17: Pasado

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La sangre corre, el hombre grita y yo sonrío, perversamente. Limpio el cuchillo y me agacho a la altura en la que está atado en el suelo. Con ahora, un dedo menos.

―Agradécelo, otro ni hubiera esterilizado esta preciosidad. ―Muevo el arma blanca en mis manos―. He sido muy amable contigo, me parece, hasta te he atendido yo mismo. Dime, ¿cuánto más me vas a hacer esperar?

―Ya te dije ―exclama adolorido―. No tengo el dinero.

―Supongo que vas a quedarte manco. ―Me río―. Creo que la otra vez me dijiste lo mismo, Arthur. ―Niego con la cabeza―. Me estoy empezando a aburrir, te di tres días y pasó más tiempo, ¿qué voy a hacer contigo? ―Hago una mueca―. No te ves en una buena posición, tu vida parece que pende de un hilo, qué mal. ―Vuelvo a sonreír―. Quizás solo deba matarte.

―No, no, no... ¡Por favor! ―grita alarmado cuando me paro y lo apunto con mi arma.

―Qué lástima, hubiéramos sido buenos amigos.

―¿Interrumpo? ―Oigo detrás y bajo mi revólver.

Me giro, visualizo a un hombre alto con traje y sin una hebra de cabello en su cabeza. Miro a mi empleado que niega saber cómo este entro y vuelvo a visualizar al pelado imponente. Observo su dedo y tiene un anillo en forma de serpiente, entonces me doy cuenta.

―Ah... ¡Esa Logia! ―exclamo en alto sin importarme que el hombre esté parado frente a mí y me río―. Lo siento, no me interesa.

―Serpiente oyó el llamado de Markov ―refiriéndose a mi padre―. Y la verdad, su propuesta le pareció encantadora, pero obviamente como el mismo lo predijo, solo nos interesa la palabra del Señor Oscuridad.

Error, acaba de nombrarme por el apodo que odio.

―Y a mí ni me interesa ser llamado así. ―Frunzo el ceño―. Así que ahórrate el discurso y vete.

Saca una tarjeta y la alza, sonriendo.

―Sé que cambiará de opinión, todas las noches oscurece, 182 personas es un número memorable ―agrega y mantengo mi rostro rígido―. ¿O me he equivocado el número? ―Ladea la cabeza―. ¿Debí haber contado a la mujer?

Sonrío, molesto.

―Te equivocaste, son 187 y los cuerpos que no se registraron.

Se ríe.

―Una masacre impecable, a Serpiente le encantaría oír la historia. ¡Claro! La versión original, ¿qué mejor contada que del mismísimo Señor Oscuridad? No hay forma de que tal profesionalidad vuelva a ocurrir en la historia de la mafia. ―Se gira para irse―. Estaremos esperando con ansias su llamado. ―Apoya la tarjeta que no agarré en el borde de la mesa, que está al lado de la puerta, por la que entro él con anterioridad.

Camino y tomo el pequeño papel, tirándolo al suelo.

―Imbécil ―lo insulto, luego vuelvo a mirar a Arthur―. Estás de suerte. ―Sonrío―. Me iré a divertir, puedes pensar cómo vas a pagarme mientras voy a distender mi mente. ―Luego observo a mi empleado―. Ya sabes qué hacer. ―Salgo y oigo un grito.

Necesito pensar.

Levanto una ceja al ver una chica sexy en la barra de mi bar.

¡Ah, miren! Ya sé con qué distraerme.

Ellie

Ya van tres días y dos noches que estoy en la casa de Jayce. No he tenido universidad aún, así que no me he movido de aquí. Además que Estefanía anda desaparecida, ¿habrá conocido a un chico y se ha olvidado de mí? Es probable. Por los hombres cualquier cosa esa chica. Por parte de mi madre, no puedo creer que no se haya dado cuenta que Rockefelle la dopó para aprovecharse de mí y esto lo sé, porque el agradable de Chris ha ido por mis cosas, contándome la situación. Parece un simple mayordomo, pero se nota que Jayce le tiene confianza a este hombre y la verdad, me cae bien. Es una persona que debe tener unos cincuenta años, pero tiene la habilidad de alguien joven, en poco tiempo la casa está impecable y todo parece organizado.

Termino de secar mi pelo y no tengo idea por qué, pero acabo duchándome tarde, con la equivocada intención de que pase lo de la otra vez.

Estoy tan corrompida que no puedo entenderlo.

Yo misma alejé a Jayce e instintivamente hago lo contrario para que venga. Me siento pervertida y no lo puedo evitar. Tengo una lucha interna con mi cerebro, mi educación y mi moral. ¿Dónde quedó la dama distinguida que no piensa de manera sucia? Lucho con las sensaciones de solo pensar tenerlo dentro de mí y me irrita, es un mujeriego, no debería sentirme así. Además...

Muevo mi cabello y miro la cicatriz de mi cuello en aquel espejo grande del baño en el que estoy ahora mismo.

Además... me juré a mí misma que no quería saber más nada con ningún chico, y aquí está la prueba.

¿Qué más necesito para darme cuenta que esto no lleva a ninguna parte y es completamente un error?

―Quizás debería... ―Niego con la cabeza antes de "nombrarlo"―. ¿Para qué ir? ―Pienso en voz alta―. No gano nada con ello.

Sebastián no va a abrirme la puerta para darme una bonita charla, es inútil plantearse esta situación, y muy patético.

Olvidemos el pasado y vivamos el presente. Simplemente, debo concentrarme en mis estudios, nada más. Termino de secar mi cabello y salgo con una bata celeste del baño. Camino a la habitación de huéspedes, pero me detengo, mirando la puerta de entrada, antes de ir al pasillo.

Hoy llegará tarde otra vez, debe estar con alguna mujer.

Bufo, sintiéndome celosa, aunque no debería. 

Perversa Oscuridad: Orígenes [#6]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora