Capítulo 1

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Cada mañana, a las 14:00 concretamente, salía del instituto por la puerta por la que entraban y salian los profesores para no tener que cruzarme con nadie. Mientras caminaba, me ponía a escuchar música en mi móvil.

Era viernes, el día era soleado, los rayos del Sol iluminaban mi rostro blanco y pálido haciendo que mis pupilas redujeran su tamaño y se me aclarara el color caramelo de mi iris. Pasé por un parque, en el cual, padres llevaban a sus hijos a jugar. Recordé esa época de mi vida y deseé volver al pasado, en ese momento tan feliz. Aunque tampoco podía quejarme demasiado, ya que vivir con mis padres, me hacía muy feliz.

Recorrí las calles que me quedaban para llegar a mi casa. Metí las llaves y entré por la puerta. No pasaron ni tres segundos hasta que oí la voz de mi madre hablarme.

-¡¿Qué tal las clases, cariño?!- gritaba desde la cocina.

Fui donde ella se encontraba y la miré a los ojos con una sonrisa.

-Muy bien, mamá-contesté manteniéndole la sonrisa y dedicándole una brillante mirada.

-¿Te han dado la nota del examen de química?-preguntó ella.

-Sí, he sacado un 9'5-contesté yo alegremente.

-¡Ay, qué bien, cielo! ¡Enhorabuena!-dijo mi madre dándome un fuerte abrazo.

Mi madre era una de las personas que más quería y adoraba en este mundo, a parte de mi padre. Ellos eran los únicos que me apoyaban y me comprendían, los únicos que siempre habían estado a mi lado y de los que estaba muy orgullosa de ser su hija.

-Tu padre se va a poner contento con tu nota-dijo mi madre eufórica. Se le notaba que estaba muy feliz y la verdad, verla así de contenta me llenaba de alegría el corazón.

De repente, oí unas llaves chocarse entre sí, y por ello supe que mi padre había vuelto de trabajar. Él trabajaba como abogado. Por otro lado mi madre era patóloga forense. Algún día me gustaría llegar tan alto como ella, aunque a mí no me apasionaban los cadáveres, me veía más trabajando en laboratorios químicos.

Cuando mi padre entró, nos dedicó una amplia sonrisa a mi mamá y a mí y nos dio un beso a cada una.

-¿Qué tal el trabajo, George?- le preguntó mi madre.

-Hoy hemos tenido un caso bastante difícil de tratar. Han encontrado al supuesto asesino de la joven amazona a la que le realizaste la autopsia hace unas semanas, pero resulta que todavía no hay pruebas contundentes que lo delaten, sólo se sabe que estuvo implicado, y al tratarse de un asesinato, es muy difícil culpar a alguien sin ese tipo de pruebas, por lo que de momento no se puede hacer demasiado-explicó mi padre.

-Sí, a la vuelta del viaje le preguntaré a mis compañeros si han encontrado las pruebas necesarias para saber si ese hombre que dices es o no el asesino-dijo mi madre.

-¿A la vuelta del viaje?- pregunté con cara de extrañeza. -¿De qué viaje estáis hablando?

-Iba a decírtelo ahora mismo, Leire-dijo mi madre -esta semana tu padre y yo la tenemos libre, no tenemos que ir al trabajo, por lo que hemos decidido irnos de viaje- explicó.

-Exacto- confirmó mi padre -Nos vamos a Nueva York-.

-Vendrán tu tía Mary y tu tío Rob aquí para cuidarte- dijo mamá.

No supe cómo reaccionar ante eso. La expresión que se dibujó en mi cara fue de sorpresa y al mismo tiempo de querer irme con mis padres a Nueva York y no quedarme con mis tíos.

Jamás se lo había contado a mis padres por miedo a que no me creyeran y por miedo a mis tíos, pero ellos no se comportaban conmigo como lo hacían mis padres, eran completamente diferentes. Me gritaban, me amenazaban y me hacían sentir como si fuera un trapo sucio al que podían pisotear hasta el cansancio, y por eso cada vez que los recordaba me entraban ganas de inundar la casa con mis lágrimas.

Imaginar que tendría que quedarme una semana con ellos hacía que me sintiera como si no fuera a salir viva de esa situación. Me aterraba la idea de tener que verles otra vez.

-Ah, genial- dije con una sonrisa un tanto falsa. Al parecer, mis padres no se dieron cuenta de que no me gustaba para nada aquella idea.

-Mañana a primera hora vendrán y nosotros saldremos de aquí hacia el aeropuerto- dijo mi padre.

Yo asentí con desgana, pero no podía hacer otra cosa. No me atrevía a contarles todo lo que me hacían pasar mis tíos cuando estaba con ellos, y menos ahora podía decírselo porque les amargaría el viaje y no me parecía correcto. Lo único que podía hacer era pensar en cómo poder soportar una semana lejos de mis padres y con mis tíos tan cerca. Seguramente sería misión imposible, pero no había otro remedio.

-Cambiando de tema. George, ¿sabías que nuestra hija ha sacado un 9'5 en su examen de química?- anunció mi madre con una radiante sonrisa que le hacía brillar su rostro tan blanco como la nieve.

-¿De verdad, Leire? Eso es una gran noticia- dijo mi padre dándome un abrazo y yo devolviéndoselo con el menor sentimiento de pesadez posible.

-Sí, papá. La verdad es que sí lo es, sí-dije aún sin haberme recuperado de aquella aterradora noticia.

Subí por las escaleras con lentitud, con la cabeza agachada y con una expresión de amargura recorriendo todo mi cuerpo. Llegué a mi habitación, cerré la puerta, dejé caer la mochila sobre mi hombro derecho y me senté en mi cama deshecha, intentando una y otra vez asimilar que las cosas salieron así y que no podía evitar que mis tíos se tuvieran que venir aquí conmigo.

Inconscientemente, una lágrima cayó por mi mejilla izquierda. Me puse a recordar todas aquellas veces en las que tía Mary me regañaba por cualquier cosa, incluso si no había sido mi culpa, me gritaba igual y me hacía hacer todas las tareas de la casa a mí sola y si no las hacía bien, me amenazaba con decirle a mis padres lo mala sobrina que era, aunque fuese mentira. Tío Rob lo único que hacía era gritarme y pegarme, ya fuera por un motivo o por otro.

Después de un rato pensando en todo aquello, limpié mis lágrimas, salí de mi habitación y me dirigí a la cocina para comer con mis padres.







~*~







Eran las 8:30 de la mañana del día siguiente. Mis padres ya tenían sus maletas listas y les acompañé hacia la entrada de la casa para despedirme de ellos y esperar a mis tíos.

El cielo estaba algo oscuro, pero cada minuto que pasaba se iba aclarando un poco más. A los pájaros se les oía cantar desde los árboles donde se encontraban y deseé en ese momento ser uno de ellos para poder volar lejos de tía Mary y tío Rob, pero por desgracia la realidad era otra muy diferente.

Papá ya había metido las maletas en su coche y se dirigió a mí con una sonrisa dibujada en la comisura de sus labios. De pronto, mamá apareció detrás de mí y entre los dos me encerraron en un fuerte abrazo que por un instante me hizo olvidar a mis tíos y sonreír hasta que mis mejillas doliesen.

-Te vamos a echar de menos, cielo- dijo mamá al habernos separado de aquel abrazo que no quería que acabase jamás.

-Estoy de acuerdo contigo, Molly- dijo papá mirando a mamá y luego mirándome a mí -Te vamos a echar mucho, mucho de menos-.

-Y yo a vosotros, mucho- dije sin poder evitar llorar.

-No llores, cariño. Tendrás aquí a tus tíos para lo que haga falta- dijo papá.

No pude evitar que salieran más lágrimas de mis ojos al escuchar ese comentario. Realmente no quería quedarme allí, deseaba con todas mis fuerzas que aquello no fuese real, que  fuese sólo un sueño y despertar de él con mis padres a mi lado. Pero lo más triste era que aquello ya era la realidad.

Papá y mamá volvieron a abrazarme antes de subir al coche y partir hacia el aeropuerto. Les dije adiós con mi mano y con una expresión de dolor en mi rostro.



A los diez minutos de seguir allí parada, dos siluetas humanas aparecieron en mi campo de visión. Un hombre alto y delgado, pelo moreno con zonas canosas y ojos marrones me dirigió una mirada de frustración, mientras que la mujer que iba a su lado, delgada y rubia con ojos del color de la miel me dedicaba una mirada de odio. Llevaba dos maletas en la mano. En cuanto los vi, supe de inmediato quiénes eran. Mis tíos habían llegado.

Hasta Que La Vida Me Sonríe (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora