38: Traidora

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Ellie

Un mes después...

Acomodo el tocado de mi cabello, mirándome al espejo, y paso el brillo labial, levemente por mi boca. Muevo mis largas pestañas, terminando con el rímel, y suspiro. Registro civil, aquí vamos. Debería ser el día más feliz de mi existencia, pero sé perfectamente lo que soy.

Una traidora.

No debería clasificarme así, pero ante las amenazas de Ronald contra mi madre, no pude evitar ceder. Aún no sé dónde está y eso me preocupa más. Tuve la oportunidad de decirle a Jayce, sin embargo, me dejaron en claro que una mínima sospecha de no obedecer, ella moriría. Me están vigilando de manera constante y mi prometido siente mi tensión. Él sabe que algo anda mal y eso me pone peor.

Esto estallará por los aires en cualquier momento.

Camino por el pasillo con mi pequeño vestido blanco y las rosas del mismo color. Ha llegado el momento, aun así, no tengo cómo justificar que mi madre no esté aquí. Me paro al lado de Jayce y enfrente del juez. No puedo evitar lanzar otro suspiro.

―Lady, ¿estás bien? ―Me mira, preocupado. Se ha comportado tan bien este último tiempo, que es increíble que sea Jayce Markov, el Señor Oscuridad, Depredador de mujeres, y no sé cuántos sobrenombres más le han puesto, sin embargo, no para de sospechar y preguntar―. ¿Sucede algo?

―Ya te dije que no. ―Bajo la vista y el juez hace un sonido, entonces nos tenemos que callar ante todos los presentes.

Es hora de comenzar.

Todo es tan lindo y mágico a pesar de que hay algo macabro detrás de esto. El único problema ha sido cuando el juez hace la aclamada pregunta, la de que si acepto ser la esposa, casi digo que no. Ese fue un susto tremendo, pero es que no quiero traicionar a Jayce y mi cerebro se divide entre la vida y la muerte. Camino por los pasillos y él me sigue detrás.

―Me diste un susto de muerte. ―Se ríe el castaño―. Oír no, luego sí... ¿Ellie? ―me llama cuando sigo avanzando y no le contesto, por esa razón me detiene, logrando su cometido―. ¿Qué te pasa? ―insiste.

―Nada.

Me agarra de la cintura y me acerca hasta su cuerpo.

―Ahora para la ley somos marido y mujer, ¿por qué no estás contenta?

―Lo estoy. ―Aunque no del modo que debería. Fuerzo una sonrisa―. Ya sabes cómo son las bodas, te ponen nerviosa.

―Estás hermosa ―me susurra al oído y me sonrojo―. Ya te quiero ver con el vestido de novia. ―Me guiña―. Para quitártelo en la noche de nupcias, claro. ―Se ríe y lo empujo.

―¡Pervertido! ―le grito molesta.

―¿Dónde está tu madre? ―de repente pregunta, seriamente.

―Eh, yo... no sé, sigue con Rockefelle, seguro ―digo nerviosa y miro a un costado―. Es... complicado.

―Ya veo, no viene al caso. ―Se lo piensa―. Le pediré a mi padre que te lleve hasta el altar.

―No, prefiero ir sola como hice recién. ―Me cruzo de brazos.

Le pediría a Estefanía, pero es una traidora.

Discutimos la última vez que nos vimos y se me acabaron las opciones. En cierta forma, Cross tenía razón, no terminan eligiéndome. No importa, yo me valgo por mí misma.

Perversa Oscuridad: Orígenes [#6]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora