33. La noción del tiempo

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-Así que... Batman - repetí por tercera vez.

-Sí - dice Bruce, manteniéndose firme y aguantando una carcajada mientras observa mi transición para aceptar el hecho de que estoy hablando con Bruce pero a la vez con Batman -. ¿Alguna vez vas a dejar de preguntarlo?

-Es que... Me siento... ¡tan estúpida!¡Y es tan irritante!¡Eras tú todo el jodido tiempo! - grité de la nada. Bruce no pudo aguantar ninguna carcajada y las soltó.

-Sí, bueno, no podía contártelo tal cuál - se puso serio de golpe.

-¡Tampoco me lo habrías contado! - remarco con desdén.

-Sí que lo hubiera hecho - dice serio.

-No lo creo - bromeo.

Se produce un silencio. Ambos estamos sentados en el sofá que hay frente a la chimenea encendida. Bruce tiene en su mano reposada un vaso de agua del cual va bebiendo de tanto en tanto. Mira hacia la chimenea con la mirada perdida. Y yo no puedo dejar de pensar lo difícil que se me hace creer que este hombre sea Batman. No puedo imaginármelo peleando ni planeando con unas enormes alas falsas. Mi mirada se dirige a las heridas que tiene Bruce sobre el pecho desnudo.

-¿Duelen?

Bruce alza su vista, sorprendido por la pregunta.

-Siempre duelen.

-¿Y porqué lo haces?

Él me mira sonriente y alza los hombros, dándome a entender que lo hace sin ningún motivo aparente.

-No fastidies. No lo haces porqué sí - me quejo -. Yo no me dedico a encarcelar traficantes y asesinos porque sí.

Bruce suelta una vaga carcajada con un soplido, supongo que dudando decírmelo o no.

-Es una larga historia.

-Tengo tiempo.

-Sí, ¿no? - ríe.

-El que quieras.

Se queda en silencio, observándome con sus cejas alzadas y una sonrisa pequeña.

-¿No me vas a contar?

-Sí.

-¿Y a qué esperas?

-¿Todo el tiempo que quiera? - repite.

-Ajá - sonrío, poniéndome cómoda en el sofá.

De golpe, mira al vaso de agua y no deja de menearlo levemente. Lo deja en la mesita de vidrio que hay a su lado y juega con sus manos, pero esta vez su rostro se encuentra serio. Y empieza a contarme. Remontando con la historia de sus padres que me contó una vez hasta llegar a su adolescencia. Cómo lo vivió, que significó para él...

Me doy cuenta por su rostro lo duro que fue el perder a sus padres a tan temprana edad y ya sintiendo esas inmensas responsabilidades. No puedo imaginarme cómo sería un mundo sin mis padres.

Y empieza con la historia de cómo nació Batman y los murciélagos. Sus antiguos miedos y cómo fueron entrenados por Ra's Al Ghul. No tenía ni idea de quién era hasta que Bruce me contó de pe a pa su historia con él. Su mentor, y al final, su traidor.

- Tengo esperanza en esta ciudad porque mi padre tenia esperanza - murmura una última vez antes hacer una larga pausa.

En toda su explicación, no he comentado nada. Ni siquiera he abierto la boca porque quería darle el espacio para que expresara todo lo que sentía y pensaba.

-Estás muy callada - murmura sonriendo.

-Bueno... Estoy tratando de asimilar lo que oigo.

-¿Asimilar?

-Sabía que no eras quién fingías ser, Bruce Wayne - le sonrío -, pero tampoco imaginé que toda tu imagen fuera... una patraña. Siento si te va a ofender, pero en esta ciudad poca gente daría un duro por ti.

-No me ofende - ríe -. Parte del entrenamiento de capullo, supongo.

Ambos reímos

-¿Sabes? Son estos momentos los que me hacen olvidar todo esto que te acabo de contar.

-¿Los momentos con un vaso de agua? - bromeo.

-No - sonríe sin dejar de mirarme.

No puedo evitar apartar la mirada fingiendo que no me estoy enterando de lo que insinúa.

-No te lo he dicho, pero el nuevo corte de cabello que te has hecho es bastante peculiar...

-¿Perdona? - exagero en mi tono.

-Es broma. Te queda genial - dice, a la vez que se atreve a acariciar mi pelo.

Yo no me muevo. No me desagradan nada ni sus palabras ni su tacto. No aparta su mano y yo no puedo apartar mi mirada de la suya. En un segundo, deja de tocarme el pelo y se acerca a mi rostro. No hago nada para evitar que mis labios y los suyos se unan. Empezamos a mover los labios con suavidad, pero no tardamos de librarnos de la timidez y la prudencia en cuanto sentimos la necesidad de darnos más que un beso. Siento las manos de Bruce acariciar mi espalda con rudeza, casi parece que ruegue a mi camiseta que no estuviera puesta. Y yo, no puedo apartar mis manos de su cuerpo.

-¿Dónde está Alfred? - murmuro en sus labios.

-En casa de Lucius, han quedado para no se que... - responde con una respiración alterada.

No termina la frase porque el choque de mis labios lo impiden. Me sujeta y nos alejamos del sofá. Mis piernas le rodean y mientras seguimos besándonos, vamos a una habitación. No sé si a la suya o a la mía. La verdad, no importa.

Ni estábamos siendo conscientes de las horas que estaban pasando en la conversación, pero ahora lo somos menos. Después de tanto tiempo de mi vida, esto es lo más cerca que estoy de la libertad. Con sus besos, caricias e impulsos no puedo sentirme más bien y libre.


Batman: The Dark Is BackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora