38. Acceso

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Me escondo rápidamente en una pared para pasar desapercibida. Tengo el corazón aún más acelerado y los nervios al filo. ¿Quién ha sido? Siento que mi respiración hace eco. Solo la mía. No oigo a nadie más.

-Por favor, no se asuste - vuelve a decir esa voz masculina-. Me presento. Soy Alexander, el sistema operativo y administrativo del Señor Wayne.

Salgo de mi escondite, creyéndome sin pruebas lo que esta voz me dice sin amenazas ni señales.

-¿Y porqué cuando vine no hablaste la primera vez?

-El Señor Wayne no me pidió nada, para entonces.

-Tiene sentido...

Observo de nuevo el lugar. Mi cuerpo, aún creyéndome lo que Alexander dice, sigue en tensión. Creo que es por este lugar, aún me crispa los nervios de ver toda esta oscuridad y secretismo. Avanzo mis pasos hasta ningún lugar, mis ojos me guían y camino por senderos planos de piedra que me guían a otros rincones de esta cueva.

-¿Alexander...? - murmuro, sin estar segura de lo que hago.

-¿Sí, Señorita Gruff?

Suspiro, no sé qué decir.

-¿El... Uhm... Cómo he podido entrar?

-El Señor Wayne lo había programado de tal manera que usted tuviera acceso a este lugar. ¿Por qué?¿Desea eliminar el acceso o darle permisos a alguien más? En ese caso necesitaré sus huellas dactilares y...

-¡Alexander...!¡Alexander...! - le interrumpo, mirando a la nada - No deseo nada de eso, me refiero a cómo es que tengo ese acceso.

-Porque el Señor Wayne lo pidió, Señorita - dice con su electrónica voz amablemente, y eso me desespera con mi poca paciencia.

-¡Sí! Pero, ¿por qué lo pidió?

-¡Oh! Porque en un momento dado el Señor Wayne le iba a mostrar todo.

¿Mostrar todo? Es decir... Bruce ya tenía pensado contarme su identidad. Eso me hace sentir triste y con remordimientos de nostalgia. Sé que quiero llorar, pero no voy a hacerlo. Suspiro, escuchando mis propias quejas de dolor haciendo eco. Ando como alma en pena por el mismo lugar que una vez Bruce estuvo. Me doy cuenta con el andar de que el lugar entero hace un recorrido circular. En el centro, rodeada por la cascada y el agua, hay una plataforma metálica donde se encuentra el batmóvil. Los pasadizos cubiertos por otra planta tienen pequeñas luces verdes tenues y el techo esta cubierto por estalactitas. Camino, hasta parar a unos pasos de lo que parece ser un lugar de entrenamiento. Me acerco y puedo ver más cerca a un saco de boxeo y piezas para ejercitar, como unas pesas. Entro traspasando el arco de piedra y se encienden las luces automáticamente. Es un lugar adaptado a las necesidades de alguien que entrena, eso está claro. Me acerco al saco, lo acaricio y me marcho. En salir, me giro para ver si se apaga La Luz, y sí. Sigo caminando, hasta el panel de control. Sigo guardando silencio, dejando que mi cabeza haga todo tipo de ideas.

-Alexander...

-¿Sí?

-Entonces... ¿tengo total acceso?

-Así es, señorita.

-Bien.


* * *


No más de una día y medio después, la casa sigue igual de tranquila. Solo dos personas embaucadas en sus propios mundos y recuerdos, metidas en una gran mansión cerrada y reforzada hacia el mundo que ahora cae en caos. Sabemos que estamos siendo irracionales, Alfred y yo, porque no nos importa lo que nos pueda pasar. El silencio ya forma parte de mí y de la mansión, pero dentro siento un gran fuego que no puedo apagar.

Hace nada Alfred inició la conversación que él sentía pendiente. La conclusión es que debemos ser fuertes y tener esperanza de que toda esta situación la solucionarán para que ambos tengamos un final que Bruce hubiera deseado que tuviéramos. Yo no creo eso, pero no quiero hacerle sentir peor de lo que ya está. A demás, me dio la sensación de que Alfred asimilaba que yo me quedaría aquí como fuera, es decir, él quiere mantener un luto estando tal y como estamos: sin hacer nada. Yo siento que no quiero eso. Para nada. Este ardor que siento ya no es solo tristeza, estoy inquieta y siento la necesidad de hacer algo, porque sino lo hago tengo la sensación de que no soy nada.

Ahora mismo, en este sofá recalentado con mi cuerpo puesto en él durante horas y horas, tengo esa misma marca de inquietud en mi. Miro al suelo con mi quietud corporal, mientras que en mi mente no paran de venir imágenes de todo lo que recuerdo. No tengo tiempo en terminar un recuerdo que ya llega otro, y otro, y otro... Y en todos ellos se encuentra Bruce, de pensar en ello, esa ardiente pena crece. No siento tristeza, siento rabia. Ardor y frustración. Un quemazón que necesito quitar. Me levanto rápidamente del sofá cabreada de mi misma. Me cubro la cara con mis manos. Me muevo, como sea. Me estiro, no satisfactoriamente, como si necesitara quitarme físicamente esta molestia.

Pienso en qué puedo hacer. Necesito distraerme. Y caigo en la cuenta.

Subo escaleras arriba con decisión, casi apresuradamente, pero en estar arriba me doy cuenta de que me dejo algo. Freno mis pasos en medio del pasillo. Caigo en la cuenta de que he de tomar cierto valor para coger lo que necesito. Camino en dirección a la habitación de Bruce. Frente a la puerta observo el paño, sin tocarlo. Es más difícil de lo que pensé, así que sin pensar, abro rápidamente y entro. El silencio es diferente del que pueda haber en el resto de la mansión. Aquí, en la oscuridad y el polvo, el silencio inunda en una pesadez mayor. Me adentro respirando un aire recargado. Las cortinas cubren las grandes ventanas cerradas, causan en mí un agobio. Abro esas cortinas sin pensarlo, y en el aire removido por estas, el polvo flota en el aire creando unas olas que van en direcciones opuestas. Es obvio que Alfred no se ha atrevido a entrar tampoco, pero se debe hacer ya que esta habitación pronto pertenecerá a alguien que lo necesite. Después de abrir las ventanas, miro el armario del final de la habitación y me dirijo a él. Necesito ropa adecuada. La maleta que me trajo Bruce, preparada por Claire, no había ropa de deporte.

Abro las puertas del armario, haciendo más ondeadas de polvo. Hay montones de ropa bien clasificados y doblados. Fisgoneo y encuentro pantalones elásticos y una camiseta sencilla blanca. Lo tomo y me cambio aquí mismo, tirando mi ropa de casa en el suelo sucio. Voy a agarrar las prendas, sin embargo, el olor de la camiseta choca con mi nariz. Me pongo recta y agarro el cuello de la camiseta para cubrirme medio rostro con él. Huelo su aroma. Es como si sintiera su abrazo en mí. Me es agradable, pero debo seguir con mi idea. Cojo la ropa de un movimiento y salgo de la habitación cerrando la puerta. Mis pasos se dirigen hacia el ascensor. Creo que es mejor que Alfred no sepa nada, no quiero el discurso de que necesito descansar y reposar. No hacer nada y lamentarme me agobia, así que...

Una vez estoy dentro del ascensor y llego abajo, saludo a Alexander y me devuelve el gesto. Me dirijo al gimnasio, andando sin prisas y pensándome si hago bien. Quizás... solo estoy agobiada. Miro el saco de boxeo y a los guantes que se encuentran bajo éste. Los tomo, me los pongo y empiezo a golpearlo ligeramente.

Batman: The Dark Is BackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora