11: Límite

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Jayce

Al fin le he concedido el deseo a mi órgano viril, adentrarse en el cuerpo de Ellie Divine, no todos los días se puede estar encima de una lady como ella. Y hasta lo dije en voz alta, esto es mejor de lo que imaginaba.

Me muevo sobre ella mientras gime para mí. Le cuesta aceptar que le gusta esta situación y la provoco, demostrándoselo. Su piel emana placer por todos sus poros, se excita con cada embestida.

Mierda, en cualquier momento me corro.

―Maldición, ya no puedo... ―me quejo.

Tengo que retener esto, quién sabe cuándo pueda volver a repetir esta deleitante situación. Llevarla a la cama me ha costado demasiado, es una chica difícil de convencer. Pero hay mujeres que solo me interesa poseerlas una sola vez y otras, como es este el caso, me dan ganas de meterlas en mi habitación todas las noches.

Yo le daría unas cuantas clases de sexo a Lady si me lo permitiera, la entrenaría y la convertiría en una experta en la cama. El alma salvaje que está en su interior se liberaría, sería toda una fiera sexual.

―Tan deliciosa. ―Sigo moviéndome y continúo intentando seguir con la situación placentera, pero ya me es casi imposible.

―Ah... Jayce. ―Veo cómo tiene otro orgasmo y sus mejillas están muy rojas.

Esta chica tiene potencial, para sentir.

―¿No reniegas de lo que quieres? ―Sonrío al ella no responderme y estando a punto de correrme, agrego―. Has hecho una buena elección... ¡Uf! ―Todos mis líquidos se escapan y siento que floto.

Cielos, eso ha sido excitante.

―Ah... ―Respira agitada y me quedo quieto sobre ella―. Jayce... está muy caliente... a... ahí. ―Sus piernas tiemblan y paso mi mano por su trasero―. Hum. ―Se remueve debajo de mí.

―Tengo tantas ganas de repetir. ―Se queda quieta cuando acoto aquello.

―Ni creas. ―Intenta empujarme.

Me hace reír.

―No me refería ahora. ―Me rompería el pene de tanto exigirlo, aunque una segunda vez no estaría mal―. Pero...

―¡Ni ahora, ni nunca, aparta! ―Sigue con su intento fallido de quitarme de encima―. ¡Ya pagué mi deuda, aléjate!

Hago puchero.

―Qué aburrida. ―Me salgo de dentro y gime por mi acción―. En serio que tienes potencial para sentir. ―Vuelvo a reír.

―Cállate, Jayce Markov. ―Se da vuelta para no mirarme.

Me siento, me quito el preservativo y lo lanzo, tirándolo al tacho.

―¡Anotación, gol! ―grito jugando y luego me giro hacia ella―. Qué linda espalda. ―Mi dedo la toca y su piel se eriza, entonces la abrazo por detrás, así que Lady se sobresalta―. Hueles bien.

―¡Huelo a ti, pervertido! ―se queja―. ¿Cuándo vas a abrir la maldita puerta? ―pronuncia en tono bajo.

―Mañana ―le susurro al oído y se estremece.

―No sé por qué no me sorprende.

―Porque soy codicioso y además, reservé para tenerte toda la noche. ―Le mordisqueo la oreja, sutilmente―. Una deuda alta se cobra de manera alta. ―Me aferro a su cuerpo.

―Deja de abrazarme, es incómodo ―vuelve a quejarse.

―Es que estoy mimoso. ―Cierro los ojos―. Aprovecha a este cariñoso chico y durmamos abrazaditos.

Oigo un sonido de queja, como un bufido, pero luego hay silencio, ya que no me responde. Entonces, me dejo llevar por el sueño.

~~~

Siento un forcejeo entre mis brazos, así que sonrío, noto como ella se detiene. Abro mis ojos, me la encuentro mirándome de frente. Sus mejillas están rojas, se habrá dado vuelta dormida y no se dio cuenta, ahora está atrapada entre mis brazos, pero con nuestras miradas cruzándose.

―¡Suéltame, ya es de mañana! ―Me empuja, intentando zafarse como en la noche―. ¿Cuánto tiempo más tengo que cobrar mi error?

―Buen día. ―La beso y se queda paralizada.

―No... no hagas eso. ―Me mueve la cara avergonzada.

―Qué maleducada, ¿no me saludas? ―le pregunto, burlándome de sus costumbres.

Su rubor aumenta.

―Buen día, es... ―La vuelvo a besar―pera... ―Le corté la palabra y respira agitada.

Se sobresalta cuando me levanto, le sonrío.

―¿Qué?

―¿Eh? ―Baja la vista―. Nada.

―¿Decepcionada de no repetir? ―me burlo, pero ella no responde.

Mira, le di en el blanco, aunque no lo va a admitir.

Agarro mi ropa y comienzo a vestirme, al poco tiempo visualizo como su pequeñito cuerpo desnudo, también se dirige a buscar su vestimenta. Lástima, ya no podré deleitarme con esas curvas.

Me despido de Ellie, apenas la dejo en su casa y me dirijo a la mía, para comenzar a trabajar. Tengo que revisar algunos papeles, para que el negocio de Divine, sea completamente mío.

~~~

Estoy en mi living, tomando un vino de alta calidad, mientras observo cada detalle de unos documentos de mi casino. Aunque extrañamente no puedo concentrarme.

Ellie Divine está en mi cabeza.

La última vez que he tenido una mujer en mi cabeza fue cuando...

―Señor ―soy interrumpido de mis pensamientos por mi mayordomo.

―¿Sí, Chris?

―Estefanía está al teléfono.

―Dile que no estoy.

No debí haber tenido sexo con ella, luego de haberla salvado. Ahora supone que soy su príncipe azul o algo así. Es del tipo de chica insistente. Ya tengo a la molesta de Adelaida, para tener que aguantarme otra más.

―De acuerdo. ―Asiente―. Con permiso.

―No, espera. ―Degusto el vino―. Chris, ¿recuerdas a Claire?

―¿No es la chica que...?

―Sí, recuérdame lo que todos saben ―ordeno.

―¿Qué usted la mato o que estaba enamorado de ella? ―pregunta tranquilamente.

―¿Y cuál consideras que es la correcta? ―Miro la copa, pensativo.

―Creo que esa respuesta la sabe solo usted ―me aclara.

―¿Y si es ambas? ¿Qué pensarías de mí?

―Lo conozco desde pequeño, señor, usted sabe lo que hace.

―Ciertamente. ―Vuelco el vino en la alfombra―. Pero me pregunto, ¿cuál es mi límite?

Será que se agota, como este líquido o será infinito, como la sangre que llevo impregnada en mis manos. Esa, que aunque no esté, sigue ahí.

Perversa Oscuridad: Orígenes [#6]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora