25: Mujeres

2.3K 247 23
                                    

Jayce

Entro enojado a mi casa, Ellie se fue con Nok, se me está yendo de las manos esta situación. No puedo permitirlo, si ella me traiciona, se convertirá en un problema y no necesito algo como eso, ya que nos puede llevar a un punto sin retorno. Si no arreglo esto pronto, mis amenazas pueden convertirse en reales.

"No me quieres de enemigo".

―Jayce, me aburro. ―Hace puchero Adelaida.

―¿Sigues aquí? ―exclamo sin interés.

Se levanta bruscamente del sillón.

―Qué desagradable, llámame cuando te vuelva el humor. ―Camina hasta la puerta, irritada, y la cierra con fuerza al salir, escuchándose el horrendo portazo.

Mujeres...

Los seres más bonitos del universo, pero también mortales, si no las mantienes vigiladas. Más aún, cuando están enamoradas. Igual a Adelaida la tengo controlada, está loquita por mí, pero no me pide nada más, puedo seguir estafando a su padre y no me genera problemas. Estefanía, sin que su amiga se entere, sigue llamando por teléfono. No me sirve de nada y es más traicionera que yo. Y si sigo la lista continúa, una interminable, con diferencias, que traen distintos sucesos molestos. Todas buscando algo, eso que no les pienso dar. La única que lo obtuvo ahora está muerta, todo por mis objetivos.

También tengo deseos, pero van más allá de sentimientos vanos, que pueden arruinarte. Ya destruí todo una vez, ¿por qué no iba a hacerlo de nuevo? El amor no es razón suficiente para evitar catástrofes.

Claire lo sabía.

Mi amada y adorada Claire, no tenías la culpa, pero mi ambición sobrepasa los límites de la cordura. No hay forma de detenerme, nunca la hubo, aunque casi incluso creo en tus palabras, el odio fue más fuerte.

Recibo un llamado y contesto.

―¿Ya saben dónde están?

―La Sta. Divine se encuentra hablando con Nok en el restaurante Prince. ¿Quiere que accione? ―pregunta el espía.

―No, solo llámame si ocurre algo sospechoso. ―Le corto y salgo de la casa, para dirigirme a mi automóvil.

Conduzco hasta mi casino y estaciono en la esquina, sin ir al estacionamiento. Bajo visualizando a quién reconozco por el color de su vestido. Su favorito al parecer.

Blanco, para mancharlo de sangre.

―Shreya ―la nombro y se gira, sonriendo―. El casino está cerrado a esta hora ―me burlo―. No puedes jugar aquí.

Hace una risita la morocha.

―Vine a jugar contigo, ¿no puedo?

―No estoy de humor para jugar con una mujer, lo siento.

―Pero yo no soy cualquier mujer. ―Camina sensualmente hasta mí y posa sus dedos con esas uñas largas que tiene, que parecen que podrían degollar a alguien y los apoya sobre mi chaqueta―. Soy S, una Reina señor Conquistador ―nombra a mi casino―. ¿Quieres apostar?

Quito su mano.

―No juego con psicópatas.

―¿Y acaso tú no lo eres? ―Se relame los labios.

Me lo pienso y hago un sonido corto de risa.

―Ja, algo así.

―Un asesino en serie, una persona que atrae a las masacres, alguien que viene de la oscuridad, merece mi atención.

Levanto una ceja.

―¿Me vigilas?

―Sé perfectamente lo que quiero, y cuando lo quiero, lo tomo.

―¿Y me quieres a mí? ―Me río―. Qué absurdo.

―Mentalmente, estamos en sincronía y físicamente, mejor no hablar de lo que quiero hacerte. ―Se muerde el labio inferior de manera lasciva.

Vuelvo a reír.

―Muchas mujeres quieren hacerme varias cosas, pero viendo tu desequilibrio mental, no creo que pienses de la misma manera que ellas. No me va el sadismo, mucho menos si soy yo el atado.

Lanza una carcajada.

―Qué divertido, tienes razón, mejor no hablemos de sexo. ―Hace una pausa―. Hablemos de la idea de tu padre.

―No, gracias. ―Borro mi sonrisa―. No pienso participar.

―Nos necesitan, y yo estoy interesada al cien por ciento, ¿o es que acaso no eres ambicioso? ¿No quieres más dinero? Una sociedad conmigo te conviene. ―Se agarra de mi brazo y yo me suelto.

―Sinceramente, me conviene, pero no estoy interesado. ―Me giro para caminar a la puerta de mi casino―. Tengo otros problemas ahora, para tener que estar encargándome de los de otros.

―Ellie Divine, ¿por ejemplo? ―pregunta con alta confianza y volteo a verla, entrecerrando los ojos.

―¿Qué con ella?

―Es un problema, ¿no? ―Vuelve a hacer una risita.

―Mi problema, no el tuyo ―rectifico.

―Ay, solo quería darte un consejo.

―No, gracias. ―Me giro de nuevo.

―No aceptaste trabajar para tu padre en su red de trata, pero si tomaste un poder para obtener la de Divine e incluso que yo recuerde, la masacre que creaste en ese lugar, causando la muerte de tu amada, fue por culpa de tu secreto mejor guardado, ¿no es así?

Me detengo y me tenso. Nuevamente, me giro directo a ver esos ojos verdes, aquellos que están al acecho, como una serpiente mirando a su presa.

―¿Qué sabes de eso? ―Entrecierro los ojos.

―Lo que todos, pero es evidente que no puedes dejar que Ellie te quite ese poder, porque sino no lograrás tu cometido, ¿o me equivoco?

Frunzo el ceño.

―No, no puedo.

Ni tampoco debo dejar que alguien lo sepa, aunque me cueste la vida de muchas personas más, no puedo fallar.

Mi secreto debe mantenerse oculto, cueste lo que me cueste.

Perversa Oscuridad: Orígenes [#6]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora