Perversa Oscuridad: Orígenes [#6]

43: Perdición

Jayce

Me pongo los lentes oscuros, el día está estupendo, hay mucho sol. Bajo de mi coche, miro el cartel del cementerio tan solo un instante y avanzo por el sendero de la entrada. Sigo caminando dentro de este y llego hasta el lugar más aislado de todos. No hay tantas tumbas aquí, solo un pequeño estanque y más al fondo uno de los puestos de los cuidadores, pero está vacío por algo en especial hoy.

Sonrío y me acerco a los que están trabajando justo en el centro. El hombre de ojos verdes, al visualizarme, cambia su expresión seria a una alegre. Me quito los anteojos de sol, guardándolos en mi bolsillo, y lo nombro.

―Señor S.

―Ahora tiene más significado, ¿no? ―Se ríe y luego mira esa tumba sola―. Mis seguidores hicieron un buen trabajo, ¿te gusta?

―Mi tumba falsa, voy a llorar ―bromeo y él vuelve a reír.

―¿Trajiste el disquete?

―Claro, ya borré mi información y le dejé un toque especial. ¿Qué le parece? Rey Serpiente. ―Lo saco de debajo de mi chaqueta y se lo entrego.

Lo lee.

―"Para el que quiera jugar con la oscuridad. Atte, Jayce". ―Asiente, satisfecho―. ¡Un clásico! La nota del muerto, qué lindo. ―Vuelve a reír―. Tienes buenas ideas ―me halaga.

―Tú también. ¿Cómo es que Shreya terminó siendo S?

―Porque ninguno quería serlo, por eso se mató ―alega que yo no lo hice―. Pero ya que estoy, aprovecho el poder, es lo que hacía ella. Es un peso muy grande, por eso te vuelves loco. ―Amplía su sonrisa.

―Ya veo ―opino pensativo―. Es muy raro ser tu seguidor. ―Muevo los hombros―. Pero ya no importa.

―La influencia del Señor Oscuridad para la Logia de la Serpiente es muy importante, no perdemos oportunidad, pero tranquilo, no te tatué la mano derecha.

―Oí que esa es complicada. ―Me río.

―Sí que lo es. ―Asiente y mira al frente, levanta otro dispositivo―. Esta es la única pista para llegar hasta aquí, se la pasarán a cada Señor S que surja, por si alguno quiere destruir la Sociedad de las Letras.

Miro a la tumba también.

―Y cuando eso pase, ya ni existiremos, pero habré conseguido mi venganza ―expreso con superioridad―. Espero que sea una chica linda quien lo haga ―acoto.

―Nunca lo sabremos.

―No, pero habrá sido un honor hacer negocios contigo. ―Estrechamos las manos.

―Por supuesto, estaremos en contacto.

Me despido de S y miro por última vez mi falsa tumba. Meten el disquete allí, comenzando a tapar el ataúd con la tierra. Salgo del cementerio y subo a mi automóvil. Conduzco con tranquilidad por el camino. Bajo de mi coche cuando llego, entonces frunzo el ceño al ver el auto de mi padre estacionado en frente de mi casa.

Entro y lo encuentro sentado en el sillón de mi living. Chris seguro le abrió la puerta. Ya me va a escuchar ese mayordomo. No se puede confiar en nadie.

―¿Qué quieres? ―Me cruzo de brazos, parándome en frente de él―. ¡Lárgate de mi casa! ―expreso arisco.

―¿Así recibes a tu padre? El que siempre te ayuda a salir de tus problemas ―exclama tranquilo, con ese aire relajado que siempre tiene, hasta es irritante―. ¿Y bien? ¿Vas a permitirme aclarar algo?