3: Mi Lady

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Jayce

El sudor, el movimiento de la cama, el calor penetrante, hay viene, me corro y lanzo un sonido fuerte, que demuestra lo excitado que estoy. Me desplomo sobre ella y sonrío.

―Adelaida, eso ha estado delicioso. ―Me relamo los labios.

La pelirroja cruza sus brazos alrededor de mi cuello.

―Entonces hay que repetir. ―Acerca su boca a la mía, pero me separo de ella y me levanto de la cama, tiro el preservativo al tacho.

―Quizás en otro momento. ―Enciendo un cigarro.

―Me llamas cada mil años, qué aburrido. ―Cruza sus piernas, incitándome.

Admito que su cuerpo desnudo me calienta, sin embargo, no es momento de tener un segundo round. Además, no me gusta hacerlo con la misma chica todo el rato, es aburrido.

Por algo me llaman Depredador de mujeres, cambio de chica todo el rato. ¿Por qué? En principio, me gusta disfrutar del sexo y prefiero estar sin limitaciones. En segunda, pues... mejor olvidemos ese detalle.

Oigo dos golpes en la puerta, entonces me pongo el bóxer y el pantalón. Camino y abro, me encuentro con mi mayordomo.

―¿Qué ocurre?

―Su primo está aquí, Señor ―me informa.

―¿Lisandro? ―Ah, el hijo de perra―. Dile que no estoy.

Intento cerrar la puerta, pero mi empleado agrega.

―¿A la Srta. Divine también le digo que no está?

Levanto una ceja.

―¿Lady se encuentra aquí? ―Me lo pienso―. Están en la misma sala, ¿cierto?

―Sí, en la sala principal.

―Dile a Lisandro que me espere en mi despacho y a la Lady ofrécele algo de beber, pero que no se vaya o estarás despedido ―le doy instrucciones y cierro la puerta.

Busco mi camisa, me acomodo el cabello, me pongo las zapatillas y me dirijo a la puerta. Adelaida se pone delante.

―¿Qué? ¿Ya te olvidaste de mí? ―consulta y la miro de arriba abajo. ¡Cielos con ese cuerpazo! Aunque admitamos que la Lady es más linda―. Jayce. ―Me abraza―. Me gustas mucho.

Bufo.

―Creo que ya te he aclarado esto muchas veces...

Frunce el ceño y se separa, camina hasta su ropa, entonces comienza a cambiarse.

―Cuando quieras sexo rápido, no me llames.

―Okey ―solo me limito a decir y noto su molestia ante mi respuesta, aun así, me retiro del cuarto.

Tiro el cigarrillo y camino hasta mi despacho, encontrándome con el fastidioso de mi primo, que hasta se pone sentado en mi silla.

Sonríe el morocho y acota.

―Últimamente, te juntas mucho con la familia Divine, ¿ocurre algo? No está bien que coquetees con su hija, he oído que ese hombre es peligroso. ―El cual está muerto, y parece que la Lady cumplió con lo que le pedí, si este idiota no lo sabe, aún estoy a tiempo―. ¿Qué pasa? ¿Te quedaste mudo? ―se burla ante mi silencio.

Sonrío.

―Pensaba en lo tonto que te ves, teniéndole miedo a ese viejo. ―Dejo de sonreír―. ¿A qué viniste? Estoy ocupado.

Perversa Oscuridad: Orígenes [#6]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora