Capítulo Sesenta y ocho

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 11 de Agosto

23:07. ¡Éxito total! El evento estuvo magnífico. Todo resultó de mil maravillas. Soy una fantástica anfitriona. Lo declaro con mucha humildad.

Alfonso estaba más nervioso que yo con todo el asunto. Cuando llegué al lugar de la reunión estaba comiéndose las uñas de lo nervioso que estaba. Me dijo que había invitado a su jefe.

Le pregunté que cómo le había ido con mi petición de último minuto. Me respondió que bien, que se había contactado con tres personas que estuvieron encantadas con la invitación y se habían comprometido a asistir. Le pedí que me los presentara a penas llegaran.

Yo tenía un poco de frío. Me había logrado comprar un vestido muy bonito para la ocasión en el Eurocentro. Era un vestido negro, con cuello alto, mangas largas y se ajustaba discretamente a mi cuerpo. No era nada sexy, pero si muy elegante. Me puse mis botas largas y pantis negras. Me tome el pelo en una coleta baja.

El grupo musical llegó un poquito tarde, pero fue solo un detalle insignificante. Alfonso casi se comió las mangas de su chaqueta a medida que corría el tiempo y los músicos no arribaban.

A las 19:00 en punto la gente comenzó a hacerse presente. Yo ponía atención hacia la puerta, para ver si Arturo aparecía. No conservaba mucha esperanza ya que casi nunca llega al departamento antes de las 20:00. Y además, me había advertido que quizás no podría asistir.

Alfonso me presentó a las tres personas que eran especialistas en mitología. Una antropóloga, un sociólogo experto en folclore y un profesor de antropología experto en tradiciones.

Pasadas las 20:00 horas vi a Arturo aparecer por la puerta. Lo noté algo incómodo. El lugar estaba lleno de gente. Después que empujé a varias personas, al fin logré llegar donde él estaba de pie, con cara de “¿qué hago acá?”. Nos saludamos de beso en la mejilla y nos quedamos mirando un rato. Le pedí que me pasara su abrigo y bolso para ir a guardarlo junto a mis cosas. Cuando volví, tenía las manos en los bolsillos y estudiaba la panorámica del lugar.

-          ¿Ves que nadie te mira? ¿ves a que a nadie le interesa tu presencia? – le dije.

-          Así veo – me respondió. Todo el mundo estaba enfrascado en discusiones intelectuales o en comentar los libros que habían estado leyendo y las últimas publicaciones del mercado editorial.

-          Acompáñame – le dije cuando divisé al grupo de individuos que eran de mi interés – quiero que conozcas a unas personas – al llegar, junto al grupo, le presenté a los tres expertos en mitología que le pedí a Alfonso me consiguiera.

Cuando lo vi enfrascado en la conversación, me retiré disimuladamente. El resto de la jornada lo dejé solo. Lo veía reír, totalmente abstraído en la conversación que tenía con el grupo que le había presentado. Estaba muy concentrado, pero cada cierto tanto miraba hacia donde me encontraba y me sonreía. Yo le hacia muecas y lo instaba a conversar con más personas.

Cuando todo terminó, su semblante era muy diferente al que había visto cuando llegó. Estaba mucho más relajado. Nos sentamos en unas sillas que estaban cerca del ventanal y nos bebimos el resto de una botella de vino.

-          ¿Cómo lo has pasado? – le pregunté.

-          De maravilla. Me ha encantado esto…

-          Ves que tenía razón… a nadie le importa quién eres, sino tan solo conversar y pasar un momento agradable con una copa, en lo posible, siempre llena de un rico vino.

-          Es verdad, es verdad… te lo agradezco mucho… ha sido una maravillosa invitación.

-          Por nada…

Yiyi, La peor de todasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora