Narra Samuel.
(Tres años después).
"Es increíble que ésto esté sucediendo", pensé ese día al despertar junto a Guille, enredado entre las sábanas y con el cálido aliento de la persona que más amaba sobre mi piel. Estaba feliz, contento, desbordado de hermosas emociones y con una radiante sonrisa que nada ni nadie podría borrar.
Como siempre, me levanté en completo silencio y, sin despertar a Guillermo, me vestí cuidadosamente para bajar a la cocina y preparar un desayuno especial para ese día igual, o incluso, más especial para ambos. Esa mañana, opté por ponerme una camisa negra, un pantalón blanco que remarcara mi trasero y los zapatos de toda la vida; "sexy pero vulnerable" pensé al mirarme al espejo. Bajé sin apuro y me dirigí hacia la cocina con todas las intenciones de ponerme manos a la obra para una gran sorpresa Nada podría arruinarme ese día y haría que fuera mejor de lo que había planeado; desde el momento uno lo haría especial. Hotcakes, cupcakes, medialunas, fresas, zumo de naranjas, el típico café mañanero y algunas galletas con chispas de chocolate; lo mejor para el mejor de todos. Preparé todo con suma delicadeza y, con cuidado, acomodé el desayuno sobre una bandeja que había encontrado entre las cosas antiguas de mi tío. Cómo extrañaba a ese viejo testarudo.
Miré la bandeja desde arriba, satisfecho por el trabajo que había hecho... "¡Perfecto!" pero algo parecía que faltaba. Con una enorme sonrisa y con aire de felicidad, mientras tarareaba una de mis canciones favoritas, salí al jardín por la puerta de la cocina y busqué entre las plantas la flor más linda, más viva y más radiante para poner en la bandeja del desayuno de Guille, dándole una gran alegría al despertar. Entonces la vi, la más linda, la más hermosa, la más perfecta para mi pequeño. Caminé hacía aquella flor que había divisado entre las demás, la corté con suma delicadeza y me dispuse a ir hasta la cocina, dejar la flor sobre la bandeja, junto al zumo y el café, y subir las escaleras en dirección a nuestro cuarto.
Al abrir la puerta del dormitorio, me encontré con que Guille, aún, seguía dormido. Se veía tan tierno, tan inocente, tan lleno de paz. Las sábanas blancas resaltaban su brillante piel y el sol, que se colaba por la ventana, lo hacía ver tan puro, tan angelical. Con una enorme sonrisa dibujada en mi rostro, pasé dentro de la habitación con la bandeja entre las manos y cerré la puerta detrás de mí con un pequeño empujón con el pie. Caminé hasta la cama y dejé la bandeja sobre el acolchado para, luego, despertar a mi pequeño. Me senté en la cama a su lado y lo observé dormir. Estoy seguro de que mi cara de enamorado embobado era más que notable en ese momento; adoraba verlo dormir tan sereno. Inconscientemente, mis manos acariciaron su rostro, apartando su cabello de él y, en sus labios, apareció una hermosa sonrisa, aún teniendo sus ojos cerrados.
-Buen día, chiqui.- le dije con una sonrisa al verlo sonreír.
-Buen día, cariño.- me contestó estirando sus brazos hacía mí, abrazándome y tirándome sobre su cuerpo.- Hueles riquísimo.- me susurró sobre la piel de mi cuello.
-Debe de ser el desayuno.- dije, apretando los ojos, tratando de no devorarlo antes de que llegara la noche.
-No lo creo.- susurró nuevamente pero, esta vez, mordió sensualmente el lóbulo de mi oreja.
-Guille...- me quejé en un suspiro, acorralado entre sus brazos.
-Samu...- lo hizo de igual manera.- hazme empezar bien el día.
-¡Es lo que vengo a hacer!- me separé de su cuerpo, acordándome de la bandeja que estaba sobre la cama.- ¡Te he traído el desayuno a la cama!- le dije con una enorme sonrisa mientras señalaba aquella bandeja llena de cosas que sabía que a Guille le gustaban.
-¿Te quedas conmigo a desayunar?- me preguntó, sentándose en la cama y frotándose los ojos.
-Sabes que no puedo. Debo ir a casa de la madre de Mangel.- le contesté mirando mi reloj.- Se me hace tarde.
-Pero aún es temprano.- se quejó.- Quédate un rato y desayuna conmigo.
-¡Que no puedo, cabezón! ¿¡Acaso quieres que luzca mal ésta tarde!?- le insinué, cruzando mis brazos y levantando una ceja con ironía.
-¡Claro que no!- rió, contorneando sus mejillas de un ligero color carmín; tan tierno que me derretía a su lado.- Aunque, si llevas esos pantalones, no podrías lucir mal jamás.- me dijo de forma coqueta.
-Así que... te gustan éstos pantalones, ¿eh?- dije para ponerme de pie y menear el trasero frente a su rostro con una sonrisa. Como lo supuse, Guille comenzó a reír otra vez, y, casualmente, recibí un golpe sonoro en mis nalgas.-¡Ala, chaval! ¡Ahora sí que te reviento!- dije para abalanzarme sobre él y comenzar con una ronda de cosquillas.
Realmente, disfrutaba cuando Guille sonreía, cuando reía como un niño y cuando disfrutaba de cada momento en el que estábamos juntos. Amaba verlo lleno de energía, repleto de la felicidad que le había sido arrebatada años atrás y que ahora volvía a tenerla gracias a mí. Adoraba ver como sus ojos se escondían detrás de sus abultadas mejillas, adoraba el irresistible aroma de su cabello, adoraba su sonrisa, su risa, su voz, su piel. Me enloquecía su comportamiento y personalidad; sus caprichos, sus insinuaciones, sus miedos, sus defectos y virtudes. Estaba tan y completamente enamorado de él que haría lo imposible para verlo sonreír cada día, cada segundo del resto de nuestras vidas.
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Jelou!
Capitulo nuevo, corto, medio soso pero boe... XD Es que falta tan poquito para terminar! Me da mucha pena! Pero ya no puedo alargarla más porque sino pierde la esencia; ya entienden.
En fin, un besazo, un saludo y nos leemos en la próxima!
Debuh z4
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Mucho mas que un amor prohibido (WIGETTA LEMMON) [Completa]
Fiksi PenggemarCada uno escribe su propio destino.