El beso

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Aquella tarde nevaba copiosamente, mi reflejo en la ventana mostraban mis lágrimas rodar por mis mejillas, allí cruzada de brazos, inmóvil, solo miraba el horizonte recordándolo, no podía creer que fuera a casarse, él era libre, la misma Sra. Amira había anulado con trampas nuestro matrimonio, no podía concebir perderlo, no podía aceptar verlo feliz con otra mujer, la impaciencia y el deseo voraz por hacer algo, cualquier cosa, me consumía, había dejado a Kala con mi madre justo después de ver a Nabiha y a la madre de Kaled comprando el vestido de novia, no quería que me viera llorar, era viernes, sentí deseos incontrolables de verlo, quería saber si me había olvidado, me negaba a creer que me había olvidado.

Tomé mi bolso y mi abrigo, presurosamente salí a buscarlo cegada por el inmenso dolor en mi corazón no pensé en las consecuencias de mis actos, vi el reloj del celular, casi eran las siete de la noche y pensé que ya estaría en el apartamento que había alquilado y que conseguí la dirección con ayuda de Kala que casualmente un día pasábamos por allí en el coche y ella recordó las veces que se quedó allí con él, no sabía que piso era pero no me importó, así tuviera que tocar en todos los apartamentos, mi urgencia era más grande que cualquier obstáculo. No sé a qué velocidad iba pero llegué en un abrir y cerrar de ojos. Estacione bajo el inclemente clima y corrí hacia la entrada del edificio, mire adentro, había un vigilante y respire profundo y me acerque.

-buenas noches, por favor ¿el señor Kaled Abad en que piso vive?-

-Disculpe, a quien debo anunciar- me mira como asombrado, no entendía ¿por qué? Posiblemente me veía desesperada. No podía darle mi nombre tal vez no me recibiría, pero quería saber si lo haría diciendo la verdad y tome valor y dije.

-Alejandra-

Lo vi levantar el teléfono y lo escuche decirle mi nombre, mi corazón parecía salírseme por la boca, me paralice pasaron unos segundos que me parecieron eternos, hasta pensé que se negaría a recibirme pero estaba dispuesta a llevarme al vigilante por delante o cualquiera que se atravesara en mi camino con tal de llegar hasta él. Hasta que finalmente colgó y casi lo hago escupir las palabras

-¡¿QUE DIJO?!

-Pase señorita. Piso catorce número cuatrocientos cuatro- Solté un suspiro tan largo como el puente Brooklyn con una sonrisa enorme, el vigilante me miraba como si estuviera loca.

Subí por el ascensor con mis mariposas revoloteando desesperadas en mi estómago, mis manos frías como hielo, me hacían estremecer al tocar mi pecho tratando de calmar a mi loco corazón que saltaba descontrolado en mi pecho.

< ¡No puedo creer que me haya atrevido> me repetía una y otra vez a mí misma.

Trato de controlarme al llegar a la puerta, mis piernas tiemblan, mi labio inferior tiembla, todo mi cuerpo tiembla.

Justo cuando me decido a tocar el abre la puerta, me mira desconcertado; de golpe todo lo que sentía desaparece al verlo sin expresión en el rostro, (solo se fija en el rímel corrido de mis pestañas, olvidé lavarme la cara) él nota el estado en que llegó y me da paso inmediatamente.

-¿Porque estas en ese estado Alejandra?... ¿Es Kala?- Me pregunta asustado.

-No ella está bien, en casa de mi madre- respira aliviado y me dice -ve al baño, enjuaga tu cara, mientras te preparo un café- Su frialdad me consume pero asiento con la cabeza y me dirijo a la puerta que él me ha señalado con el dedo.

No puedo creerlo lucia como una loca salida de un hospital psiquiátrico, mis cabellos despeinados mi rimel negro chorreado por mis mejillas y recordé la expresión del vigilante, y me reí de mi misma y del reflejo en el espejo. Saque mi bolso de mi hombro y seguidamente retiré mi abrigo. Lave mi rostro y me puse solo labial en los labios, no quería parecer una muerta, respire profundo y me dispuse salir para conversar con él, su actitud me descontroló pero no había venido a llorarle ni a suplicarle solo quería saber si me había olvidado.

Aun guardaba la esperanza que volviera conmigo.

Me esperaba con una taza de café con bastante crema, colocaba mi bolso y mi abrigo sobre el espaldar de una silla mientras lo miraba asombrada.

-¿lo recordaste? Le dije con la voz quebrada refiriéndome al café.

-Cómo olvidar tus gusto, si son los mismos míos- sus palabras me emocionaron y sus ojos brillaban mirándome fijamente, la mirada fría y distante desapareció por completo dándole paso al Kaled dulce que conocí.

-Ven siéntate- dijo señalando la silla justo al frente de él, en la mesa del comedor, las dos tazas de café reposaban humeantes.

-¿Cómo estás Alejandra? ¿Porque llorabas?- su tono de voz era dulce y calmado y sus ojos me miraban sin perder detalle de los míos, limpios, libres de maquillaje. No espero mi respuesta cuando me dijo dejándome helada.

-Estas hermosa-

Vacilante y con miedo de su reacción disparo justo a su corazón.

-Te extraño- estaba tan cerca de mí, que sin pensarlo, mis manos se fueron hacia su nuca, acariciándolo, él me miraba a los ojos y sin querer evitarme bajo su mirada a mis labios deseándolos y en un movimiento rápido y suave al mismo tiempo, se vino con urgencia encima de ellos.

El beso más dulce que jamás recibí de sus labios me dejaban sin aliento, él no había dejado de quererme, lo sentía en cada fibra de su piel, kaled me amaba todavía y con la misma intensidad que lo amaba yo.

Sin detenerse en su beso desenfrenado, me rodeo por la cintura levantándome de la silla y del piso. Lo acariciaba dejando pasar sus cabellos entre mis dedos para finalmente aferrarme a su cuello. Y de repente en un movimiento desesperado por controlarse me despega de sus labios y me baja y  para zafarse de mi abrazo toma mis brazos retirándolos de su cuello dejándome fría.

-Voy a casarme Alejandra, lo siento, no puedo hacerte esto-

-¿No puedes hacerme qué? Tú te lo estás haciendo casándote con quien no amas, ¿o la amas?

El timbre de la puerta nos interrumpe, los dos nos miramos con el mismo pensamiento.

-Nabiha-

Los dos pensábamos que hacer, esconderme no estaba entre mis opciones, en el fondo deseaba que ella me descubriera allí con él. Y dieran por terminado ese estúpido matrimonio. Pero obviamente no era lo que pensó hacer Kaled.

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