Capitulo 46

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Narra Samuel.

Llevo contando los días en que Guillermo se ah ido de la casa de mi tío. Hoy llevo 576 días, 13.824 malditas horas desde que lo dejé ir.

Puedo recordar aún ese día cuando mi tío me mandó a llamarlo a su habitación porque hacía dos días enteros que no salía de allí y estaba bastante preocupado. A decir verdad, yo también estaba preocupado por él ya que hacía mucho tiempo que no bajaba a comer. Tranquilamente, él podía haber estado muerto en su habitación como, también, podía haber estado ahí dentro llorando; cualquier opción, estoy seguro que sería por mi rechazo. No me animaba a irrumpir en su habitación, lo veía injusto para él después de lo que le había hecho pero mi tío no dejaba de insistirme en que vaya a ver qué le sucedía, aun que yo sabía perfectamente la causa de su ausencia. Llamé varias veces a su puerta pero, como hace dos días atrás, no obtuve respuesta alguna. Después de varios intentos sin éxito me animé a girar el picaporte de la puerta y, sorprendentemente, no estaba cerrada con seguro. Empujé lentamente la puerta tan sólo un poco sin mirar hacia el interior de su habitación; simplemente le preguntaría cómo estaba. Al no recibir respuesta de su parte, terminé de abrir la puerta para encontrarme con su habitación completamente vacía. Su armario sin su ropa, sus cosas de los estantes no estaban y las maletas, que sabía dónde se encontraban, también faltaban. Guillermo se había ido y había sido por mi culpa.

Mi tío, a los pocos meses de la partida de su protegido, empeoró notablemente con respecto a su salud. El cáncer estaba consumiendo su cuerpo al 100% y ya no había nada que se pudiese hacer. Sin embargo, Rubén y Miguel Ángel, amigos de Guillermo, venían a diario para que igual tomase sus medicinas y lo acompañaban al médico con una pizca de esperanza de que él mejorara. Me apena decir que todo su esfuerzo fue en vano; mi tío murió un día lluvioso en el hospital en el que se encontraba hacía, tan sólo, unos pocos días después de haber sido internado. Sufrí mucho la pérdida; su entierro fue al día siguiente de que falleciese y sólo unos pocos nos presentamos, menos Guillermo, sabía que no lo haría. Además de eso, sabía perfectamente que todo lo que era de mi tío había quedado para Guillermo y sabía que, tarde o temprano, me tendría que ir de aquella casa para poder dejar todo el pasado en dónde pertenecía.

A los pocos días me mudé con mi prometida. No, todavía no nos habíamos casado pero estaba a unos meses de hacerlo, que ahora son solamente unos pocos días. Como de costumbre, Rubén me dijo que buscase a Guillermo, que se veía en mí que lo extrañaba y que echaba de menos su presencia; pero extrañaba mucho más que sólo eso. No entiendo cómo es que fui tan idiota al dejar ir a la persona que mejor me hacía sentir. Extrañaba esa sensación de sentirme acosado todo el tiempo por él, extrañaba su cuerpo sobre el mío y, joder... como extrañaba esos, tan suaves, labios. Mi cuerpo pedía a gritos el suyo y, ni siquiera, sabía dónde estaba... o con quién. Realmente me hacía falta pero tenía que negarlo de una vez por todas: él se había ido para no volver a verme, y todo ah sido por una estupidez que cometí hace más de un año y medio.

[...]

-Cariño- dije llamando la atención de Sofía que estaba terminando de lavar los trastes, luego de haber almorzado.-, iré a por el traje para la boda.

-Vale.- me contestó con una sonrisa para, luego, darme un corto beso en los labios.

-Cogeré el auto.- y sin más que decir me dirigí al estacionamiento.

Sofía estaba muy entusiasmada con el tema de la boda. Se pasaba días enteros planificando cada detalle para que todo fuese perfecto y el tiempo en que estaba fuera de casa era mucho más que cuando estaba dentro. Para mí era un punto a favor porque no tenía que soportar las típicas preguntas de ¿Qué color? si son los dos, exactamente, iguales. Yo, por otro lado, estaba extrañando más que nunca a Guillermo. No podía dejar de pensar en él; si se había enterado de la muerte de mi tío, si ya había terminado sus estudios ya que no asistió mas a la universidad, si ya había encontrado a alguien que lo amara más que yo, si ya alguien mas había tocado su piel, si ya se había entregado a otro cuerpo que no fuese el mío. Miles y millones de dudas y preguntas crecían en mí a diario, torturándome continuamente mientras imaginaba aquel cuerpo aferrado a otro, bajo las sábanas de un cualquiera.

Era duro de admitir, pero lo extrañaba demasiado.

Conduje en silencio hasta la tintorería a dónde mandé a lavar mi traje. Tuve que aparcar unas calles mas adelante porque no había espacio para estacionar ya que era una calle muy transitada y más a la hora en la que yo me encontraba. Bajé del auto, poniéndole el seguro, y me dirigí hacia aquel lugar en dónde hubiese preferido que me quemaran las prendas con la plancha con tal de no casarme dentro de poco. Pero no siempre la suerte está de mi lado y el traje estaba en perfectas condiciones, envuelto en un fino plástico transparente para proteger el lavado. Al salir de aquel local, caminé unos pocos metros hasta que sentí chocar algo contra mis piernas desde la parte de atrás y, al darme la vuelta para ver de qué se trataba, me encontré con una hermosa bebita de enorme sonrisa sosteniendo con una manito un peluche de una pequeña tortuga que se le cayó al instante al suelo y que inmediatamente recogí para tendérselo y dejarlo en sus manitas.

"Ésto me recuerda, aún mas, a Guille" pensé para mi mismo recordando a aquel enorme peluche que gané para él en la feria y, al levantar la vista con una sonrisa para observar a quién le pertenecía la hermosa bebé, me encontré con lo que menos esperaba volver a ver.

-¿Guillermo?- pregunté cuando sus ojos se clavaron en los míos.

-Samuel...- contestó en un susurro, dejando escapar todo el aire que tenía dentro de sus pulmones.

Él estaba, exactamente, igual que yo. Ambos no podíamos creer lo que teníamos delante de nosotros y lo único que nos separaba era aquel cochecito de bebé.

-¿Es tuya?- le pregunté luego de un incómodo silencio en el cuál sólo nos dedicamos a observarnos.

-Sí.- contestó.- Mía y de Luzu, se llama Aqua... Eh vuelto con él el día en que me dejaste.- me comentó en un tono con la intención de hacerme sentir culpable. Pero él no sabía lo cuán arrepentido estaba de ello.

-Felicidades.- le contesté sin mas.

-¿Y tu novia? ¿Ya se casaron?- me preguntó mientras desabrochaba los seguros del cochecito y cargaba a su hija en brazos.

-Aún no.- dije enseñándole el traje que llevaba entre manos.- Me caso en una semana; el ocho mas exactamente.- le contesté ya sin ánimos.

-Felicidades. Yo el ocho veré a los futuros compradores de la casa de mi tío.

-¿Vas a venderla?-pregunté para sacar algún tema de conversación y poder estar mas tiempo con él.

-Es muy grande para nosotros y estamos bien en su departamento.- y a falta de contestación, continuó.- Bueno, Samuel. Ya debo volver para que Aqua duerma su siesta.

-Esta bien.- contesté.- Adiós.

-Adiós.- dijo para mirarme por última vez y comenzar a arrastrar el cochecito mientras que con la otra mano sostenía a su bebé.

La envidia que sentía en ese momento por su novio Borja Luzuriaga era tal que podría haber llegado a explotar. Él tenía todo lo que yo quería tener con Guille; amor, un bebé, una familia... Tenía que pagar por mis errores, pero es destino estaba siendo muy cruel conmigo.

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Holaaa!!!!!! 

Cap nuevo y con un sueño de la leche, me despido...

Bye!

Debuh z4

Mucho mas que un amor prohibido (WIGETTA LEMMON) [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora