Capítulo 43

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Me impresioné con enormidad cuando mis ojos chocaron con la maravillosa imagen de Dulwich Village.

Algunos edificios eran tan altos que parecía que llegaban a rozar las nubes, a pesar de ser simplemente un pueblo. Aunque, otros eran bastante más bajos.

Los rayos del Sol daban de lleno tanto a los cristales de dichos edificios como a las hojas verdes de los árboles que estaban situados detrás.

Atravesamos toda la avenida aquella hasta que Max aparcó justo delante de una casa que parecía un palacio comparada con la suya. Era una casa de tres pisos y medía como quince metros de ancho. Era enorme.

Ayudé a Max a bajar las maletas del coche mientras su padre abría la puerta de la casa. Al entrar, la estancia se me hacía todavía más grande que la de fuera. Era tan espaciosa y amplia que fácilmente se podría perder cualquier cosa.

Las paredes del lujoso y amplio salón estaban pintadas de un verde turquesa que hacía resaltar el enorme espacio de la estancia, así como los retratos colgados en ellas con los marcos tan dorados como el Sol. Me imaginé que cada uno de aquellos retratos mostraban las imágenes de los familiares de Max.

Uno de ellos reflejaba a un hombre de mediana edad que debía ser su bisabuelo o tatarabuelo, ya que el retrato parecía una total obra de arte antígua. Me acerqué todavía más al cuadro y me fijé en que abajo del todo a la derecha estaba escrita una fecha: 15/12/1798. Suponía que esa debía ser la fecha en la cual se pintó.

-Ese es Friedrich Arthur Turner, mi bisabuelo- dijo una voz masculina tras de mí.

Me di la vuelta y mis ojos captaron la silueta humana de Arthur, quien observaba con mucho sentimiento el retrato que yo estaba viendo segundos antes.

-Murió 10 años antes de nacer mi padre- pausó y tomó aire -Según me contó a mí él, las tropas francesas le asesinaron. Ya sabes, por las guerras que hubieron en aquella época, supongo que las habrás estudiado- dijo.

-Sí- dije simplemente. No sabía qué más decirle al padre del hombre que amaba.

-Me hubiera gustado conocerle mejor, ya que tanto mi padre como mi madre me decían que fue un hombre noble y amable con todo el mundo. Tanto que hasta su pueblo llegó a admirarle más de lo que imaginas. Pero bueno, de todas maneras no hubiera llegado a conocerle, dado el siglo en el que vivió- me dijo Arthur.

-¿Él era alemán?- le pregunté curiosa.

-Sí, ¿cómo lo sabes?- me preguntó Arthur todavía más curioso.

-Por el primer nombre- pausé -Friedrich es un nombre alemán, ¿me equivoco?- dije yo.

-En absoluto- dijo él -Es un nombre alemán y nació en Alemania, efectivamente-.

-¿Esta casa es tuya?- le pregunté.

-Actualmente sí, pero perteneció al padre de mi bisabuelo- pausó y tomó aire -Y cuando yo ya no esté aquí, pertenecerá a Max-.

Sus palabras causaron en mi sistema una oleada de conmoción y tristeza al mismo tiempo, dado que oír mencionar algo relacionado con la muerte me hacía recordar que mis padres desaparecieron para siempre de mi vida, que ya no estrían junto a mí, y desearía con todas mis fuerzas volver a verles, aunque sólo fuera para despedirme de ellos.

-¿Te ocurre algo, muchacha? Te noto entristecida- me preguntó Arthur cruzándose de brazos.

-Nada, sólo que me estoy acordando de mis padres- respondí intentando mostrar una expresión algo un poco más alegre, pero se notaba demasiado que fingía.

-Algo me comentó Max sobre tus padres, pero no me dio detalles. ¿Qué es lo que ocurre con ellos?- me preguntó.

-Murieron hace poco en un accidente de avión- respondí.

Hasta Que La Vida Me Sonríe (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora