Capítulo 36

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Me incorporé sobre mi cama. Di un pequeño bostezo estirando mis brazos hacia arriba. Miré a mi alrededor y observé a Max durmiendo a mi lado. Habíamos dormido juntos esa noche. Sonreí al verle con sus ojitos cerrados durmiendo como un niño. Era una estampa tan adorable que me supo mal despertarle, así que me levanté lo más cautelosamente posible para no hacer ningún ruido y salir de mi habitación.

Me dispuse a prepararme un tazón de leche con cereales para desayunar. Me senté en la mesa que había en la cocina para tomármelo. Mientras tanto, un pensamiento rondaba por mi mente.

Aquella última llamada telefónica de aquel número extraño había sido la más escalofriante de todas.

"Alguien a quien conoces muy bien y puedo asegurarte que pronto volveremos a encontrarnos. Muy, muy pronto"

Mi cabeza no dejaba de reproducir esas palabras por mucho que lo intentase.

-¿Quién narices será esa estúpida persona?- me pregunté a mí misma.

-¿De quién hablas?- una voz familiar y masculina me desconcentró totalmente de lo que estaba pensando y mi cabeza giró en dirección a la puerta de la cocina, donde Max me observaba con el ceño fruncido y con su mano apoyada en la jamba de la misma.

-Ah, ¿te acuerdas de cuando estuvimos en el restaurante y me llegó una llamada?- asintió -Pues a esa persona me refiero. Lleva días llamándome al móvil y no se quién puede ser- puse mi barbilla en medio de mis dedos índice y pulgar haciendo un gesto de pensar.

Él sólo se limitó a encogerse de hombros antes de caminar hacia mí y sentarse en frente. Acto seguido, la expresión de su rostro transmitía felicidad y alegría. Su sonrisa iluminaba la estancia incluso más que la propia luz del Sol.

-¿Por qué me miras tanto?- pregunté entre pequeñas risas después de haber tomado un sorbo de mi tazón de leche.

-Eres preciosa- dijo sin dejar de sonreír.

Ligeramente, mis labios se curvaron hacia arriba al mismo tiempo que un rubor se depositaba en mis mejillas. Hice un gesto negativo con la cabeza todavía con la sonrisa en mis facciones y volví a fijar mis ojos en los suyos antes de responder.

-No es cierto-.

-Claro que es cierto- dijo en un tono algo severo, pero sabía que lo estaba haciendo a broma -Eres la mujer más bella que he visto jamás- se levantó y caminó lentamente hacia mí. Puso un mechón de mi pelo detrás de mi oreja y cogió mi mentón para hacer que le mirase. Juntó nuestros labios.

Aquel beso se hizo más intenso. Tanto, que puse mis brazos en sus hombros formando un abrazo y él agarró mis piernas posicionándolas alrededor de su cintura. Me colocó encima de la mesa y acarició suavemente mi cintura por debajo de la camiseta de mi pijama.

No dejábamos de besarnos ni siquiera para recuperar el aire. Tan sólo lo más importante éramos él y yo. Nada ni nadie más, como si en el mundo sólo existieramos nosotros.

Sus manos acariciando la pálida piel de mi espalda era la sensación más maravillosa que había experimentado nunca.

De pronto, una de sus manos pasó a mi tobillo y trazó una suave caricia subiendo por mi pierna hasta llegar a la parte de arriba de mi muslo, cosa que le dio lugar a estirar del pantalón de mi pijama para intentar quitármelo.

"Estamos completamente solos, Leire"

"¿Sábes? Siempre me has parecido muy hermosa. Lástima que seamos familia, aunque sinceramente no me importa demasiado"

"¿No creerás que me voy a ir de aquí sin haberme despedido de ti, verdad? Claro que no, prima. No voy a irme así como así."

Aquellas palabras empezaron a acumularse en mi cabeza como si de un insoportable dolor se tratase. Eran las mismas asquerosas palabras que mi primo Edward me dijo durante su permanencia en mi casa justo a la hora de abusar de mí.

Hasta Que La Vida Me Sonríe (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora