Día 86

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30 de Septiembre

13:16. ¡Uf! ¡Uf! ¡Uf! He tenido dos días de mucho, mucho trabajo. Ayer me quedé hasta muy tarde guardando la primera mitad de los libros. Hoy estoy guardando el resto. Tanto subir y bajar cosas me dio un tirón en la espalda. Primer signo de vejez... mm...

Menos mal que se me ocurrió ponerme ropa más vieja para hacer esto. Me tuve que poner un pañuelo en la cabeza. Ayer me quedó para la escoba el cabello.

Me dio hambre, iré a comer algo…

14:09. Mm… fui al restaurant a almorzar y noté que había mucho movimiento. Cuando pregunté qué sucedía, me dijeron que hoy vendrían los abogados de Inmobiliaria San Blas para tener nuevas negociaciones ¿Nuevas negociaciones? Pregunté a qué hora tenían la reunión y me dijeron que estaba programada para las 16:00, que había sido todo de último minuto, que recién el martes en la tarde se comunicaron con el delegado general y éste recién pasó avisando el miércoles.

La parte buena de todo ese asunto, es que no tengo que perder tiempo en este tipo de cosas ahora. Es mi último día y ya todo este estrés se acabará. Otra cosa buena es que no tengo que ver a nadie de esa empresa nuevamente. Genial…

La parte mala, es que me muero de curiosidad por saber lo que les propondrán ahora.

15:48. He visto harto movimiento. La gran mayoría de los locatarios cerraron sus negocios o los dejaron encargados, para poder asistir a la dichosa reunión. Unos tienen cara de preocupación, otros un enorme signo de interrogación pegado en la cara. Yo me muerdo las uñas, por la ansiedad de querer saber que se está tejiendo con la Inmobiliaria asenina.

16:05. Mm… mi vecina dice que llegaron los abogados en sendos autos “Más lo que se quiebran los ricachones de mierda”, me dijo antes de irse a la reunión. Tremenda libertad la de no tener que tragarme tanta palabrería.

17:38. La reunión terminó hace como 45 minutos. Mi vecina me iba a contar, estaba muy entusiasmada, pero justo la llamaron por teléfono. La gente de los otros locales corre y tiene cara de felicidad... mm... se palmotean la espalda y uno que otro se enjuaga los ojos. ¡Oh! Demonios, me mata la curiosidad...

Bueno no importa, no es algo que ahora me tenga que interesar.

¡Por fin! he terminado de guardar todo en las cajas. Limpié las estanterías, las llevaré a casa de mis padres también, he llamado al camión que trasladará las cosas para que venga mañana a las 11:00 a buscar todo.

Mm… sonó la puerta de entrada… ¿quién podrá ser? Me olvidé poner el cartel de “cerrado” para que no entre público… iré a ver… ¡Oh!...

23:37. ¡Me siento morir! Se me parte el corazón… no puedo respirar, ¡no puedo respirar!. Le pedí a Polín que me preparara el trago más fuerte que se le ocurriera, porque quería dormir muy profundo para no tener que pensar en nada. Luego me vine a mi pieza y ahora escribo… Dios, no es justo, no es justo, no, no, no lo es… ¿por qué a mi?

Por la tarde, cuando fui a ver quién había entrado a la librería, pensando que podía ser un cliente, alcancé a decirle que ya no atendíamos. Pero cuando me voy dando cuenta de quién era, quería desaparecer. Estaba Arturo Mollins, parado, en medio de la librería que me ha quitado. Tenía el abrigo desabrochado, con una mano metida en el bolsillo del pantalón. Estaba leyendo lo que decía una de las cajas.

Yiyi, La peor de todasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora