Hoy día sábado, el reloj de la pared marca que son las 09am. En algunos minutos ella se casará, quien diría que lo haría con el, quien imaginaría que yo lo podía haberlo sido. El prometido estaba elegante, pero lamentablemente era un patán sin dudas. Así es, estoy presenciando la boca, sinceramente nunca pensé que un casamiento pudiera tener tanto lujo, demasiado para mi. Al menos ella se casaría al aire libre o bueno algo así. Los detalles me los ahorraré porque este lugar era de esas típicas bodas de millonarios. Caros bancos, caras copas, cubiertos de plata, un salón con techo de vidrio, para que dejara ver el maravilloso clima afuera, las nubes negras y los rayos que caían de vez en cuando. Se estaban por comprometer en un día pésimo, tal vez la vida quería que fuera así. Esta familia no era atenta ni un poco con el servicio, tanto así que a los empleados les desagrada este apellido, y sin contar que no notaron que yo estaba ahí vestida de mecerá pero sin hacer nada. Algunos empleados ponían cara de asco al atenderos sinceramente estaba que moría de risa, estos chicos me caían genial, algunos ni siquiera tenían un trabajo fijo, el bar estaba creciendo asique me llevaría a unos cuentos conmigo. En la cocina estaba todo preparado, luego de la ceremonia ellos servirían todo, yo por supuesto luego de ver a la prometida me iría, solo quería guardad en mi memoria a ella vestida de blanco mientras entraba al supuesto altar. Así es, me seguiría torturando con ella y nuestro estúpido futuro inventado por mis frases. Reí al pensar eso, estaba siendo una mujer ingenua y completamente idiota. Hablando de idiotas, el Mahone se hacía presente.
—Muchachos los quiero a todos preparados, no deseo que cometan ningún error este día, o me haré cargo personalmente—Amenazó. Todos asintieron con un "Por supuesto Señor".
¿Señor? Mi risa interna era un descontrol, esto era peor que en el ejercito. Señor que divertido. Los murmullos y el odio hacia este imbécil era cada vez mayor, vaya esta gente si que me caía estupendamente bien. Los cócteles eran entregados como agua, sinceramente o esta gente estaba impaciente o en verdad les encantaban estos. No eran como los que yo preparaba pero eran buenos, sin dudas el o la que los preparó recibiría la oferta de trabajar conmigo en el bar. Los minutos pasaban cada vez más rápido para mi buena o mala suerte la prometida había llegado ella entraría por la puerta principal como todo un ángel, su vestido blanco le quedaba perfectamente perfecto, sin dudas me sentía en el cielo con la vista que esta mujer me permitía. A pesar de que ella era hermosa hoy su rostro estaba diferente, se veía cansada, tal vez los preparativos la agotaron demasiado, quería no imaginar que su agotamientos se debiera a otra cosa. Yo pensaba que cuando uno se casaba tendría una sonrisa boba en la cara, sus ojos con un brillo único y sus nervios recorriendo cada rincón de su cuerpo. Nunca pensé que estaría con cara triste, algo cansada, sin una sonrisa, y moviendo su cuerpo con pesadez como si estuviera yendo a realizar tramites aburridos. Su expresiones estaban apagadas, al igual que sus ojos, ni un mínimo brillo en ellos, estaban vacíos, incluso me daban frío. Creo que siempre tuve la idea errónea de la boda perfecta.
—Es hermosa la novia—Expresaron junto a Lauren.
—Así es—Afirmó.
—¿Cómo te llamas?—Preguntó la mujer.—No te había visto antes—Explicó.
—Lauren, ¿Y tú?—Preguntó de vuelta.
—Keana—Respondió extendiendo su mano.—Un placer—Terminó con una sonrisa.
—Igualmente—Dijo.
—Keana podrías ayudarme con esto—Preguntó un chico alto señalando varías bandejas con cócteles. La chica asintió y se dispuso a entregarlos a cada invitado del salón, antes que la ceremonia comenzara.
Ya era hora de irme, ya la había visto, no necesitaba nada más, pero por algún extraño motivo no podía irme, necesitaba quedarme y saber que haría ella, si decidiría por aceptar y destruirme por completo o rechazar la propuesta y huir de esta farsa.
Extraño tus ojos, tu sonrisa, tu boca, tus manos... Extraño cuando me mirabas solo a mí pero pretendías no hacerlo... Extraño tu seriedad, tus enojos, tus regaños y tus risas... Extraño hasta tus chistes malos... Extraño tu voz... Extraño tu cuerpo... Amor mío, te extraño demasiado.
—¿Crees que la vida unirá nuestros caminos para siempre?—Preguntó con timidez.
—Yo creo que la vida no se equivocó en cruzar nuestros caminos que a simple vista parecían tan lejanos. No se que pasará en el futuro, pero te seré sincera, quiero caminar junto a ti lo que reste del día y si tu lo deseas así mañana también lo haremos y si también lo quieres para toda la semana ni dudes en que me negaré a hacerlo—Explicó sonriendo.
En ese momento la futura esposa entró, la música empezó a sonar al compás, ella caminaba con duda pero su padre la guiaba, tal vez estaba nerviosa, su madre la miraba con una sonrisa pero no lloraba, yo creía que las madres siempre lloraban, me equivoqué otra vez. Alejandro le entregó la delicada mano de su hija al idiota del prometido, este sonrió con arrogancia, era su maldito suegro el no podía sonreír de tal manera. Camila se colocó en su posición, las palabras del cura comenzaron a escucharse dentro de todo el salón, estas eran nulas no las lograba escuchar mi mente estaba procesando toda la información, mi mirada se concentraba solo en ella, los recuerdos o más bien visiones venían de la nada, sus palabras, sus "te amo" "te quiero" "Soy tuya" todas las lagrimas, todas las risas, nuestras manos entrelazadas, nuestras caricias. Los recuerdos no se iban, las palabras de ellos retumbaban en mis oídos, su boca se movía ella estaba respondiendo, el también. El mundo pareció detenerse su mirada se desvió, su boca formó una ligera mueca pero luego movió sus labios, ella respondía otra vez, sus ojos se clavaron en mi, en sus ojos percibí la sorpresa, la tristeza, la impotencia.
Si las miradas chocan, es porque algo buscan.
Logré reaccionar en ese preciso momento, aunque se que no fue el mejor.
—Los declaro unidos en matrimonio. Puede besar a la novia—Resonó en todo el salón.
La gente comenzó a aplaudir, yo aún seguía aturdida, ella no apartó su mirada, el la besó, ella no cerró sus ojos, estos se encontraban cristalinos las lagrimas se escurrían por sus mejillas. Mi corazón comenzó a latir rápidamente y las lagrimas se asomaron por mis ojos, comencé a temblar, me faltaba la respiración. Fue en ese entonces cuando me di cuenta, me di cuenta que la había perdido, la perdí y para siempre.
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Camren. ¿It's you?
FanfictionLauren Morgado 26 años, bartender de primera en PicksTool. Camila Cabello 25 años, empresaria y dueña de Farret Couthor's.