En Gotham...

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Mientras la ciudad rebosaba de luz por la reciente salida del sol, en aquella profunda y cerrada habitación, como siempre, no entraba atisbo de luz del sol. Los tres hombres agresores se encontraban en línia horizontal, esperando, como el hombre grande y musculoso, a su jefe. Habían esperado por muchos minutos, quizás ya había llegado a la hora, pero no se atrevían a quejarse. No estaban en condiciones e quejarse por lo que había sucedido.

Nadie decía nada, solamente se miraban unos a otros. Sobretodo los tres hombres al hombre grande y musculoso, porque nunca lo habían visto y su impresión a su tamaño. Por el walkie del hombre grande y musculoso, se escuchó una raspad voz de hombre no muy agradable de oír:

-El jefe ya ha llegado.

La voz se limitó a decir aquellas palabras. Tan pocas, y tanto miedo provocó a los tres hombres. Todos los que se encontraban en la habitación se irguieron antes de oír la puerta chirriar al abrirse. La imagen que verían a continuación les aterraba, porque sabían lo que iba a suceder. 

El Jefe se sentó en su butaca roja y esvelta en la que estaba acostumbrado a recibir sus visitas, o más bien sus recados. No decía nada, esperaba a acomodarse. Una vez hecho, su cabeza miró hacia el suelo sin más, desplumándose, pero seguía erguido en el asiento. Los tres hombres se sorprendieron y asustaron, pero no se atrevieron a preguntar o decir cualquier cosa.  Se acercaron para al menos ver si estaba respirando, y en cuanto estaban lo más cerca que podían...

-¡BUENO... - alzó su cabeza rápidamente con los brazos al aire, mientras que los tres hombres pegaron unos gritos tan agudos, que el hombre grande y musculoso tuvo que taparse un oído - ... nenazas! Decidme... ¡¿qué tenéis para mí?! ¿Lo habéis hecho?

Los tres hombres, una vez retrocedido unos pasos, se miraron entre sí. Ninguno se atrevía a hablar.

-Jefe... Eh... Nosotros... - tartamudeaba uno, pero sin mucho éxito decía nada.

-¡¿QUÉ?! - exclamó enfurecido el Jefe, sin moverse de su butaca - ¡EL TRABAJO... era sencillo! Era sencillo, chicos... ¡¿QUÉ DEMONIOS HA PASADO?!

Los tres hombres, por muchas veces que vieran al Jefe, nunca se acostumbraban a sus cambios de humor. A demás, también tenían miedo de contar lo que vieron, o más bien... a quién vieron.

-Jefe... nosotros estábamos a punto de cumplir - se atrevió a hablar uno -, pero... apareció él...

-¡¿ÉL?! ¡¿QUIÉN?! ¡¿SANTA CLAUS?! - espetó a pleno pulmón levantándose de su asiento, dando vueltas como el loco que era.

-No, Jefe... - murmuró otro - Batman.

La habitación entera, enmudeció. Lo único que veían todos, incluso el hombre grande y musculoso, que era un mero espectador, era la espalda del Jefe y su abrigo. No se oía ni su respiración, ni se movía ningún musculo. El Jefe se había quedado petrificado ante la idea, ante el hecho. No por temor o miedo, sino por la satisfacción que le había invadido en menos de un segundo para pronunciar la palabra: Batman.

-¿Estáis... seguros? - murmuró, casi como una persona normal.

-Segurísimos - se atrevió a decir uno, tocando su hombro con un solo dedo haciendo que el Jefe se diera la vuelta para presenciar algo: el hombre le mostró un pequeño trozo de metal con el símbolo del murciélago.

El Jefe lo tomó entre sus manos cubiertas por sus guantes negros como si de un diamante se tratara.

-Marcháos - se limitó a decir mientras se sentaba de nuevo en la butaca.

Los tres hombres, extrañados y mudos, se fueron sin añadir más, viéndolo como una oportunidad de escaparse del castigo que les habría tocado. Una vez en la habitación solo habían dos hombres, el hombre grande y musculoso, dijo:

-¡Jefe, esos tipejos no cumplieron su trabajo!

Acariciaba el metal como si de un ser vivo se tratara, como si fuera una mascota. Embobado por su tesoro encontrado, el Jefe respondió con dificultad para pensar. 

-Déjalos, ya acabaremos el trabajo. Dejemos que crea que ha sido un aviso...

Batman: The Dark Is BackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora