales al rey emergieron desde la profundidad del bosque, todos ellos bien equipados y armados con resplandecientes antorchas, listos para arrojarlas contra cualquier edificio o construcción que se encontrase en su camino. Cargaban contra el centro de la aldea envueltos por una atmosfera de total victoria ante la sorpresa prodigada ante los Citoyen, quienes nunca en su vida se imaginaron que Osmar les descubriría tan pronto, menos aún que lo hiciese tan cerca de la fecha que ellos escogieran para su asalto final contra la capital.

Alguien les había traicionado, no existía otra respuesta.

Roy se encontraba paralizado ante la sorpresa, siempre se había tomado a sí mismo como un hombre imperturbable y de rápida reacción, pero su habitual comportamiento no le acompañaba en esta ocasión, el impacto era demasiado grande como para que su mente lo asimilara de una sola vez. Las piernas no se mostraban dispuestas a responder ante sus deseos de correr en busca de un arma para defenderse, le obligaban a quedarse allí a presenciar cómo se desarrollaba el inicio del final para la revolución que tanto le había costado a su hermano. Vio como varios edificios comenzaban a arder mientras los soldados se acercaban al centro, dos de sus compañeros rebeldes se lanzaron contra el mar de acero con la intención de al menos morir presentando batalla: uno de ellos fue decapitado por un gran soldado que destacaba por sobre los demás, el otro acabo con su cabello incendiado y gran parte de la cara carbonizada luego de que uno de los militares le prodigase un golpe con la antorcha, envuelto en llamas y enloquecido por el dolor su compañero de armas fue atropellado por los jinetes que venían detrás, culminando su vida entre llamas y golpes.

El joven hermano del líder rebelde corrió en dirección a la casa en donde Héraut pasaba las noches, tras el iban quedando los asombrados Citoyen. Deseaba quedarse junto a ellos para resistir y darle ánimos, pero debía reunirse con su hermano para comenzar a organizar la defensa.

A esas alturas la mayoría de rebeldes se encontraban en pie y preparados para oponer resistencia al feroz avance de los leales al rey. Por todos lados comenzaban a formarse verdaderas barricadas humanas, en donde la mayoría de sus integrantes se encontraban armados con alargadas lanzas, el arma perfecta para frenar la carga de un escuadrón de caballería. Un grupo de arqueros se formaba en el centro de la aldea, lugar lo suficientemente lejos de la acción como para descargar varias oleadas de flechas antes de que las fuerzas enemigas les diesen alcance. Los pocos que lograron llegar hasta sus monturas se reunieron en un lugar alejado antes de que tomaran la formación en punta de flecha, ya organizados se lanzaron contra los atacantes, listos para chocar en cualquier momento.

Se encontró con su hermano cuando este daba la orden para que los arqueros lanzaran la primera lluvia mortal, acto seguido decenas de proyectiles surcaron el cielo en busca de algún objetivo en movimiento. No fueron muchos, pero al menos diez soldados rivales terminaron por caer al suelo, muertos o malheridos todos acabarían aplastados por sus compañeros que venían tras ellos.

‒ Hacedlo cuando veáis que la probabilidad de fuego amigo es mínima.

Ordeno el líder rebelde con la voz algo trastornada por los nervios. Roy se le acerco con mueca de desesperación, sus ojos se mostraban enrojecidos como si se encontrase a punto de romper en llanto. Su hermano mayor detecto como el ataque le había afectado, era totalmente comprensible, y es que todo lo conseguido en los últimos meses entraba en riesgo con este inesperado ataque.

‒ Los hombres han podido apañárselas para lograr una momentánea resistencia, debemos organizarnos rápido. ‒Roy hablo apresurado, su voz podía romperse en cualquier momento.