37. No duraré

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La canción es por si queréis algo de ambientación. Enjoy.





Mis ojos se abren sin dificultad alguna. A veces me cuesta dormir y por eso no me relajo en la noche. No por mí. Mi insomnio se debe a un miedo no originado en base a la pregunta "¿qué va a ser de mí?", sino que es más a la tristeza. No puedo lamentarme. En estos momentos, no debo preocuparme por mí. No debo. Gotham necesita cuanto antes posible ayuda.

Tomo aire profundo con la nariz, y aunque ha sido relajante por un momento, no me he quedado satisfecha. Siento presión en el pecho y no puedo quitarlo. Lo siento desde lo de Bruce. Es como si una parte de mí se fue con él. Me levanto de la cama, me dirijo a la cocina para prepararme un café y me siento en un sofá del salón. Observo el fuego, seria y paciente, sin terminarme el café con prisa. La madera puesta recientemente se quiebra. Su sonido leve es lo único que puedo oír de la realidad. Siento que no vivo en ella más. Es que... aún no me he hecho a la idea.

Me olvidé de lo que era amar, enamorarse, hacer cualquier cosa por alguien, querer estar, vivir por y para esa persona e incluso morir por ella. Lo olvidé por completo. Lo olvidé adrede, para no salir herida, para evitar la situación en la que me encuentro ahora. Estoy herida, pero si dijera, en voz alta o para mí misma en mis pensamientos, que no quería ni deseaba esto, que no quería o deseaba a Bruce, sentiría una pena y una culpabilidad que ni el ni yo merecemos. Sería una mentira más.

Me mentía a mí misma en el principio. Aún con esa imagen de gilipollas que llevaba con él a todas partes, yo sentía que no era él mismo. Cuando se distraía, veía en su rostro una seriedad nada perspicaz ni atrevida, era tensa. Llevaba y cargaba en su espalda una tensión y dolor que ni yo pude ayudarle. No tuve tiempo, no tuvimos tiempo. ¿Cómo vas a enamorarte en una situación tan peligrosamente delicada como la de Gotham? Te pones a ti mismo la amenaza de la aguja afilada de un cuchillo en el corazón y estómago.

Tengo un gran dolor y pesar que sentiré de todas formas. Actúe como actúe, trate de hacer lo que sea: olvidarle, recordarle, fingir... Sé que tengo que pasar por esto ahora, y de tan solo pensarlo, los días o meses o años que pasaré recordándole se me hacen ya pesados. Por suerte, dadas mis circunstancias, no creo que tenga mucho más tiempo... Vienen a por mí y salir de la ciudad no es un paseo. No duraré. Ni siento angustia, ni siento que tenga que decirle a nadie un tierno y profundo "adiós". Es triste, pero es cierto. He dedicado mi vida al trabajo. No tengo amistades, no tengo una relación cercana con casi nadie. Solo mi madre, a la que ya sabe que quiero, respeto y llevo siempre conmigo como el tesoro que llevo conmigo a cada cosa que vivo. La única vez que creía que estaba empezando a tener mi propia vida era con Bruce. Él me hacía sentir como que tenía opción de elegir. Desde siempre aprendí de mi padre a trabajar y mejor en el trabajo, pero no como persona. Bruce me hacía sentir como si fuera la mejor persona del mundo. Sus ojos me veían así y yo lo creía, aunque no fuera así.


* * *


Me he tomado ese café sin prisas, como dije. Estuve pensando todo el rato. Sin que nada siguiera pasando en la mansión. La diferencia es que mi padre, apaciblemente, me dijo que mi madre ha hecho lo posible para tratar de convencer a las fuerzas para sacarme a mí de la ciudad en una misión de rescate. No lo ha conseguido, y de todas formas, aunque lo hubiera conseguido, no hubiera aceptado. Lo siento, mamá.

La llamada ha terminado con un "De acuerdo, gracias. Adiós.". Aunque ha sido una llamada fría, no estoy cabreada ni resentida con él más. No puedo. Es mi padre, y aunque me ha hecho una putada, pero imaginarme estar cabreada toda la vida con él... Se siente como una gran pérdida de tiempo. Le llamaré, hablaremos y eso. No voy a pedir disculpas, solo decirle que no me gusta esto.

Sigo sin ver a Alfred. Me preocupa. Dando una vuelta por los pasillos, trato de buscarlo, mientras. Oigo ruido en una habitación. Parece ser la biblioteca. La puerta está entre abierta así que no temo entrar. Veo a Alfred sentado en la butaca rodeado de montones de libros.

-¿Qué haces, Alfred? - murmuro.

-Oh... - se sorprende - Trato de buscar un libro para leer.

-¿Uno en concreto?

-No. Simplemente no sé cuál.

-¿Y esa indecisión?

-Es que... - balbucea - Por mucho que trate de leer una historia, no puedo quitarle de mi cabeza ni por un momento.

Me entristece ver ese rostro melancólico. Le miro, tratando de hacer una sonrisa, pero no puedo.

-Yo tampoco, Alfred.

Me dispongo a salir de la biblioteca, pero pronuncia mi nombre. Por dentro me ha dolido la forma en la que lo ha hecho. Me ha sonado a alarma de emergencia. Me giro a verle en el momento.

-¿Sí? - digo.

-Creo que lo que ha ocurrido está haciendo que cada uno vaya por su lado - murmura -. Personalmente, no creo que sería lo que Bruce desearía.

Sonrío.

-Yo también lo pienso.

-Más tarde, hablemos, Diane. ¿Sí?

Asiento. No me desagrada la idea en absoluto. Salgo de la biblioteca para ir a ningún lugar, la verdad. Indago en pasillos a los que no solía ir, pero recordando, me encuentro justo en el pasillo en el que Bruce abrió aquella puerta de ascensor escondida. Busco y encuentro la pared en cuestión. Mis ojos fijados en ella son como si estuvieran diciendo todo el rato "hay un secreto y lo sabes". Mis pies ya se encaminan a esa "pared" antes de percatarme. Cuando estos están a veinte centímetros del borde, frenan. Me aferro más al abrigo de lana que llevo por el frío. Trato de recordar donde puso Bruce su mano, y a su vez, pongo la mía en ese mismo lugar. No debería hacer esto por varias razones, pero siento esa necesidad de ver qué era lo que retenía a Bruce de ser Bruce. Quizás no funcione, dudo que ese detector tengas mis marcas. Toco ese lugar. Tres segundos: nada sucede. Cinco. Seis. Siete.

Doy un salto cuando la puerta se abre de golpe, mostrando sus frías y azuladas luces y sus paredes relucientes. Mi corazón late como si estuviera mintiendo a un detector de la policía o como si espiara a alguien. Me adentro y aprieto el único botón que hay. No pienso realmente lo que hago, estoy actuando sin tener idea. El ascensor ha llegado de la misma manera en la que ha ido: en un total silencio. Me pregunto cuantas veces Bruce ha utilizado este ascensor mientras yo, de todas formas, estaba en la casa. El paisaje me impresiona de la misma manera que la primera vez: la cascada, el estanque, las pistas, tecnología... Doy un profundo suspiro soltándolo de manera que hace algo de eco. Oigo unos ruidos muy leves, como pitidos, hasta que una voz robótica dice:

-Bienvenida, Diane.

Batman: The Dark Is BackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora