31: Naturaleza

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Jayce

"Voy a derramar sangre por sobre ti, a destruirte hasta que me supliques piedad, vas a sufrir tanto que la oscuridad sola te consumirá. Nadie podrá salvarte, a menos que ocultes la verdad".

Miro por la ventana mientras tomo de mi copa de vino. La sala está silenciosa y me mantengo concentrado.

―La verdad... ―murmuro pensativo―. ¿Qué es realmente?

Oigo la puerta y al girar mi vista, visualizo a Ellie.

―Así que aquí estabas ―expresa seriamente.

―¿No te dije que quería estar solo? ―Levanto una ceja.

―Creo que ya has estado solo lo suficiente ―opina y luego agrega―. Demasiado tiempo.

Me río.

―No te necesito. ―Vuelvo a mirar al frente―. No necesito a nadie. ―Regreso a mi estado melancólico.

Se acerca hasta mí y se para a mi lado.

―Sé que hay un secreto que ocultas, Jayce, el cual te convirtió en el hombre que eres ahora y sé que suena peligroso, pero...

―Vas a morir si sigues hablando ―amenazo.

―No planeo descubrirlo, ¿pero cómo es que ella lo supo? ―refiriéndose a Claire―. ¿Por qué no confiaste?

―Yo confío en nadie, ni en mi propia sombra.

―Eso sonó tétrico.

―Porque lo soy. ―Tomo un sorbo de mi copa―. Soy muy tétrico en realidad. ―Sonrío y la miro, suelto el vaso, entonces este se rompe en el suelo, lo que la hace retroceder―. Soy destructivo, es mi naturaleza.

―¿Vas a destruirme? ―No se acobarda y se mantiene firme.

―Quizás.

―¿Y qué tengo que hacer? ―indaga y esa curiosidad me gusta, aunque no debería.

―No meterte en mi camino ―expreso seriamente.

―Pero, Jayce, estoy en tu camino ―me aclara y tiene razón―. Por algo me hiciste firma ese poder, ¿o no?

Me río.

―Cierto, olvidé que eras inteligente ―bromeo y ella frunce el ceño.

―¿Vas a decirme qué pasa por tu cabeza? ―Señala la salida de la sala―. ¿O me voy por esa puerta y no vuelvo nunca más? ―pregunta determinada, se nota decidida.

―Eso es una amenaza peligrosa. ―Amplío mi sonrisa―. Acabo de decirte lo que tenías que hacer y ya lo estás incumpliendo. ―Me acerco a sus labios y toco su cabello―. ¿A qué juegas, Ellie Divine?

―Juego con la oscuridad.

―Bien, estás bien loca y vas a morir. ―Agarro su rostro.

―¿Qué tengo que perder? ―Se lo piensa―. ¿La vida? Ni que fuera tan buena ―acota algo negativo, pero parece que se burlara―. Y bien, ¿qué me respondes a eso? ―Hace una pausa―. Jayce Markov ―expresa mi nombre completo, como yo lo hice hace un rato con el de ella.

Es evidente, me desafía.

―Me haces pensar.

―Es lo que quiero. ―Sonríe―. Después de todo, los pensamientos están en la mente y aún no me has dicho que pasa por la tuya.

―¿Sobre ti? ―La beso y me corresponde―. Muchas cosas.

Sus mejillas se sonrojan.

―Ah, ¿sí?

―Sí. ―Suelto su rostro y me alejo―. Quizás más de lo que crees. ―Le vuelvo a sonreír, mientras camino por la sala y luego me siento en el sillón.

―¿Qué quieres decir? ―Se acerca tímida, luego se mantiene parada en frente de mí. Saco de mi bolsillo un cigarro y el encendedor, ella frunce el ceño―. No fumes, estamos hablando.

―Me quita el estrés ―le aclaro y se sobresalta―. Pero volviendo al tema, ¿cuántas veces hemos tenido sexo, Ellie?

Se sonroja aún más.

―¡¿Estás de broma?! ―expresa avergonzada y yo me río.

―Voy a contar todas. ―Me río otra vez y comienzo a levantar los dedos cada vez que nombro una―. La primera fue en esa reunión mafiosa, la segunda en el baño, aunque no llegamos a terminar, me dejaste con las ganas. ―Vuelvo a reír, pero luego frunzo el ceño―. La tercera fue cuando profanamos el cuarto de Claire, qué mal, muy mal... ―Hago una pausa y luego vuelvo a sonreír―. La cuarta y la quinta fueron en el crucero.

―¡No continúes! ―Se cubre los oídos, aunque sé que eso no le servirá de mucho, así que sigo ante su interrupción.

―Y creo que con la que tuvimos hace poco me pase de las cinco.

―¡¿Hace falta contar eso?! ―Posa sus manos en puños sobre su boca. Está más que avergonzada―. Soy una dama, no andes diciendo esas cosas tan privadas por ahí.

Me río al parecerme gracioso lo que dice, pero luego levanto la mano recta y la otra la pongo en mi pecho, a forma de promesa, para burlarme.

―Juro solemnemente que no he contado a nadie sobre nuestra intimidad juntos.

―Tu tono no me causa seguridad. ―Bufa.

―Ya, hablando en serio, ¿puedo continuar? ―Enciendo el cigarro, pero me lo quita―. ¡Oye! ―Me río.

―¡Estrésate! ―expresa molesta.

―Okey, ¿dónde me quedé? Más de cinco veces, mi límite de repetir con una mujer es dos, a veces tres.

―¡Ay! ¡¿Por qué tengo que escuchar esto?!

―Estrésate ―me burlo, repitiendo lo que me dijo a mí―. ¿Acaso no ves un patrón?

Rueda los ojos.

―No, veo un mujeriego.

―Piensa, Ellie, he roto la línea de lo permitido ―explico.

―Una regla falsa que no existe, y esta conversación no está llevando a ningún lado. ―Se cruza de brazos―. Termina de una vez. ―Muevo mi dedo para que venga, luego señalo mi regazo y ella niega con la cabeza―. Si piensas que voy a tener sexo contigo otra vez, estás muy equivocado.

Hago una carcajada.

―Juro que no estaba pensando en ello.

―Esa ni te la crees ni tú, hombre calentón ―intenta provocarme, pero yo sigo riéndome.

―Bueno, está bien, lo prometo.

―¿Qué prometes? ―Levanta una ceja.

―Ven aquí. ―La agarro de la muñeca y la tiro hacia a mí, tropieza, entonces cae justo donde quiero―. Tan difícil no era, ¿viste? ―La abrazo por la cintura.

―¡Suéltame, Jayce!

Forcejea, pero se detiene cuando digo lo que sigue, incluso cuando yo mismo intento frenarme, al final sí lo expreso y bastante claro.

―Me he enamorado de ti, Ellie.

Eso no está en mi naturaleza, aunque siento que la oscuridad va a arruinarlo. Como siempre, todo lo que toco, se destruye. 

Perversa Oscuridad: Orígenes [#6]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora