Día 79

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30 de Agosto

8:30. Voy de camino en el metro. Lleno. Me miran un poco feo porque estoy escribiendo y eso parece molestarle a todo mundo.

Ando con unos lentes oscuros gigantescos. No logré pegar un ojo anoche… mm… en realidad si pegué un ojo, pero no sé por cuántos minutos y fue pésimo, un horror. No pretendo sacarme los lentes…

9:01. Estoy en la oficina. Mi hermano me ha dicho que no era necesario que viniese. Le expliqué que para mí, sí es importante hacer acto de presencia, pero que no hablaría. Eso lo dejaba a él. Estoy segura de que si abro la boca, sucederá algo terrible. No me siento capacitada para emitir opiniones, defenderme e incluso atacar a alguien.

- Hermano mío – dije controlando mi angustia, mientras esperábamos ser atendidos en el Hall de las oficinas -. Pase lo que pase, no quiero que jamás me dejes sola ¿me escuchaste?

- Ok – respondió en tono despreocupado.

- Me lo prometes… - insistí.

- Te lo prometo… - Claudio me quedó mirando con aires de sospecha.

En eso aparecieron las chicas que me saludaron afectuosamente. Aproveché de felicitar a Cristina y a Jocelyn por sus merecidos ascensos. Me contaron que por Isabel se habían enterado de lo de papá.

- ¿Por qué no me dijiste que tu papá estaba enfermo ese día que te llamé? - preguntó Carla.

- ¡Ah! me olvidé – mentí -. Tenía tanta cosa en la cabeza…

- ¿Pero está mejor? – preguntó Olguita.

- Si, si… mejor… - el nudo en mis estómago era horroroso.

- Sácate esos lentes, que pareces viuda – dijo Berenice.

- No. estoy bien con ellos. Anoche dormí mal y tengo mala cara...

- ¿Peor que la de siempre? No lo creo... - todas rieron.

- Gabriela… - me llamó Claudio. Acababan de entrar en la sala de reuniones los abogados de Arturo Mollins. Marcela me lanzó una mirada de odio horrible.

- ¿Y ese quién es? - intentó investigar Berenice.

- Mi hermano mayor…

- Y qué hace tu hermano mayor acá… no andará buscando pega ¿verdad? – dijo Cristina divertida.

- Hay un ambiente bastante enrarecido por aquí – no me extrañó ese comentario viniera de Jocelyn.

Justo en ese momento, escuché una voz muy conocida por mí. Me comenzaron tiritar las piernas, las manos, todo. El sudor nació en mi cuero cabelludo y temía gotear con maratonista, sin ser maratonista. No podía verlo… no.

La voz se fue acercando, rápidamente hasta donde estaba con las chicas.

- Buenos días señoras. – dijo Arturo junto a mi. Las chicas lo saludaron alegremente – Señorita Gabriela, me concedería…

- Señor Mollins – esa era la voz de mi bendito e idolatrado hermano mayor- . Mi representada no desea hablar.

- Gabriela… solo te pido cinco minutos – continuó Arturo casi en un susurro. Yo veía cómo las chicas se miraban entre ellas con verdadero estupor.

- Señor Mollins – dijo en tono firme Claudio - ¿podemos pasar a la sala para comenzar la reunión?

- Chicas… - les dije – lo siento, tengo que entrar. Nos vemos después ¿si?

- Gabriela… - dijo Arturo tomándome suavemente de un brazo – solo escucha lo que tengo que decirte. Nada de esto será necesario, solo hablemos y... por favor – Dios, sentía mi corazón hecho carne molida. Logré soltarme y seguir mi camino. Alcancé a ver que Arturo se llevaba una mano a la frente y hacía una venia de despedida a las chicas, que seguían mirando con algo de espanto, toda la escena.

Yiyi, La peor de todasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora